Por Stan Cox
Son varios los que afirman que el desarrollo exitoso de un niño, requiere
de la asistencia e intervención de toda la sociedad. En otras palabras, se necesita “todo
un país” para criar a un niño, porque sin la ayuda de la colectividad nuestros
hijos no podrán desarrollarse
plenamente. Sin embargo, aunque la postura antes indicada erosiona el conjunto
de responsabilidades y derechos de los padres sobre sus hijos, tal ideología es
aceptada y promovida con entusiasmo por profesionales y políticos liberales.
Así mismo, muchos padres aplauden las medidas colectivistas que responsabilizan
a la sociedad de la crianza de sus hijos.
Simple y llanamente, lo que se está afirmando es que nuestros
hijos son propiedad de la sociedad, de la comunidad entera. Por lo tanto, es la
sociedad en su conjunto la responsable de la crianza de nuestros hijos.
Los padres bien sabemos que semejante filosofía ya se está
implementando en las diversas áreas de las actividades escolares desde hace
varios años, aunque ahora se deja sentir con más fuerza. Por ejemplo, los
padres ya no tienen que preocuparse por enseñar sobre la sexualidad, esto lo
harán los profesionales escolares. Incluso, algún profesor se tomará
atribuciones que no le corresponden al inculcar alguna tendencia liberal o
filosofía moral, que interferirá con los valores más conservadores que los
padres y tutores pretendan inculcar sobre los niños.
Es verdad que muchos niños de hogares destrozados necesitan de
quienes les guíen. Sin embargo, la solución que se pretende sólo empeora el
problema. No se ayuda a los encargados directos cuando se les quita la
responsabilidad. Así, pues, muchos padres están dejando en manos de terceros la
crianza de sus hijos, al aprovechar la crianza que la sociedad les promete para
sus niños. Para ellos, la crianza colectiva es una maravilla que les permite
despreocuparse y satisfacer su egoísmo.
Para nuestro asombro, se observa una tendencia similar en el
pueblo de Dios. No son pocos los padres que creen que la iglesia local ha de
criar a sus hijos. Ellos creen que la iglesia es su conjunto puede suplir la
responsabilidad del individuo, tal cosa no es así. La iglesia local tiene una
obra que hacer, pero no está prescrito para ella que críe los hijos de los
irresponsables.
La Biblia deja sobre los hombros de los padres la responsabilidad
de criar a sus hijos. El apóstol Pablo escribió: “Y vosotros padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino
educadlos en la disciplina y amonestación del Señor” (Ef. 6:4, VM). Lo que Pablo
mandó por el Espíritu, es lo que Dios espera de los padres. Son los padres
quienes han de educar a sus hijos e inculcar en ellos los principios divinos
para gobernar sus vidas. Como la ley también decía “Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y
diligentemente las enseñarás a tus hijos, y hablarás de ellas cuando te sientes
en tu casa y cuando andes por el camino, cuando te acuestes y cuando te
levantes” (Deut. 6:6-7, LBLA).
Mi hijo es mío, no pertenece a la comunidad. Ni el Estado, ni la
iglesia, tienen la responsabilidad de criar a mi hijo. Yo tengo ese privilegio
y esa responsabilidad. La noción de que nuestros hijos pertenecen a la
comunidad es una filosofía impía, una doctrina de demonios. No es una
exageración el alzar la voz en solemne protesta contra una idea que la mayoría
está aceptando con creciente interés.
Está de más decir que por lo general los “valores” de la
colectividad no son bíblicos, y no quiero que mi hijo abrace tales filosofías
humanas. Por lo tanto, concluyo diciendo “…si mal os parece servir a
Jehová, escogeos hoy a quién sirváis… pero yo y mi casa serviremos a Jehová” (Jos. 24:15).