Por Josué I. Hernández
El temor del Señor conlleva muchas
bendiciones y beneficios, y debe ser fomentado con nuestras palabras y
ejemplo:
-- "El principio de la
sabiduría es el temor de Jehová; buen entendimiento tienen todos los que
practican sus mandamientos; su loor permanece para siempre" (Sal.
111:10).
-- "El principio de la
sabiduría es el temor de Jehová; los insensatos desprecian la sabiduría y la
enseñanza" (Prov. 1:7).
-- "El temor de Jehová es
para vida, y con él vivirá lleno de reposo el hombre" (Prov.
19:23)
-- "En el temor de Jehová
está la fuerte confianza; y esperanza tendrán sus hijos. El temor de Jehová es
manantial de vida para apartarse de los lazos de la muerte" (Prov.
14:26,27).
Sin embargo, hay otro tipo de
"temor" mencionado en la Biblia, que no viene de Dios, que no es
beneficioso y debe ser derrotado, este es el “espíritu de cobardía” (2 Timoteo
1:7). Este es el miedo y la desconfianza. Este temor es por falta de fe, por
falta de confianza en Dios y obediencia a sus mandamientos. Cada vez que la
Biblia dice a los cristianos "no temas" hace referencia a este temor
malo, este miedo por la falta de fe (cf. Is. 41:10; Dan. 10:12; Mat. 10:31;
14:27).
Sin duda alguna, el pecador impenitente
ahora mismo debiera experimentar "terror" de caer en las manos de
Dios, porque Dios le condenará si no se arrepiente. Este pecador no debiera
dormir tranquilo, porque sus pecados no han sido perdonados y ha desechado el
amor del Señor.
Cristo dijo: "Mas os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y
después nada más pueden hacer. Pero os enseñaré a quién debéis temer: Temed a
aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el
infierno; sí, os digo, a éste temed" (Luc. 12:4,5).
El apóstol Pablo dijo: "Pero Dios, habiendo pasado por alto
los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar,
que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al
mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con
haberle levantado de los muertos" (Hech. 17:30,31).
El apóstol Pedro afirmó: "Arrepentíos, y bautícese cada uno de
vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el
don del Espíritu Santo" (Hech. 2:38).
Todos los santos en Cristo experimentan
ahora mismo aquel temor saludable, y recomendable, el respeto reverencial.
Aquel deseo ferviente de no desagradar a nuestro buen Dios:
-- "Conociendo, pues, el
temor del Señor, persuadimos a los hombres; pero a Dios le es manifiesto lo que
somos; y espero que también lo sea a vuestras conciencias" (2 Cor.
5:11).
-- "Por tanto, amados míos,
como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho
más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor"
(Fil. 2:12).
-- "Y si invocáis por Padre a
aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos
en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación" (1 Ped. 1:17).
Entonces, amigo mío, ¿tienes temor de
Dios? ¿Qué clase de temor experimentas?
Si no has obedecido el evangelio, ¿debieras experimentar terror por la
culpa de tus pecados y la enemistad contra Dios? ¿Por qué no obedeces el
evangelio ahora mismo?
Hermano, ¿tienes temor de Dios? ¿Qué
clase de temor experimentas? Si vives sin fe, esto es pecado de incredulidad, y
debes arrepentirte. Si has pecado, debes confesar tu pecado para ser restaurado
(1 Jn. 1:9; Hech. 8:22,23). Sólo en la comunión con Dios puede el cristiano
vivir sin miedo y temor: "En el amor
no hay temor, sino que el perfecto amor
echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el
que teme, no ha sido perfeccionado en el amor" (1 Jn. 4:18).
Cuando obedecemos a Dios, podemos hacer
nuestras las palabras de Cristo al seguir su ejemplo: “no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada” (Jn. 8:29).