Por Josué I. Hernández
Mucho
se proclama desde los púlpitos acerca de los diezmos. Pero, ¿Dios demanda de
nosotros el pago de un diez por ciento de nuestros ingresos mensuales? ¿Debe el
cristiano diezmar? ¿Constituyen los llamados “diezmos” una práctica bíblica o simplemente
son un fraude bien elaborado?
El
Asunto
La práctica de citar las Escrituras del Antiguo Testamento que enseñan que los judíos bajo la ley de Moisés diezmaron no confirma que los cristianos hoy en día bajo el Nuevo Testamento de Cristo deban pagar los diezmos. Por ejemplo, Malaquías 3:6-10 es un pasaje popular del Antiguo Testamento que se utiliza como palanca para exigir los diezmos hoy en día.
En consideración de lo anterior, el asunto no
es: ¿Diezmaron los judíos bajo la ley mosaica para el mantenimiento del
sacerdocio levítico? Porque todos los buenos estudiantes de la Biblia sabemos
que los judíos bajo la ley del Antiguo Testamento debían presentar un diezmo
anual. Entonces, ¿cómo debemos enfocar el asunto? Hagámoslo de la siguiente
forma. Preguntemos: ¿Deben los cristianos pagar los diezmos hoy de una manera
mensual como los exigen diversas denominaciones? Y si deben hacerlo ¿quién lo
determinará?
Consideraciones
El
Espíritu Santo revela a través del apóstol Pablo, que todos los que dependen de
la ley de Moisés están bajo maldición. Es imposible sujetarse a algunos
mandamientos del Antiguo Pacto y obviar otros de la misma ley: “Porque todos los que dependen de las obras
de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no
permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas” (Gal.
3:10).
Es imposible
guardar los diezmos (un precepto del Antiguo Pacto) e ignorar otros
mandamientos de la ley mosaica, ya que esto nos deja bajo la maldición de la
ley. Realmente la ley de Moisés constituía un conjunto de preceptos
rudimentarios dados a los judíos en el Antiguo Testamento. Los cristianos no
están sujetos a la ley de Moisés, mucho menos a guardar las fiestas judías y
los días sábado, los diezmos y los varios tipos de ofrendas: “…mas ahora, conociendo a Dios, o más bien,
siendo conocidos por Dios, ¿Cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y
pobres rudimentos a los cuales os queréis volver a esclavizar? Guardáis los
días, los meses, los tiempos y los años” (Gal. 4:9-10).
El
apóstol Pablo lamentó que los Gálatas fuesen fascinados por la ley mosaica con
todos sus ritos, siendo que debieran guardar el
Nuevo Pacto de Cristo, y ya no volver a la esclavitud de cosas que eran
sombras de los bienes venideros (cf. Col. 2:14-17). “De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la
gracia habéis caído” (Gal. 5:4)
¿Qué
diría El Espíritu Santo a los grupos que sujetan a sus miembros a guardar los
diezmos? Ciertamente los diezmos nunca formaron parte del evangelio de Cristo y
todo aquel que depende de los diezmos (una obra de la ley de Moisés) no está en
la gracia. Por lo tanto, introducir los
diezmos al Nuevo Testamento es cambiar el evangelio, y predicar un evangelio
diferente al revelado por el Dios: “Mas
si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente
del que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora
lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido,
sea anatema” (Gal. 1:8-9).
Los
diezmos bajo el Antiguo Pacto
Los
diezmos (bajo el Antiguo Pacto hecho entre Dios y los judíos y expresado en la
ley de Moisés) fueron divinamente diseñados para ser observados por los judíos
en obediencia a Jehová Dios quien reveló la forma de ofrecerlos, el tiempo de
entregarlos, los beneficiarios de observarlos y el lugar de presentarlos, entre
otras consideraciones. No era posible diezmar como le placía a algún judío, se
debía diezmar en obediencia estricta a la ley del Señor.
Al tiempo de
dividirse el reino, las tribus del norte (Israel, con Samaria como capital)
también diezmaron, pero no conforme a lo revelado por Dios, por lo tanto dijo
el Señor por el profeta Amós: “Id a
Bet-el, y prevaricad; aumentad en Gilgal la rebelión, y traed de mañana
vuestros sacrificios, y vuestros diezmos cada tres días. Y ofreced sacrificio
de alabanza con pan leudado,…” (Am. 4:4-5).
Los judíos
apostatas no cumplieron con los mandamientos exactos de culto que Jehová ordenó
en cuanto a los sacrificios, además diezmaban cada tres días (Dios había
ordenado diezmar una vez al año) y ofrecían pan leudado (Dios mandó el uso de
pan sin levadura), y con todo esto deseaban agradar a Dios. Ciertamente Dios no
se agradaba de ellos, pues el desea la obediencia a sus mandamientos. Mas tarde
diría Isaías (en el reino de Judá, con Jerusalén como capital): “…Porque este pueblo se acerca a mi con su
boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, y su temor
de mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado…”
(Is. 29:13).
Aquí hay un
principio bíblico, en el cual se enfatiza que el Señor se agrada (complace) del
obediente. Considere lo siguiente: “… ¿Se
complace Jehová tanto en holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las
palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el
prestar atención que la grosura de los carneros”. (1 de Sam. 15:22).
Dios ordenó las
ofrendas, los holocaustos, los sacrificios, los diezmos, las fiestas
religiosas, guardar el sábado, etc..., pero los judíos debían hacerlo en
obediencia a los mandamientos de Dios, sin añadir ni quitar. ¿Hacen lo mismo
los grupos religiosos que demandan diezmos mensuales? Por ejemplo, Dios ordenó
un tipo específico de madera, para la construcción del arca ¿Podría haber usado
otra madera Noe? “Hazte un arca de madera
de gofer…” (Gen. 6:14)
¿Qué ordenó Dios respecto al diezmo?
1. El diezmo constituía uno de los mandamientos dados a los judíos en el monte Sinaí (Lev. 27:30-34).
2. El diezmo no fue ordenado para los gentiles, sino para los descendientes de Jacob, es decir los israelitas bajo la ley de Moisés (Mal. 3:6,9,12).
3. Se menciona el diezmo de Abraham y de Jacob, antes del Pacto con Israel, pero no conocemos la reglamentación de aquellos días referente a los diezmos (Gen. 14:20; 28:22).
4. Debía diezmarse una vez al año (Deut. 14:22).
5. El diezmo no era dinero, era un impuesto sobre el producto del grano y las primicias del ganado (Deut. 14:22-23).
6. El diezmo debía llevarse al lugar donde Dios pondría su nombre, que luego fue el Templo en Jerusalén (Deut. 14:23-29).
7. El diezmo debía ser comido delante de Dios junto a la familia, sin desamparar a los levitas que servían como sacerdotes en el culto del Antiguo Pacto. (Deut. 14:22-27).
8. Al fin de tres años el diezmo se debía guardar en las ciudades para beneficio de los levitas, los extranjeros, los huérfanos y las viudas de Israel (Deut. 14:28-29).
9. El diezmo constituía la heredad de los levitas por su ministerio, esto porque no tenían herencia en la tierra de Canaán (Num. 18:21).
10. En el tiempo de Cristo aun se observaba el diezmo, pues Cristo vivió bajo la ley a la vez que enseñó su evangelio que entró en vigencia desde el día de Pentecostés de Hechos 2. No obstante el diezmo practicado por los líderes religiosos del tiempo de Cristo era una acción hipócrita mientras olvidaron otras cosas importantes de la ley (Mat. 23:23; Luc. 18:12).
11. Cuando fue establecida la iglesia del Señor, no todos los israelitas obedecieron el mensaje de salvación, la mayoría rechazo el evangelio del Cristo crucificado. Debido a esto, los judíos incrédulos continuaron diezmando a los levitas en el templo. El libro de Hebreos a esto se refiere (Heb. 7:8).
La
Autoridad
¿Quién tiene la
autoridad suficiente para definir de una vez el tema que estamos tratando? Jesucristo
tiene toda autoridad (Mat. 28:18) y su autoridad está investida en las
Escrituras del Nuevo Testamento reveladas por medio de sus apóstoles inspirados
(Jn. 13:20; 14:26; 16:13; 20:30-31). El Nuevo Testamento de Cristo constituye
la revelación final (Jud. 3) y completa (Jn. 16:13) de Dios al hombre (Heb.
1:1-2; 9: 6-13). Rechazar la autoridad de Cristo es traer sobre sí mismo el
disgusto de Dios (Jn. 12:48; Gal. 1:8-9; 2 Jn. 9; Apoc. 22:18-19). La palabra
de Dios es verdad (Jn. 17:17) es infalible
e inmutable (1 Ped. 1:24-25) y da la respuesta a todas las necesidades
del hombre (2 Tim. 3:16). Los sentimientos engañosos y los razonamientos
humanos deben ser rechazados como totalmente inadecuados para determinar la voluntad
de Dios para con el hombre (Jer. 10:23; Prov. 14:12).
La
ofrenda dominical
Desde
el establecimiento de la iglesia fue necesario para cada congregación local el obtener
dinero para financiar su obra de evangelización, edificación, adoración y benevolencia.
Pero, nunca se exigió el diezmo para los cristianos. El Espíritu Santo reveló
que era necesaria la ofrenda dominical voluntaria entre los cristianos: “Cada primer día de la semana cada uno de
vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo, para que cuando
yo llegue no se recojan entonces ofrendas” (1 Cor. 16:2). “Cada uno dé como propuso en su corazón: no
con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre” (2 Cor.
9:7).
Según
vemos en el Nuevo Testamento de Cristo, la iglesia local financia su obra mediante la colecta dominical de sus
miembros. Entonces, leyendo 1 de Corintios 16:2 aprendemos que esta colecta es
voluntaria (“cada uno de vosotros”);
es periódica (“Cada primer día de la
semana”); es proporcional a la bendición individual (“según haya prosperado”) y es preventiva (“guardándolo”).
Muchos líderes
religiosos han tomado el evangelio y el nombre de Dios como una fuente de
ganancia y han sometido a las personas a un sistema que pide y pide dinero. Ellos
“son ciegos guías de ciegos”, y
debemos dejarlos (Mat. 15:14). Ellos cumplen la profecía: “…y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas…”
(2 Ped. 2:3). “…que toman la piedad como fuente de ganancia; apártate
de los tales”. (1 Tim. 6:5). “…tienen
el corazón habituado a la codicia, y son hijos de maldición. Han dejado el
camino recto, y se han extraviado siguiendo el camino de Balaam hijo de Beor,
el cual amó el premio de la maldad…” (2 Ped. 3:14-15).