La esperanza de la resurrección


Por Josué I. Hernández


El apóstol Pablo escribió: “Si por motivos humanos luché contra fieras en Efeso, ¿de qué me aprovecha? Si los muertos no resucitan, COMAMOS Y BEBAMOS, QUE MAÑANA MORIREMOS. No os dejéis engañar: "Las malas compañías corrompen las buenas costumbres” (1 Cor. 15:32,33, LBLA).

En Anchiale, cerca de Tarso, se levanta una estatua de Sardanápalo, con ésta inscripción: “Come, bebe, goza, el resto nada es”. Este era el lema de los epicúreos, un reflejo del proceder de nuestra sociedad.

Según la filosofía de los epicúreos, no sirve de nada el controlar las pasiones en una vida de justicia y abnegación si delante de cada cual está la muerte, pues todo terminará en esta vida física. Por lo tanto, con esta cosmovisión, todo conduce, inevitablemente, al hedonismo y a la sensualidad, y queda justificado el actuar por lo que se siente, en lugar de proceder en base a la verdad y las convicciones acordes a ella.

A quienes negaban la resurrección de los muertos el apóstol Pablo los confrontó con las consecuencias morales de su convicción. ¿De qué servía el esfuerzo apostólico de Pablo si no hay una resurrección general y un destino eterno? Si al morir todo termina, ¿por qué evitar el entregarse a la disipación de una vida desenfrenada? Pero, si Dios existe, entonces todos los milagros, incluida la resurrección general, no sólo son posibles, son una realidad tal cual como son registrados en la Biblia.

Sin duda alguna, la esperanza del evangelio de una resurrección general de justos y de injustos, provee el control de restricción moral que el hombre tanto necesita.

El apóstol Pablo dijo, teniendo esperanza en Dios, la cual ellos también abrigan, de que ha de haber resurrección de los muertos, así de justos como de injustos (Hech. 24:15). No obstante, "Si los hombres se persuaden que han de morir como bestias, pronto llegarán a vivir como bestias también" (Jamieson, Fausset, Brown, citando a South). Y según la experiencia, y la revelación bíblica, el hombre puede actuar como un animal irracional, sujeto a sus pasiones, y reaccionando sólo por lo que dicten sus deseos (2 Ped. 2:12; Jud. 10). Como alguien afirmó, "La creciente banalización del arte y la literatura, el triunfo del amarillismo en la prensa y la frivolidad de la política son síntomas de un mal mayor que aqueja a la sociedad contemporánea: la suicida idea de que el único fin de la vida es pasársela bien".

La esperanza en esta “vida presente” de una existencia celestial “venidera” con Dios en los cielos, es la motivación del evangelio para que todo corazón noble manifieste la piedad (1 Tim. 4:7). Para que tal esperanza se haga realidad, se requiere que los muertos resuciten, y esto es precisamente lo que el evangelio de Cristo afirma que sucederá.

Cristo dijo: “No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación” (Jn. 5:28,29).

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