¿Quién entrará en el reino de los cielos?


“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad”
(Mat. 7:21-23).


Por Josué I. Hernández


          No sólo debemos cuidarnos de los falsos profetas (Mat. 7:15), sino también del engaño de nuestras propias palabras que pretendan reemplazar la obediencia (Mat. 7:21-23).

          No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mat. 7:21).
            Cristo quiere que tengamos muy claro que no es lo mismo decir que hacer.  Es imprescindible la obediencia a su palabra que trajo del cielo (Mat. 7:24; 12:50; Luc. 6:46). Nuestras palabras no reemplazarán la acción, como tampoco el oír reemplazará el creer. Cristo debe ser nuestro Soberano, Gobernador, Maestro y Guía, por lo tanto, es correcto llamar a Cristo “Señor” (Jn. 13:13) pero debemos vivir conforme a esta afirmación (Mat. 28:18; Hech. 4:12).   

          Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? (Mat. 7:22).
          Muchos, simplemente, no quieren obedecer (Jn. 7:17; Mat. 23:37). No quieren obedecer porque no aman a Dios (Jn. 14:21-24). Las llamadas “buenas obras” no sustituyen la obediencia. Muchos religiosos practican varias cosas buenas, pero tienen una actitud negativa hacia las Escrituras. Su religión es como veneno para ratones (98% cereal, 2% veneno), es como un billete falso (entre más aparentemente genuino más peligroso).
          La obediencia no es reemplazada por falsas profecías, exorcismos truculentos y milagros mentirosos (cf. Mat. 24:24; 2 Tes. 2:9), cosa bastante común hoy en día. Recordemos que el propósito de los dones sobrenaturales jamás contradijo la autoridad de Cristo y la necesidad de la obediencia (Mar. 16:20; Hech. 14:3; Rom. 1:5; 16:26).   

          Siempre es posible la apostasía: Judas hizo milagros (Mat. 10:1-4). Pablo reconocía que podía caer (1 Cor. 9:27).
          Mas si el justo se apartare de su justicia y cometiere maldad, e hiciere conforme a todas las abominaciones que el impío hizo, ¿vivirá él? Ninguna de las justicias que hizo le serán tenidas en cuenta; por su rebelión con que prevaricó, y por el pecado que cometió, por ello morirá (Ez. 18:24).
          “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos (Sant. 2:10).  

          Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad (Mat. 7:23; cf. Luc. 13:26-30).
          “Y entonces les declararé”. Sin obediencia genuina, la declaración del Señor será negativa (cf. Mat. 10:32).
          “Nunca os conocí”. Los desobedientes nunca son ni serán aceptados. No importa el más impresionante culto voluntario (Col. 2:22-23) si Dios no le conoció en una relación de aprobación (1 Cor. 8:3; Gal. 4:9; 2 Tim. 2:19).
          “hacedores de maldad”. Lo más engañoso de la rebeldía es la apariencia de piedad que puede proyectar, por supuesto la apariencia no engaña a Dios.

          He aquí el día en que la máscara será quitada, lo oculto descubierto y las intenciones reveladas. En aquel gran día quedará más claro que nunca, que no es lo mismo decir que hacer, oír que creer, afirmar que obedecer. Este será el día del juicio final: “E irán estos al castigo eterno” (Mat. 25:46).
 

          ¿Es usted de los que dicen pero no hacen? ¿Hasta cuándo oirá sin creer? ¿Por qué no obedece a Dios hoy mismo? Hoy es el día de salvación.


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