Por Josué I. Hernández
Las condiciones para recibir el perdón de los pecados han sido
establecidas por Jesucristo, y podemos leer de esto en Mateo 28:18-20 y Marcos
16:15-16.
Pedro, en el día de Pentecostés de Hechos 2, siguiendo las instrucciones
de Cristo, proclamó a sus compungidos oyentes: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de
Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo”
(Hech. 2:38).
Lamentablemente, encontramos hoy en día a muchos líderes religiosos que
enseñan que no se debe hacer nada para obtener el perdón de los pecados, sino
que solamente se debe hacer “la oración del pecador” para invitar a Jesús a
venir a su corazón, y que de esta forma la persona es salva. Es terrible como
los hombres han cambiado el plan bíblico para la salvación de las almas por sus
doctrinas humanas. Lo más penoso es
saber que muchos no se dan cuenta de que sus líderes religiosos les están
enseñando una mentira que contradice la palabra de Cristo respecto al perdón de
los pecados.
La doctrina de “la oración del pecador” y la salvación “por la fe sola”
es desconocida en el Nuevo Testamento, no hay ningún pasaje bíblico que apoye
esta creencia humana que promueve el suicidio espiritual, pues los que la
ejecutan se “sienten” seguros de una salvación inexistente al basar su fe en
las tradiciones de los hombres (Mat. 15:9).
Las condiciones de Cristo para que el pecador alcance el perdón de los
pecados podemos ejemplificarlas como una escalera de cinco peldaños. Cada peldaño es un paso de obediencia que el
pecador tiene que dar, y cada paso lo acerca a Cristo, al perdón de sus pecados
y a la salvación de su alma. Estos cinco
pasos de obediencia se enseñan en las páginas del Nuevo Testamento y no son
difíciles de comprender, ni mucho menos de obedecer si uno tiene la voluntad
dispuesta (1 Jn. 5:3).
¿Qué debe hacer el
pecador para ser salvo?
Cristo “vino a ser autor de eterna
salvación para todos los que le obedecen” (Heb. 5:9). La obediencia a Cristo no es una obra de invención humana, sino la aceptación de la gracia
de Dios. El hombre debe aceptar la salvación por gracia con su
obediencia al evangelio de Cristo.
El hombre obedece el evangelio (2 Tes. 1:8) y Dios perdona sus pecados
(Rom. 1:16). Es así como el hombre recibe “el
amor de la verdad” para ser salvo (2 Tes. 2:10; Jn. 8:32), es así como el
hombre tiene contacto con la sangre de Cristo (Ef. 1:7; 1 Cor. 6:11)