Por Josué I. Hernández
Morgan Bennett acaba de publicar un artículo con este título: “El nuevo
narcótico”, haciendo referencia directa a la pornografía. Una interesante
investigación neurológica ha puesto de
manifiesto que el efecto de la pornografía en el cerebro humano es tan potente,
si no más, que el efecto producido por algunas de las más duras sustancias
químicas adictivas, como la cocaína o la heroína.
Las cifras oficiales nos hablan
de 1,9 millones de consumidores de cocaína, 2 millones de consumidores de
heroína, en contraste con los más de 40 millones de consumidores de pornografía
online, sólo en los Estados Unidos.
Ahora bien, como antes dijimos,
el poder adictivo de la pornografía es peor al de las drogas ilegales más
duras. Considérese lo siguiente.
La cocaína es un alcaloide estimulante
que aumenta considerablemente el nivel de dopamina (el principal
neurotransmisor) en el cerebro, ocasionando, en resumen, una tremenda euforia y
placer (a base de endorfinas), para luego recaer en un estado depresivo
acompañado del fuerte anhelo de repetir la experiencia narcótica. La heroína, es
un derivado de la morfina, una droga semisintética originada a partir de la
adormidera (de la que se extrae el opio), y en contraste con la cocaína, la
heroína es un opiáceo que luego de ser administrado produce un ‘flash’
narcótico, una sensación de placer muy intensa, y a los pocos segundos un
estado de sedación total y cierta euforia, con ausencia de cualquier malestar
psíquico y que dura aproximadamente 2-3 horas, desapareciendo de forma
progresiva.
Sin embargo, tanto la cocaína
como la heroína producen el llamado efecto “rebote” por la tolerancia química
resultante, lo cual requiere en el futuro mayores cantidades de la droga para
lograr la intensidad del efecto anterior.
La pornografía, por su parte,
hace dos cosas en sujeto consumidor, ya que despierta un fuerte estímulo
cerebral (mediante la dopamina) a la vez que produce un efecto orgasmo (mediante
neurotransmisores opiáceos). Entonces, la pornografía provoca a la vez dos
tipos de sustancias químicas en el cerebro, dirigiendo al consumidor rápidamente
a la propensión adictiva.
Morgan Bennett, afirma que la pornografía no tan sólo dispara el nivel
de dopamina en el cerebro, sino que literalmente cambia la materia física de
éste, creando nuevas vías neurológicas que requerirán nuevo material
pornográfico para seguir provocando la “recompensa deseada”.
Para entender lo anterior más gráficamente, pensemos en el cerebro como
si éste fuera un denso bosque en el que los senderos están desgastados por los
excursionistas que caminan por ellos día tras día. La exposición a imágenes
pornográficas creará conexiones neuronales similares a los caminos de
excursionistas en el denso bosque cerebral, pavimentando el camino para el
recorrido de la actividad pornográfica en el cerebro. Así, pues, esas vías
neurológicas eventualmente se convierten en la carretera para que las
interacciones pornográficas se dirijan. Entonces, el usuario de la pornografía
ha creado sin saberlo, un circuito neurológico adictivo que le estimulará hacia
los temas sexuales por las normas y expectativas de la pornografía. Lo peor
aún, estas vías adictivas harán que el consumidor de pornografía tenga un deseo
por material sexual novedoso y más transgresor que el que antes consumió,
llegando a consumir con el tiempo pornografía infantil o sadomasoquista.
Otro aspecto grave de la adicción a la pornografía es que supera las
propiedades adictivas y perjudiciales del abuso de sustancias químicas. Ya que
las drogas ilegales más duras son eventualmente metabolizadas fuera del cuerpo,
mientras que las imágenes pornográficas no pueden ser metabolizadas fuera del
cerebro porque quedan almacenadas en la memoria.
En resumen, Bennett describe como la investigación neurológica confirma
el hecho fundamental de que la pornografía es un sistema de administración de
fármacos que tiene un efecto distinto, no esperado, y de gran alcance sobre el
sistema nervioso y el cerebro humano.
Lo que hemos descrito anteriormente no toma a Dios por sorpresa. Él
diseñó el cerebro y el alma. Obviamente, estos descubrimientos de la realidad
cerebral no anulan la realidad espiritual.
Cuando Jesucristo dijo “Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla,
ya adulteró con ella en su corazón” (Mat. 5:28), el
Señor vio claramente todas las implicaciones y consecuencias del pecado, como
sólo el Creador puede ver a su invención. Él sabía que lo que miramos con el
ojo físico tiene efectos profundos en el alma y el cuerpo. Así también, cuando
el sabio dijo “Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él” (Prov. 23:7), expresó evidentemente que lo que somos no puede ser
diferente de lo que pensamos.
La realidad física afecta el cerebro y el corazón (la mente), y el
corazón afecta la realidad. Es una cuestión de influencias constantes. Por lo
tanto, el terrible poder esclavizante de la pornografía no debe ser
menospreciado ni ignorado.
No podemos concluir aquí, el poder de la pornografía no es la última
palabra. Hay un poder superior, más grande, y que no es de este mundo. Dios
tiene la última palabra. El evangelio es el poder de Dios para salvación. El
apóstol Pablo dijo: “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para
salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego” (Rom. 1:16). El deseo de Dios para todos los hombres es para
salvación, esperanza, gozo y paz. Dios quiere que “todos procedan al
arrepentimiento” (2 Ped. 3:9), el apóstol Pablo lo expresó en éstas palabras cuando
escribió a los cristianos de Roma: “Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y
paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo” (Rom. 15:13).