¿Qué has hecho?


Por Josué I. Hernández


         “¿Qué has hecho?”. Es una pregunta frecuente que los padres hacen a sus hijos. Los niños aprenden de ésta pregunta a lo menos tres cosas: Que hicieron algo malo, que están atrapados, y que hay consecuencias desagradables.
Dios, también realizó ésta pregunta en los primeros capítulos de la Biblia con el mismo tipo de significado. Cuando Adán y Eva pecaron al comer el fruto prohibido, Jehová Dios le dijo a Eva: ¿Qué es lo que has hecho?(Gen. 3:13). Años después, cuando Caín asesinó a su hermano Abel, Dios confrontó a Caín con su proceder, y le dijo: ¿Qué has hecho? (Gen. 4:10).
Podemos sacar varias lecciones de ésta cuestión.

Ningún pecado se esconde de Dios.
Dios sabía lo que Adán y Eva habían hecho, incluso cuando trataron de esconderse de él (Gen. 3:8), así como también estaba bien enterado del proceder de Caín cuando éste trató de negar su pecado (Gen. 4:9). Jehová Dios lo sabía. NO podemos esconder nuestro pecado de Dios. Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta (Heb. 4:13). Llegará el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres (Rom. 2:16). Podemos ocultar nuestros pecados de los demás, pero no podemos esconderlos de Dios.

Somos responsables de nuestras acciones.
Vivimos en una sociedad donde la gente no quiere asumir la responsabilidad de sus acciones. Le echan la culpa a otros, culpan las circunstancias, culpan a la sociedad, culpan los factores de su crianza, y más aún, culpan a Dios por la manera que ellos tienen de vivir. Adán trató de culpar a Eva de su pecado, e indirectamente a Dios (Gen. 3:11-12). Eva trató de culpar a la serpiente (Gen. 3:13). Sin embargo, aunque la serpiente fue castigada, Eva siguió siendo responsable de su pecado (Gen. 3:14-16) al igual de Adán (Gen. 3:17-19). No importa lo que otros digan o hagan, ni tampoco importan las circunstancias, lo que importa es nuestra actitud hacia los mandamientos de Dios: Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos (1 Jn. 5:3).

El pecado tiene consecuencias.
Adán, Eva, Caín, y todos nosotros, enfrentamos consecuencias por nuestros pecados; la separación de Dios y el desorden social (Gen. 3:23-24; 4:13-16) y las consecuencias físicas más notorias, como la muerte física (Gen. 3:16-24). Nuestros pecados tienen consecuencias también (Gal. 6:7). La consecuencia más trágica es una espiritual (muertos en vuestros delitos y pecados, Ef. 2:1) y una paga eterna posterior (la paga del pecado es muerte, Rom. 6:23). Hay varias otras consecuencias físicas que sufrimos por el pecado, el camino de los transgresores es duro (Prov. 13:15). El arrepentimiento y la fe obediente aunque hacen posible el perdón de Dios (Hech. 2:38; 22:16), no pueden librarnos de todas las consecuencias negativas de nuestros hechos, y muchas veces podemos hacer un daño irreparable a terceros.

Dios nos juzgará.
Así como Dios juzgó a Adán, Eva y Caín, también a nosotros nos juzgará en el día final, cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí (Rom. 14:12). Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo (2 Cor. 5:10).
Sabiendo estas cosas, no nos engañemos pensando que podemos esconder nuestros pecados de Dios. No nos engañemos culpando a otros por nuestras libres elecciones. No pensemos que podemos pecar sin pagar un precio por ello. En vez de ello, preparémonos para el juicio en el tribunal de Cristo.
Si tiene que arrepentirse y obedecer el evangelio, hágalo ahora, no se detenga. Esforcémonos por mantener todos los aspectos de nuestra vida en consonancia con la ley del Señor Jesús, su evangelio.



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