Las cuatro “C” de la predicación eficaz



Por Josué I. Hernández


Cualquier predicador que diligente está esforzándose por hacer bien la “obra de evangelista” (2 Tim. 4:5) procurará llevar a cabo este trabajo lo más eficazmente posible.  Entonces, ¿cómo se puede predicar con mayor eficacia el evangelio de Cristo?  En este artículo, me gustaría considerar cuatro sencillos puntos que nos ayudarán a lograr éste noble objetivo. 

Los siguientes puntos no se basan en la experiencia personal, la sabiduría humana, o algún tipo de educación formal.  Más bien, estos puntos los hemos tomado directamente de la palabra de Dios. 

Correcta

Todo aquel que se dispone a hablar a otros acerca de asuntos espirituales, tiene la obligación de hacerlo conforme a las palabras de Dios (1 Ped. 4:11).  Entonces, ¿cómo el fiel predicador logrará hacer esto? Obviamente, todo comienza con el deseo y esfuerzo por representar fielmente las Escrituras.  Por lo tanto, para lograr este cometido, ha de intervenir la acción de un carácter aprobado, y el predicador ha de seguir el ejemplo de Esdras, Porque Esdras había preparado su corazón para inquirir la ley de Jehová y para cumplirla, y para enseñar en Israel sus estatutos y decretos (Es. 7:10). 

El Espíritu Santo dijo por boca de Pablo: “de las cuales cosas desviándose algunos, se apartaron a vana palabrería, queriendo ser doctores de la ley, sin entender ni lo que hablan ni lo que afirman” (1 Tim. 1:6-7).  Aquí aprendemos que el que no comprende las Escrituras no es apto para enseñar las Escrituras.

Lamentablemente, por su falta de comprensión el indocto e inconstante no logra la exposición que “alumbra” el entendimiento (Sal. 119:130).  Por este motivo, Pablo dijo a Timoteo Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad (2 Tim. 2:15).

Concisa

Ser conciso en la predicación de la palabra de Dios, no significa que utilizaremos unas pocas palabras en lugar de muchas palabras. La concisión a la que nos referimos es la brevedad y economía de medios en el modo de expresar un concepto bíblico con exactitud. 

El apóstol Pedro usó otras muchas palabras para persuadir a los judíos, al punto que testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación (Hechos 2:40).  Ningún estudiante de la Biblia, honestamente pondría en duda la eficacia de la predicación de Pedro en esta ocasión.  En ésta ocasión Pedro usó de “muchas palabras” sin dejar de ser conciso.

En lugar de imponer un límite estricto en la propia cuenta de la palabras, un predicador eficaz presentará sucintamente el evangelio, limitándose a la palabra de Dios sin aumentarla o alterarla (Apoc. 22:18-19, Gal. 1:8-9). 

A pesar de que no rehuirá de anunciar todo el consejo de Dios (Hech. 20:27), el predicador conciso se abstendrá de promover la sabiduría de los hombres (1 Cor. 2:1-5) evitando las fábulas y genealogías interminables, que acarrean disputas y las profanas pláticas sobre cosas vanas, y los argumentos de la falsamente llamada ciencia (1 Tim. 1:3-4; 6:20; cf. 2 Tim. 4:3-4).

Clara

Un predicador del evangelio debe esforzarse por exponer la verdad de manera totalmente inconfundible, y seguirá el buen ejemplo de Pablo es esto, Así que, teniendo tal esperanza, usamos de mucha franqueza (2 Cor. 3:12). 

En la enseñanza sobre los dones sobrenaturales, Pablo declaró un principio que se sigue aplicando hoy en día en cualquier predicación. “Ahora pues, hermanos, si yo voy a vosotros hablando en lenguas, ¿qué os aprovechará, si no os hablare con revelación, o con ciencia, o con profecía, o con doctrina? Ciertamente las cosas inanimadas que producen sonidos, como la flauta o la cítara, si no dieren distinción de voces, ¿cómo se sabrá lo que se toca con la flauta o con la cítara? Y si la trompeta diere sonido incierto, ¿quién se preparará para la batalla? Así también vosotros, si por la lengua no diereis palabra bien comprensible, ¿cómo se entenderá lo que decís? Porque hablaréis al aire” (1 Cor. 14:6-9). 

El apóstol Pablo dijo que el hablar en lenguas era inútil si nadie entendía lo que se decía. De la misma manera, la gente debe entender lo que se enseña para que la exposición les sea de utilidad. Aquel que predica el evangelio debe esforzarse para que lo predicado quede muy claro, para que todos los de corazón honesto comprendan y obedezcan el mensaje (Luc. 8:15, Jn. 7:17).

Convincente

Por último, el buen predicador debe esforzarse por persuadir a obedecer la palabra de Dios. No sólo informará sino que también inducirá y moverá los corazones honestos con la evidencia bíblica que les concierne. 

El apóstol Pablo siempre usaba de persuasión: “…Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres; pero a Dios le es manifiesto lo que somos; y espero que también lo sea a vuestras conciencias” (2 Cor. 5:10-11).  La persuasión que frecuentemente utilizaba fue muy evidente a los ojos de Agripa, quien le dijo: Por poco me persuades a ser cristiano (Hech. 26:28).

El fiel predicador comprende el destino de los incrédulos y desobedientes “…pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder (2 Tes. 1:8-9). Sabiendo esto, Pablo hizo todo lo que pudo para convencer a la gente con el evangelio de Cristo (Ej. Hech. 17:2-3). 

La palabra de Dios es verdad (Jn. 17:17; Sal. 119:160). Por lo tanto, si uno va a convencer a otros de la verdad, tiene que apelar a la Escritura, citando libro, capítulo y versículo para mostrar a otros de qué se deben convencer.