“De palabra de mentira te alejarás…” Éxodo 23:7
Por Josué I. Hernández
El pecado es una transgresión de la ley, es decir, un delito, una acción penada por la norma de conducta establecida por Dios, un crimen (1 Jn. 3:4). El pecado es tan grave que nos aparta de Dios y hace
imposible la comunión con él (Is. 59:1,2; Rom. 3:23). Un pecado muy común en la actualidad es la mentira, el fraude, el
engaño.
Mentir: “Decir, expresar algo contrario a
lo que se sabe, cree o piensa. Engañar. Fingir o disfrazar una
cosa. Inducir a error. Falsificar, contrahacer algo” (Sopena
Aristos). Mentira: “Expresión o manifestación
contraria a lo que se sabe, se cree o se piensa” (Real Academia Española). “Cosa que se dice sabiendo que no es verdad
con intención de engañar” (Larousse).
Bajo la ley del Antiguo Testamento,
Jehová Dios condenó la mentira, instruyendo al pueblo a que se apartaran de
toda palabra mentirosa para permanecer en la santidad con él (Ex. 23:7). Fue revelado que la santidad cotidiana era imposible permaneciendo en el
engaño; y la mentira fue comparada expresamente con el hurto, siendo mencionada
como de la misma categoría, “No hurtaréis, y no engañaréis ni mentiréis el uno al otro” (Lev. 19:11).
En los libros de sabiduría vemos el
llamado a practicar la franqueza y la rectitud en una vida de integridad. Vemos
que la sabiduría del justo hace imposible que comulgue la mentira (Prov. 13:5).
Hay instrucciones a evitar la destrucción que trae la mentira a la vida del falto
de sabiduría (Prov. 19:5,9). Con razón dijo el salmista: “La mentira aborrezco y abomino; tu ley amo” (Sal. 119:163).
Dios no se complace en la maldad de la
mentira (Sal. 5:4-6); y por este motivo, David deseaba ver la rectitud de la
verdad en otros (Sal. 101:7).
El carácter de Dios y su visión de la
mentira no ha cambiado hasta el día de hoy. Pablo dijo por el Espíritu: “con esperanza de vida eterna, la que Dios, que no puede mentir, prometió antes
de los tiempos de los siglos” (Tito 1:2, VM).
Es muy instructivo notar que en Tito
1:2, la frase “que no miente” (RV
1960), en el texto griego es una sola palabra (adjetivo) PSEUDES (mentiroso o
falso) con el sufijo “a” (APSEUDES) que da sentido negativo a la palabra; es
decir, “no mentiroso”. Literalmente,
de Dios dijo Pablo: “Dios no mentiroso”.
Es aquel Dios no mentiroso que
dijo: “Sed santos, porque yo soy santo” (1 Ped. 1:16). “Salid de en medio
de ellos... apartaos... no toquéis lo inmundo... Y yo os recibiré” (2 Cor.
6:17).
Es por este motivo, que también leemos
las instrucciones divinas: “Por lo cual,
desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo” (Ef. 4:25). “y no toméis parte con ellos a las obras
infructuosas de las tinieblas, más bien reprendedlas” (Ef. 5:11, NT Besson). Y esto será posible solamente para aquel
que se ha despojado de “la pasada manera
de vivir” (Ef. 4:22).
Es a los cristianos a quienes Dios
dice: “vestíos del nuevo hombre, creado
según Dios en la justicia y santidad de la verdad” (Ef. 4:24). La
“verdad” está opuesta a la mentira. La mentira esclaviza; pero, la verdad
liberta (Jn. 8:32).
El carácter de Satanás se caracteriza
por la mentira (Jn. 8:44), el diablo es “mentiroso
y padre de mentira”. No seamos como Satanás, no toleremos la mentira.
Recordemos que la mentira es grave,
tanto así que ocasionó la muerte de los mentirosos Ananías y Safira (Hech.
5:3-4, 8-9).
Debemos aceptar que “ninguna mentira procede de la verdad”
(1 Jn. 2:21), y ningún mentiroso entrará en el reino de los cielos (Apoc.
22:15).