"si el profeta
hablare en nombre de Jehová, y no se cumpliere lo que dijo, ni aconteciere, es
palabra que Jehová no ha hablado; con presunción la habló el tal profeta; no
tengas temor de él" (Deuteronomio 18:22)
Por Josué I. Hernández
La palabra de Dios no queda sin
cumplimiento (Mat. 24:35; Is. 55:11), pero las palabras de los falsos profetas
no son de Dios y siguen cayendo a tierra sin cumplirse.
Según la Biblia (Deut. 18:22) cuando el
profeta anuncia un acontecimiento y éste no se cumple, el tal no es de Dios,
sino un presuntuoso del cual no hay que temer. Tal hombre fraudulento, ha de
ser señalado como falso y su doctrina ha de ser declarada como “doctrina de hombres” y no de Dios.
La “sabiduría” del falso maestro “no es la que desciende de lo alto, sino
terrenal, animal, diabólica” (Stgo. 3:15). Por lo tanto, su sistema de creencias
especulativas ha de ser abandonado por los integrantes de dichas organizaciones
que enseñan “como doctrina, mandamientos
de hombres” (Mat. 15:9). Tales
líderes religiosos fraudulentos son “ciegos
guías de ciegos” (Mat. 15:14), y Cristo mismo lo dijo: “si el ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo” (Ibíd.)
El propósito de la Biblia es madurar al
hombre en Cristo (2 Tim. 3:16-17). La Biblia no fue revelada para que tengamos
que determinar los eventos finales al jugar con números de manera antojadiza.
Lamentablemente, son muchos los que han
señalado fechas para acontecimientos escatológicos. Son varios los “iluminados” que presumieron
hablar “conforme a las palabras de Dios” (1
Ped. 4:11) pero torcieron la Escritura “para
su propia perdición” (2 Ped. 3:16) debido que progresaron “más allá de lo que está escrito” (1
Cor. 4:6). ¿Puede un falso profeta presentarse a Dios aprobado, como quien traza
bien la palabra de verdad (2 Tim. 2:15)? ¡Por supuesto que no! Todos los
especuladores denominacionales, son reprobados en cuanto a la fe (2 Tim. 3:8). Estos
especuladores, no han entendido que “Las
cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios; mas las reveladas son para
nosotros y para nuestros hijos para siempre...” (Deut. 29:29).
La verdadera revelación de Dios jamás
dependía del razonamiento subjetivo y particular del profeta (2 Ped. 1:20), al
contrario “nunca la profecía fue traída
por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo
inspirados por el Espíritu Santo” (2 Ped. 1:21).
La lista de fracasos proféticos es larga,
son varios los que han utilizado la Escritura para especular con números,
fechas y calendarios, vaticinando eventos sensacionales que luego no han ocurrido.
Veamos algunos ejemplos:
William
Miller
(1782-1849), fue un predicador, masón, militar, agricultor y jefe cívico local
en Low Hampton. Miller estaba fascinado
con la historia y la profecía bíblica y a partir de sus estudios y conclusiones,
comenzó a predicar desde 1831 el inminente segundo advenimiento de Cristo.
Señaló para este advenimiento el tiempo
entre el 21 de marzo de 1843 y el 21 de marzo de 1844, período que corresponde
al año judaico. Hallándose equivocado en sus cálculos, entonces señaló al año
1845 como la próxima fecha para la venida de Cristo, y otra vez falló. Hubo disensión entre sus seguidores debido al
fracaso de sus vaticinios, y esto derivó el nacimiento del grupo dirigido por
la Sra. Ellen Harmon de White, quien llegó a la conclusión de que Cristo había
venido de manera invisible en 1844 y que su presencia se haría visible pronto.
William Miller es considerado el padre del
movimiento Adventista en Estados Unidos. Entre sus descendientes directos
existen varias denominaciones, incluyendo la Iglesia Adventista del Séptimo día
y el movimiento “International Bible Students” quienes después se llamaron
“Testigos de Jehová”.
Elena
G. de White
(1827-1915), afirmó haber recibido visiones después de no cumplirse el segundo
regreso de Jesús fijado para octubre de 1844 señalado por William Miller, a
quien ella seguía. Las visiones de la
señora White dieron base para que el Movimiento Adventista considerara que en
ella se manifestó el "don de profecía", lo cual dotó a sus escritos
de gran importancia para los creyentes de esta denominación. Algunos de los fiascos proféticos de Elena de
White son los siguientes:
- Afirmó que hasta el 22 de octubre de 1844 Jesús no ascendió a la diestra de Dios (The Great Controversy, p.480), contradiciendo con esto la misma palabra de Dios que declara que Cristo ha ascendido a los cielos, a la diestra de Dios (Hech. 1:9-11; 2:32-36; 1 Ped. 3:22).
- Profetizó que ella estaría viva cuando Jesús regresara (Early Writings, pp. 15-16).
- Profetizó que Inglaterra declararía la guerra a Estados Unidos durante la Guerra de Secesión (Testimonies for the Church, vol. I, p. 259).
- Profetizó que la Guerra de Secesión americana (1861-5) era una señal de la pronta venida de Cristo (Idem, p. 260).
- Profetizó en los años 50 del siglo XIX que Cristo regresaría en “unos pocos meses” (Early Writings, p. 58; Idem, p. 64; Idem, p. 67).
- Profetizó que los adventistas que vivieran en 1856 estarían vivos para la Segunda Venida de Cristo (Testimonies for the Church, vol. I, pp. 131-132).
- Profetizó que Cristo regresaría antes de que fuera abolida la esclavitud en Estados Unidos (Early Writings, pp. 35 y 276) lo que sucedió en 1863.
Charles
Taze Russell
(1852-1916), fue líder de la organización International Bible Students desde
1870 a 1916. Russell señaló que la segunda venida de Cristo ocurriría en 1874,
luego en 1914 y por último en 1918.
Joseph
Rutherford
(1869-1942), fue el presidente de los “Testigos” desde 1917 a 1942. Bajo su liderazgo,
la organización de los Testigos del Atalaya, vaticinó que el Armagedón
ocurriría en 1925.
Nathan
Knorr
(1905-1979), fue presidente de los Testigos desde 1942 a 1977. Bajo la
presidencia de Knorr, la organización de los Testigos, señaló que el Armagedón ocurriría
en 1975, publicando las siguientes palabras: “Según esta cronología bíblica fidedigna seis mil años desde la
creación del hombre terminarán en 1975, y el séptimo período de mil años de la
historia humana comenzará en el otoño de 1975” (Vida eterna, en libertad de
los hijos de Dios”, 29, publicado en 1966).
Según la doctrina de los Testigos, el
séptimo período de mil años corresponde al “milenio”, que según ellos es la
época terrenal mencionada en Apocalipsis 20:4-6 (aunque Apocalipsis no menciona
algún reinado milenial en la tierra). El vaticinio de Nathan Knorr, que comenzó
a promocionarse desde 1966, involucraba cuatro eventos escatológicos que
ocurrirían en 1975: 1) La batalla de Armagedón. 2) La aniquilación de la
Iglesia Católica Romana y las demás denominaciones. 3) La destrucción de los
poderes políticos mundiales. 4) El comienzo del Milenio en la tierra.
Conclusión
La Biblia no ha sido revelada para que los
hombres usen las fechas y números en ella registrados como variables
supersticiosas para datar eventos modernos. No hay código numérico revelado que
permita calcular el cumplimiento de las cosas secretas que pertenecen a Jehová (Deut.
29:29; comp. Mat. 24:36).
Por mucho que se esfuercen los “teólogos”
milenaristas, no podrán fechar sus eventos escatológicos imaginarios. Es
importante reconocer que la segunda venida de Cristo, la resurrección general,
el arrebatamiento y el juicio final, son eventos cuya fecha de cumplimiento no
fue revelada y jamás se conocerá hasta que sucedan.
Como hemos afirmado, y nuevamente
repetimos, el esfuerzo de buscar en la Biblia las variables aritméticas para
determinar eventos futuros es un trabajo vano, una imposibilidad matemática, y
sobre todo un estudio pseudo bíblico que sólo produce conjeturas supersticiosas
que apartan a los hombres de la verdad.
Es lamentable como varios han torcido
las Sagradas Escrituras fracasando en sus vaticinios sensacionalistas, mientras
sus seguidores esperan en vano por el cumplimiento de sus torcidas ideas. Pero,
más penoso aún, es que luego del fiasco profético de sus líderes, los
seguidores buscarán el “error de cálculo” de sus antecesores y continuarán en
una organización humana desconocida en las Escrituras.
La Biblia fue revelada para que el
hombre conozca el propósito eterno que Dios hizo en Cristo Jesús (Ef. 3:11)
quien vino al mundo para darnos a conocer quien es Dios (Jn. 1:17-18). Por
esto, la vida eterna consiste en conocer (aprobar) al Padre y a su Hijo (Jn.
17:3) oyendo la sabiduría oculta que fue revelada por los apóstoles de Cristo
(1 Cor. 2:7-10).
Nadie puede alcanzar la vida eterna, en
el día final, sin conocer a Dios y obedecer el evangelio de nuestro Señor
Jesucristo (2 Tes. 1:7-9). Por esta razón la Biblia enfatiza la necesidad que
el hombre tiene de oír a Cristo (Mat.
17:5; Hech. 3:23) a través de quien el Padre nos ha hablado (Heb. 1:1-2), y
obedecer las condiciones del evangelio del Señor (Heb. 5:9; Mar. 16:15) para
ser salvos (1 Cor. 1:21).