Por Josué I. Hernández
Además de la
revelación, la “inspiración” hace de la Biblia “El libro de los libros”, uno superior
y diferente a todos los otros que son conocidos por la humanidad. Cuando
hablamos de “inspiración” no quiero decir simplemente que los escritores
estaban muy motivados y entusiasmados con lo que expresaron, sino que fueron
milagrosamente guiados por Dios para redactar con precisión lo revelado.
El
apóstol Pablo dijo: “Toda Escritura es
inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para
instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, equipado
para toda buena obra” (2 Tim. 3:16-17, LBLA).
El adjetivo
“inspirada” quiere decir que la Escritura es soplada o alentada por Dios. Es el
producto creativo del aliento del Señor. “inspirado
por Dios (Theos, Dios; pneo, respirar). Se usa en 2Ti. 3:16, de las Escrituras
en contraste a escritos no inspirados” (VINE). Entonces, la expresión
“inspirada por Dios” hace hincapié en el origen divino de las sagradas
Escrituras, la Biblia. Esta inspiración es tan perfecta y confiable que el
Señor Jesús construyó todo un argumento usando del tiempo verbal en la frase
“YO SOY” (Mat. 22:32). Por lo tanto, cuando leemos la Biblia, leemos las
palabras de Dios.
Ciertamente, varios
hombres escribieron la Biblia, pero fueron escribientes del único y verdadero autor,
Jehová Dios. La Biblia es el producto de la sabiduría y conocimiento de Dios. “La escritura inspirada es la que Dios ha
soplado. Considérense Rom. 9:17; Gál. 3:8; 4:30 (La Escritura dice, pero es
Dios quien está hablando). Sobre la inspiración verbal (y plenaria), véanse
Mat. 1:22; 10:20; 1 Cor. 2:12,13; 2 Ped. 1:21.
(Los modernistas tratan de reducir la inspiración a eso de pensamientos
generales en lugar de palabras exactas).” (Notas sobre 2 Timoteo, Bill H.
Reeves).
El apóstol Pedro
dijo: “Porque no os hemos dado a conocer el poder y la
venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como
habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad” (2 Ped. 1:16). Luego, el apóstol pasó a explicar este
proceso en el cual la voluntad de Dios se manifestó a la humanidad usando el
lenguaje humano: “20entendiendo primero esto, que ninguna
profecía de la Escritura es de interpretación privada, 21porque nunca la profecía fue traída por
voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados
por el Espíritu Santo” (2 Ped. 1:20-21).
Otras versiones
expresan el versículo 21 así: “…hombres inspirados por el
Espíritu Santo hablaron de parte de Dios” (LBLA). “…hablaron de parte de
Dios, impulsados por el Espíritu Santo” (VM). La última
versión expresa bastante bien el texto griego. Los hombres que “hablaron siendo inspirados por el Espíritu
Santo” aunque ciertamente eran “inspirados” fueron “movidos” o “llevados”
(gr. “fero”) por la acción del
Espíritu Santo, para decir las mismas cosas que Dios quería que ellos dijeran,
en el momento y forma en que él lo señaló.
Dios utilizó
instrumentos humanos para transmitir sus pensamientos, deseo y voluntad a la
humanidad. Los que hablaron en nombre de Dios fueron la boca de Jehová (cf. Ex.
4:16; 7:1) y no presumieron de hablar y escribir en su propio nombre, más bien
ellos hablaron y escribieron movidos por Dios. “Sus palabras eran DE DIOS; se originaron con Dios. Él fue la fuente de
sus palabras. Por eso dice Pedro en el versículo anterior que dichas palabras
("la palabra profética") no fueron de origen humano, de
interpretación o explicación humana. En este versículo repite que el origen de
ellas no es "la voluntad humana". Los profetas no hablaron de por sí.
Véanse Mat. 10:19,20; Jn. 16:13; 1 Cor. 2:1,13; 1 Tes. 2:13; 2 Tim. 3:16. Esto
significa INSPIRACION VERBAL.” (Notas sobre 2 de Pedro, Bill H. Reeves).
Por lo tanto, el
resultado final fue la palabra de Dios en lenguaje humano, exacto, preciso y
comprensible. Incluso, los hombres de Dios no tenían que preocuparse de lo que
iban a decir cuando se enfrentaron con la oposición: “Mas cuando os entreguen, no os preocupéis por cómo o qué hablaréis;
porque en aquella hora os será dado lo que habéis de hablar. Porque no sois vosotros
los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros”
(Mat. 10:19-20).
Tanto el Antiguo
como el Nuevo Testamento, hablan de la inspiración. “y pusieron su corazón como diamante, para no oír la ley ni las
palabras que Jehová de los ejércitos enviaba por su Espíritu, por medio de los
profetas primeros; vino, por tanto, gran enojo de parte de Jehová de los
ejércitos” (Zac. 7:12). “Les soportaste por muchos años, y les
testificaste con tu Espíritu por medio de tus profetas, pero no escucharon; por
lo cual los entregaste en mano de los pueblos de la tierra” (Neh. 9:30). He aquí un mensaje claro acerca del
proceso de revelación. La información recibida de parte de Dios por el Espíritu
Santo utilizó las bocas y las plumas de los profetas.
El Nuevo Testamento
enseña lo mismo: “9sino como está escrito: COSAS QUE OJO NO
VIO, NI OIDO OYO, NI HAN ENTRADO AL CORAZON DEL HOMBRE, son LAS COSAS QUE DIOS
HA PREPARADO PARA LOS QUE LE AMAN. 10Pero Dios nos las reveló por medio del Espíritu, porque el Espíritu
todo lo escudriña, aun las profundidades de Dios. 11Porque entre los hombres, ¿quién conoce los
pensamientos de un hombre, sino el espíritu del hombre que está en él?
Asimismo, nadie conoce los pensamientos de Dios, sino el Espíritu de Dios. 12Y nosotros hemos recibido, no el espíritu
del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para que conozcamos lo que Dios
nos ha dado gratuitamente, 13de
lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino
con las enseñadas por el Espíritu, combinando pensamientos espirituales con
palabras espirituales. 14Pero
el hombre natural no acepta las cosas del Espíritu de Dios, porque para él son
necedad; y no las puede entender, porque se disciernen espiritualmente. 15En cambio, el que es espiritual juzga todas
las cosas; pero él no es juzgado por nadie. 16Porque ¿QUIEN HA CONOCIDO LA MENTE DEL
SEÑOR, PARA QUE LE INSTRUYA? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo” (1
Cor. 2:9-16, LBLA).
El hombre no puede
conocer la mente y voluntad de Dios aparte de la revelación divina. Los cinco sentidos y el uso de la
inteligencia del ser humano no son capaces de descubrir las cosas de la
sabiduría de Dios. El hombre no podía ver, oír, o imaginar las cosas del conocimiento
de Dios aparte de la revelación (v.9). Entonces, Dios utilizó instrumentos
humanos para revelar su voluntad a la humanidad y por la inspiración les guió
para expresar lo revelado con un vocabulario preciso (no general) mediante el cual
los conceptos espirituales fuesen representados por palabras espirituales,
donde tanto lo revelado como lo expresado era dirigido y enseñado por el
Espíritu de Dios.
El resultado que
Dios busca es que todos puedan tener la mente de Cristo (1 Cor. 2:16), una
comprensión y aprobación de las cosas reveladas de Dios.
Las cosas reveladas
de Dios son el registro de sus pensamientos, acciones, planes y propósitos para
el hombre, los cuales se han expresado en las palabras de la Biblia.