Por Josué I. Hernández
“A nadie le importo... Mi mamá
siempre está enojada... Mi papá siempre está ocupado... Me tratan tan fríamente...
Todo está empeorando... Mis padres siempre están diciendo: ‘Haz esto’, ‘no
hagas esto otro’, pero nunca me ayudan a saber cómo hacer bien las cosas”. Problemas como los anteriores motivan a muchos jóvenes a
cuestionar el valor de la vida.
Hay una respuesta totalmente inadecuada a la desesperanza, a la ira, al
sentimiento de no pertenencia, y la depresión, una respuesta utilizada por
miles, el suicidio.
Amigo mío, si estás pensando en suicidarte, no estás separado con estos
sentimientos destructivos, de las miles de personas que se suicidan cada
año. Por ejemplo, en una fría noche en octubre, una señorita de 16 años, tragó
un puñado de pastillas de la casa de un vecino. En otro lugar, un niño de
10 años se colgó en la puerta de su habitación. Y en otro lugar, una persona
tomó un revólver calibre 38 y se pegó un tiro. El suicidio es la supuesta
“salida” para miles de personas que deciden poner fin a su existencia terrenal.
La televisión y las luces de Hollywood han contribuido enormemente a la
idea de que una persona que se suicida entra a reposar en un lugar feliz. Sin embargo, Dios nunca ha aprobado
que una persona ejerza el derecho de terminar su vida física para escapar de los
problemas. Los estudiantes de la Biblia, bien sabemos que el suicidio es un lamentable acto de rebelión, que frustra
el propósito de la vida humana.
Judas, el que traicionó al santo Hijo de
Dios, se suicidó muriendo vergonzosamente. Su muerte no fue una victoria, él no
triunfó sobre sus problemas, sino que sucumbió ante ellos (Mat. 27:5). Judas se suicidó en la penumbra
de la desgracia pecaminosa, pecando contra su propia alma, preso de la desesperación. Con razón el apóstol Pablo, alzando la voz,
impidió el suicidio del carcelero de Filipos, cuando le dijo “No te hagas ningún mal” (Hech. 16:28). El suicidio es una desesperada maniobra de maldad contra
uno mismo.
“No te hagas ningún mal” (Hech. 16:28)
Amigo mío, ¡el suicidio no es la respuesta! Hay una manera adecuada para
descubrir la esquiva felicidad que ha sido tan difícil de encontrar. Hay
un Dios que te ama, y él sabe de tus problemas. Dios te ofrece las respuestas
que necesitas. Si tú escuchas atentamente la palabra de Dios, te darás
cuenta de que realmente vale la pena vivir.
En primer lugar, tu eres imagen y semejanza de Dios (Gen. 1:26,27), por
lo tanto tu vida goza de la dignidad y el valor que te distingue de todos los
seres vivos. Debido a que has sido creado por un poderoso Dios de amor, tú
eres importante. Tu valor no se mide por tu nivel educativo, tu cuenta
bancaria, tu posición social, o cualquier otra norma humana. Tú eres importante
porque eres una criatura de Dios. He aquí una
poderosa razón para vivir y triunfar sobre todos los problemas con el poder del Señor.
En segundo lugar, para cada persona Dios tiene un plan. Cada persona
es una expresión de la sabiduría de Dios. Toda vida debe ser útil. Dios te
ha dado la vida con un propósito divino. Ya que somos la imagen y la
semejanza de Dios, Él quiere que utilicemos nuestra vida terrenal representando
aquí en la tierra sus intereses divinos. Dios quiere que tú aprendas de su
Palabra, la Biblia, la forma adecuada de vivir.
En tercer lugar, tú puedes tener plena confianza en la gracia y el
perdón de Dios para quitar toda la vergüenza y la culpa del pecado de tu
vida. Tú puedes creer y disfrutar del gran amor de Dios, como dijo David, “Aunque mi padre y mi madre me dejaran, con
todo, Jehová me recogerá” (Sal. 27:10). Amigo mío, tú puedes quedar limpio de todo pecado al obedecer el evangelio de Cristo.
Y por último, cuando llegues a ser parte del pueblo de Dios, la práctica
constante de la oración será un poderoso protector contra el suicidio. El
apóstol Pedro dijo a los cristianos: “echando toda vuestra
ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” (1 Ped. 5:7). Así también, el apóstol Pablo dijo: “Y la paz de Dios, que sobrepasa todo
entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo
Jesús” (Fil. 4:7). Con semejante ayuda divina, la auto-destrucción del
suicidio queda fuera de lugar. Si tus padres, amigos y seres queridos no
te ayudan como quisieras, Dios está a la mano si te entregas a Cristo con fe, ¡Dios
siempre escucha a su pueblo!
“No te hagas ningún mal” (Hech. 16:28). Si podemos seguir ayudándote, contáctanos, estamos listos para estudiar contigo la palabra de Dios. Sólo déjanos un email y te responderemos tan pronto como sea posible.
No importa qué tan pesada se tu carga, el grado de oscuridad de
la noche de tus problemas, o lo mucho que duela tu situación, rápidamente y con
valentía rechaza de una vez la idea del suicidio.
Conclusión
Los padres, deben ayudar a sus hijos, asegurándoles que la familia sea una
institución protectora, un refugio en medio de la tempestad.
Independientemente de lo pesado de la carga o las dificultades del
camino. El suicidio jamás será una opción cuando permitimos que Dios nos
ayude a salir adelante en un mundo malo.