Por Josué I. Hernández
Cuando el apóstol Pablo llegó como
prisionero a Roma “convocó a los principales
de los judíos”
(Hech. 28:17) y con toda confianza les dijo “Yo,
varones hermanos, no habiendo hecho nada contra el pueblo, ni contra las
costumbres de nuestros padres, he sido entregado preso desde Jerusalén en manos
de los romanos; los cuales, habiéndome examinado, me querían soltar, por no
haber en mí ninguna causa de muerte. Pero oponiéndose los judíos, me vi
obligado a apelar a César; no porque tenga de qué acusar a mi nación. Así que
por esta causa os he llamado para veros y hablaros; porque por la esperanza de
Israel estoy sujeto con esta cadena” (Hech. 28:17-20).
A pesar de la infamia que rodeaba a la
iglesia del Señor de la cual Pablo era reconocido en varios lados como un “cabecilla” (Hech.24:5), los principales
de los judíos en Roma quisieron oír del propio Pablo una defensa. Todo lo que
ellos sabían de la “secta” fue la mala reputación que oían de
ella (Hech. 28:22). Pero, la actitud
razonable para oír a Pablo es digna de alabanza.
Notemos lo que ellos hicieron, y luego lo
que dejaron de hacer:
1. No aceptaron
ciegamente lo que se les dijo. Mucho de lo que escuchamos de otras personas no es
verdad, a pesar de que los chismosos esperan que así lo sea. En este caso la infamia que rodeaba a los
cristianos era el fruto de una campaña de falsa representación liderada por los
judíos (cf. 1 Tes. 2:14-16). Un enemigo
no tiene la fama de decir la verdad, y todo aquel que ha sufrido la falsa
representación sabe bien a qué nos referimos con esto.
A pesar de las apariencias, los líderes judíos de
Roma no descartaron inmediatamente a
la difamada “secta”, primero quisieron oír a Pablo, y esto es encomiable (Hech.
28:21-22).
2. Buscaron
información adicional de la otra parte en el conflicto. Cuando Pablo les citó, ellos quisieron saber más de
éste grupo controversial. Ellos procedieron de una manera muy diferente
a cómo actúan quienes sólo pretenden defender a sus amigos. A pesar de la mala actitud de los judíos
incrédulos y de la controversia que envolvía a “la secta de los nazarenos” (Hech. 24:5) éstos los líderes judíos
actuaron honorablemente.
Muchas personas no quieren tener relación con la controversia, es cosa de que oigan de
algún problema para que busquen como relativizar todo, hacer acepción de
personas o simplemente actuar como si el problema no existiera. Nos preguntamos ¿cómo actuarían los tales,
frente a un reconocido “cabecilla” de la “secta
de los nazarenos”? No lo sabemos, sólo podemos imaginar. Sin embargo, el justo procura apoderarse de
la verdad (Prov. 23:23) a pesar de que la verdad pueda ser controversial y estar
envuelta en la polémica.
Los líderes judíos no descartaron inmediatamente a
la difamada “secta”, ellos querían respuestas y estuvieron dispuestos a oírlas.
A pesar de lo anterior, cuando Pablo
explicó la verdad del caso y les predicó el evangelio “algunos asentían a lo que se decía, pero otros no creían” (Hech. 28:24).
Aquí aprendemos que a pesar de contar con una audiencia que quiere informarse
de la verdad, y en las circunstancias más favorables, no todos aceptarán el
evangelio (Hech. 28:25-29).
No debemos desalentarnos en la
predicación y defensa de la verdad (Fil. 1:17, 27), debemos estar siempre
preparados para hacerlo con todas las fuerzas (1 Ped. 3:15). Algunos se convencerán y debemos esforzarnos
por llegar a ellos, a pesar de que carguemos con la infamia de algún enemigo
que nos ha etiquetado con malicia.