Por Josué I. Hernández
Fue un encuentro sorprendente entre Poncio Pilato, el procurador romano,
y Jesucristo, el Hijo de Dios. Los dos estaban frente a frente. “¿Así que tú eres rey?” Preguntó el gobernador. El
Señor, respondió que sí al afirmar: “Tú
dices que soy rey. Para esto yo he nacido y para esto he venido al mundo, para
dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz”. Entonces Pilato dijo “¿Qué es la verdad?” (Juan 18:37,38, LBLA).
“Esta es precisamente la actitud del mundo. Es la actitud no sólo del
escepticismo sino también -- y aun peor -- de la indiferencia. A Pilato no le
interesaba la verdad sino sólo lo que le conviniera políticamente. Caifás y los
judíos tenían la misma actitud, (11:50) y
por esta razón se unieron para crucificar a Cristo. La verdad estaba delante de él,
pues Jesús es "la
verdad" (14:6). Cristo es la fuente de la verdad y es la personificación
de la verdad. Él es la verdad encarnada. Es el Originador y el Comunicador de
la verdad. La palabra verdad se refiere a la realidad o el hecho. El Antiguo
Testamento presentaba la figura y la sombra de la realidad, pero Cristo es la
realidad; Él era el corazón de la ley, los profetas y los salmos (Luc. 24:44).
Los mandamientos y opiniones de los hombres no son la verdad, pues no tienen
realidad y son pura espuma, sin substancia”
(Notas sobre Juan, Wayne Partain).
La pregunta de Pilato manifestaba, de alguna manera, la creencia antigua
en muchos dioses y diversas filosofías (Hech. 17:16,22,23). El mundo del
primer siglo era inmoral y politeísta. Los filósofos paganos se
entretenían con los diversos puntos de vista en constante flujo, siempre
interesados “en decir o en oír
algo nuevo” (Hech. 17:21) a
ellos no les interesaba la
verdad.
Pilato tenía la actitud de la mayoría de las personas relativistas de
hoy en día, quienes creen que la verdad es subjetiva para el individuo y que no
hay punto de vista mejor que otro. Tal es el legado del Posmodernismo.
Posmodernismo
¿Qué es exactamente el “posmodernismo”? Una de las descripciones más
breves que he encontrado viene, paradójicamente, de un escritor muy liberal, el
Dr. William Dever (arqueólogo prominente y ex director del Instituto Albright
de Investigación Arqueológica en Jerusalén) quien escribió:
“El postmodernismo es esencialmente una teoría del conocimiento que
afirma que no existe un conocimiento real (por lo menos no objetivo) en el
mundo exterior que pueda ser percibido por los sentidos humanos. Como
Friedrich Nietzsche, el conocido filósofo nihilista de finales del siglo 19 y
uno de los fundadores de la postmodernidad, dijo: “No hay hechos, sólo
interpretaciones…” El objetivo básico de la revolución postmoderna fue triple:
(1) Todos los reclamos por la verdad, es decir al valor de ella, no son más que
construcciones sociales, y por lo tanto, impresiones, relativas más que
absolutas, en gran parte ficticias y sujetas a ser borradas. (2) No existe una
realidad uniforme ni universal, lo que importa es sólo lo local, lo
fragmentario, lo exótico, incluso lo absurdo. La realidad social ha de ser
descentralizada, expuesta en todas sus ilusiones ideológicas, sometida a un
constante reinventarse a sí misma. (3) El relativismo moral y el
multiculturalismo debe prevalecer, todos los problemas se convierten en los de
la política: raza, clase, género y poder. Lo que pesa en fin no es "la
verdad", porque no hay otra, salvo que en la retórica, lo más extremo es
lo mejor”.
Matices De Significado
El término “verdad” (del griego aletheia) es un sustantivo,
sus adjetivos correspondientes son alethes (descubierto, manifiesto),
alethinos (verdadero en el sentido de real, ideal, genuino) y gnesios
(verdadero, genuino, sincero). Uno de sus adverbios correspondientes es
alethos (con seguridad, verdaderamente) el cual es muy utilizado en el
Nuevo Testamento. La forma verbal es aletheuo que significa “tratar con fidelidad o con verdad
con cualquiera” (Ef. 4:15, “siguiendo la verdad en amor”).
Estos términos adquieren diferentes matices de significado dependiendo
del contexto en que ocurren, el examen de éstos no sólo puede ser útil, sino
también instructivo y provechoso.
1. “Verdad” a veces lleva consigo el significado de lealtad. Un verdadero amigo, un verdadero patriota, etc. Aquel que
es fiel a un compromiso. Por ejemplo, Cristo dijo: “Si vosotros permanecéis en mi
palabra, verdaderamente sois mis discípulos” (Jn. 8:31, LBLA), aquí vemos una
demanda de fidelidad. La verdad de Cristo es vinculante. Judas, por
ejemplo, no fue fiel al Señor.
2. “Verdad” se puede utilizar de lo que es genuino (en
oposición a los falsos, la falsedad o la falsificación). Por ejemplo, Cristo dijo “Vosotros
me conocéis y sabéis de dónde soy. Yo no he venido por mi propia cuenta, pero
el que me envió es verdadero, a quien vosotros no conocéis” (Jn. 7:28, LBLA). Pablo elogió a
los Tesalonicenses al decir “cómo
os convertisteis de los ídolos a Dios para servir al Dios vivo y verdadero” (1 Tes. 1:9, LBLA).
3. “Verdad” se usa también de aquello que se ajusta a la
realidad, ya sea en el plano físico como en el espiritual. Por ejemplo, el punto de congelación del agua, una multiplicación
de aritmética, etc. Cosas objetivas que toda persona racional puede
reconocer. Sin embargo, es necesario admitir que el mundo físico no es el único caracterizado por la
verdad objetiva. El profesor Gordon Clark (jefe del departamento de
filosofía de la universidad de Butler) ha señalado, y con razón, que “la verdad moral y espiritual es tan
verdad como la verdad matemática, científica e histórica. Es igualmente
intelectual”.
Los antiguos paganos fueron condenados “porque
cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la
criatura en lugar del Creador, quien es bendito por los siglos. Amén” (Rom. 1:25, LBLA). W. E. Vine
considera que la expresión “la verdad de Dios” puede ser “la verdad acerca de Dios” o “Dios,
cuya existencia es una realidad”. En este contexto, lo más
fundamental de todas las cosas es la existencia de Dios (Heb. 11:6) y la mente
humana puede percibir (por deducción, inferencia) la elocuente implicación que Dios ha dejado en la creación
acerca de su propia existencia (Sal. 19:1-6; Rom. 1:20). Negar la
existencia de Dios, es negar la verdad más fundamental para vivir en un mundo
de fantasía. Dios ha dado testimonio de sí mismo (Hech. 14:17).
Pablo escribió a los hermanos de Tesalónica, y felicitándoles les dijo “Por esto también nosotros sin
cesar damos gracias a Dios de que cuando recibisteis la palabra de Dios, que
oísteis de nosotros la aceptasteis no como la palabra de hombres, sino como lo
que realmente es [conforme a
la realidad], la palabra de Dios, la cual también hace su obra en vosotros
los que creéis” (1 Tes. 2:13,
LBLA, énfasis nuestro, jh).
4. “Verdad” se usa también de lo que es consistente. La verdad es
armoniosa. El salmista dijo “La
suma de tu palabra es verdad, y cada una de tus justas ordenanzas es eterna” (Sal. 119:160, LBLA). Este
pasaje, implica que todas las partes de la verdad de las Sagradas Escrituras
son igualmente confiables (verdaderas) y en plena concordancia. Es decir,
en la Biblia no hay discrepancias piadosas, ni errores de confusión, Dios no es
autor de confusión (1 Cor. 14:33).
5. “Verdad” se usa de aquello que se ajusta a un estándar. El
ejemplo del ingeniero bien ilustra este punto. Él no quiere que las
paredes del edificio se inclinen y caigan. Así mismo, existe un patrón o
criterio para determinar la verdad en otras áreas de la vida.
Pablo reprendió a los judíos porque ignoraban la ley de Moisés que
era “la expresión misma
del conocimiento y de la verdad” (Rom.
2:20, LBLA). La ley era el estándar para medir su vida delante de Dios,
así ellos debían ordenar sus pasos (Jer. 10:23). La época en que el hombre
haga lo que bien le parezca, nunca será agradable a Jehová Dios (Jue. 21:25).
Jesús enseñó “Dios es
espíritu, y los que le adoran deben adorarle en espíritu y en verdad” (Jn. 4:24, LBLA). El término
griego que en este contexto tiene que ver con “el
contenido del cristianismo como la verdad absoluta” (Arndt, p. 35). Otro estudioso,
citando este pasaje, señala: “La
verdadera adoración es lo que concuerda con la realidad, que los hombres
comprenden sobre la base de la revelación” (Thiselton, p. 891).
6. “Verdad” se usa de aquello que es honesto. La mujer
que tenía la hemorragia durante “doce
años” (Mar. 5:25) “cuando oyó hablar de Jesús, vino
por detrás entre la multitud, y tocó su manto” (Mar. 5:27). A la pregunta de
Cristo “¿Quién ha tocado mis
vestidos?” (Mar. 5:30), y
ante la presión pública “…la
mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en ella había sido hecho, vino y
se postró delante de él, y le dijo toda
la verdad” (Mar. 5:33,
énfasis nuestro, jh).
El apóstol Juan escribió “Si
decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no
practicamos la verdad” (1 Jn.
1:6). Lo mismo vemos en la declaración del apóstol Pablo, quien dijo “Por lo cual, desechando la
mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos
de los otros” (Ef. 4:25).
Como podemos contemplar, “verdad”, “verdadero”, etc. Tienen
matices de significado según su énfasis, y dependiendo del contexto.
Hechos bíblicos respecto a la verdad
Toda la verdad, en
última instancia, se basa en la naturaleza de Dios y en la santa voluntad que
procede de él – ya sea que se exprese en las leyes inmutables de la naturaleza,
o en las Sagradas Escrituras.
Jehová es el Dios de la
verdad (Deut. 32:4; Is. 65:16). La verdad procede directamente de Dios
(cf. 1 Sam. 15:29; Tit. 1:2; Heb. 6:18). En este sentido, todo lo
falso es una digresión del ideal divino.
Contrario al concepto tenue y subjetivista de la “verdad”, el cual ha
encontrado una morada cálida en la mente de muchos hoy en día, las Escrituras
enseñan varios puntos instructivos respecto a la “verdad”:
1. Hay un cuerpo objetivo de la verdad espiritual, sin el cual ninguna
persona puede agradar a Dios. Cristo dijo: “y conoceréis la verdad, y la
verdad os hará libres” (Jn.
8:32). Luego aprendemos, de Cristo mismo, que dicha verdad ha sido
manifestada en la palabra de Dios: “Santifícalos
en tu verdad; tu palabra es verdad” (Jn.
17:17). El reconocido lexicógrafo, el señor J. H. Thayer, en su discusión de la
“verdad”, objetivamente considerada y comentando el término aletheia, dice que es “la verdad, como nos lo enseña la
religión cristiana, respecto de Dios y la ejecución de sus propósitos a través
de Cristo y respecto de los deberes del hombre…”.
La verdad no se fabrica, la verdad se descubre. La verdad no hay
que buscarla en las profundas cavernas del alma, la verdad se revela en la
Escritura (2 Tim. 2:15) la cual se apoya en abundante evidencia que demuestra
su origen divino.
2. La verdad debe ser conocida para ser de valor práctico. A pesar de su belleza y majestuosidad, la verdad encerrada en las
páginas de una Biblia cerrada no tiene valor para el espíritu humano. El
Señor afirma categóricamente que la verdad puede ofrecer la libertad solamente
a aquellos que la conocen (Jn. 8:32). En este texto “conocer” (gr.
“ginosko”) no es sólo “tomar
conocimiento”, sino también “reconocer,
percibir, comprender” (Abbott-Smith).
Cremer sugiere que lo “conocido” tiene una “influencia sobre” el que obtiene el conocimiento.
En fin, en el sentido más puro, llegar al conocimiento de la verdad, es
equivalente a llegar a ser un cristiano (1 Tim. 2:4; 2 Tim. 3:7).
3. No hay ningún otro rasgo más precioso en el hombre que la disposición
de amar la verdad. Con la palabra “amor” no nos
referimos a un afecto superficial de interés intelectual, sino a una apasionada devoción por comprender y vivir la verdad de
Dios.
El orador griego Demóstenes dijo una vez que el “amor a la verdad” es uno de los residuos de la “imagen
de Dios” en el hombre. Otro dijo: “Es
el amor de la verdad, o su ausencia, la prueba del carácter del hombre”.
En una declaración alarmante, el inspirado apóstol Pablo dijo “y con todo engaño de iniquidad
para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser
salvos” (2 Tes. 2:10).
En este texto, “amor a la verdad” es la disposición piadosa y buena
voluntad para con la verdad del evangelio, es decir, un serio compromiso con la
verdad.
Los siguientes pasajes reflejan, en principio, el tipo de actitud que
debemos tener hacia la verdad de Dios:
- “Del mandamiento de sus labios nunca me separé; Guardé las palabras de su boca más que mi comida” (Job. 23:12).
- “Por eso he amado tus mandamientos Más que el oro, y más que oro muy puro” (Sal. 119:127)
- “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados” (Mat. 5:6).
- “Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada” (Luc. 10:41-42).
- “Mas la que cayó en buena tierra, éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia” (Luc. 8:15).
- “El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta” (Jn. 7:17). En este texto, “voluntad” (thelema) sería "aquello de que se tiene voluntad, de la voluntad de Dios... siendo su cumplimiento una señal de la relación espiritual con el Señor" (Vine). El término “conocerá” (ginosko) no es sólo “tomar conocimiento”, sino también “reconocer, percibir, comprender” (Abbott-Smith). Entonces, “conocerá” hace referencia a “aprobar” la buena voluntad del Señor (comp. Jn. 17:3).
- En Hechos 13:46-48, hay un marcado contraste entre los judíos que no se juzgaban “dignos de la vida eterna” (v. 46) y los gentiles que estaban determinados (de su propia voluntad) a recibir la vida eterna por la obediencia al evangelio (v. 48). En este pasaje, el término “ordenados” (tasso) debe entenderse como “poner en orden, disponer, significa señalar” (Vine), “los gentiles voluntariamente recibieron la Palabra con alegría, indicando de esta manera una buena actitud y disposición... no hay nada en este contexto que indique que Dios hubiera hecho algo por algunos que no hubiera hecho por los otros. El mismo evangelio fue predicado a todos; el resultado no dependía de un decreto de Dios sino de la disposición de los oyentes" (W. Partain).
- “Y éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así” (Hech. 17:11). Nótese el comportamiento y actitud totalmente contrario: “Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen” (Rom. 1:28) y “Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios” (2 Cor. 4:3-4).
Simplemente no hay sustituto para el amor a la verdad, sólo la verdad y
nada más que la verdad.
4. Una vez que hemos estado
expuestos a la verdad, la integridad intelectual exige que creamos la
evidencia. Lucas, por
ejemplo, sostiene que Jesús, después de su resurrección de entre los muertos,
se presentó vivo con muchas “pruebas” (gr. “tekmerion”), es decir con evidencia
decisiva y demostrativa, “una
señal segura, una prueba positiva (de tekmar, marca, signo, señal)” (Vine).
Debemos recordar, una
vez más, lo que se ha mencionado anteriormente. Pablo advirtió que cuando
los hombres no reciben el amor
de la verdad, Dios permite que crean el error debido a sus mentes nubladas
por la injusticia (2 Tes. 2:10-12). Sin embargo, algunos están obligados a
protestar: “He tratado de creer y simplemente no puedo”. En un caso
semejante, usted debe explorar la profundidad de su corazón para determinar
cuál es el obstáculo, algo está ahí.
La incredulidad no se
debe a la escasez de pruebas. Miles de cristianos del primer siglo
murieron con gozo a pesar del cruel martirio debido a su fe en la naturaleza
sobrenatural del cristianismo, ésta clase de fe no es superficial (Rom. 10:17).
En fin, ¿qué es creer en la verdad? El libro de los Hechos es un tratado
brillante al respecto ¿Ha leído el libro de los Hechos?
Finalmente, debemos
recordar una narración trágica registrada en el Antiguo Testamento, esta tiene
que ver con un profeta de Judá que con asombrosa valentía clamó contra el altar
construido por Jeroboam. Luego, este mismo profeta perdió su vida por no
tomar en cuenta las instrucciones de Jehová. Este profeta se dejó llevar
por las circunstancias en vez de la palabra de Dios, así es como creyó una
mentira. La trágica gravedad de este incidente se ve subrayada
porque consume todo un capítulo en el primer libro de Reyes (13).
¿Qué aprendemos? Creer la verdad en el ámbito espiritual es obviamente de
importancia suprema. Por otra parte, saber toda la verdad es crucial (Ef.
5:17). Así como con el profeta, también con Abraham (Gen. 20:1-12), una
verdad a medias, es una completa mentira.
5. Comprender los hechos, por amor
la verdad, y creer en la realidad de los mismos, naturalmente dará lugar a la
obediencia responsable frente a estos hechos. Como dijo Pablo sobre
los que “no obedecen a la
verdad, sino que obedecen a la injusticia” (Rom. 2:8-9), a éstos no les espera
más que la ira de Dios. Por el contrario, los cristianos han purificado
sus almas por la obediencia a la verdad (1 Ped. 1:22). Éste fue el
concepto que Jesús tenía en mente en su conversación con Pilato, a la que
aludimos al comienzo de este artículo. Cristo dijo “Todo aquel que es de la verdad,
oye mi voz” (Jn.
18:37). La expresión “de la verdad” es análoga (semejante) a lo dicho por
Cristo en Juan 8:47: “El que
es de Dios, las palabras de Dios oye; por esto no las oís vosotros, porque no
sois de Dios”. Entonces, oír la voz de Cristo es obedecerle.
Pero, ¿cómo obedecer
“la verdad”? El hecho de que las Escrituras hablan de la obediencia a la
verdad implica a todas luces que dentro del cuerpo de lo que es “la verdad” hay
obligaciones expresadas en mandamientos. Un ejemplo de esto lo vemos
cuando Juan dijo: “Si decimos
que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos
la verdad” (1 Jn. 1:6).
Lo mismo lo vemos aquí: “El
que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y
la verdad no está en él” (1
Jn. 2:4).
Observe como la
enseñanza de Cristo y la de sus apóstoles está en perfecta armonía. Jesús
afirmó “y conoceréis la
verdad, y la verdad os hará libres” (Jn.
8:32) y Pablo dijo “Pero
gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de
corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; y libertados
del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia.” (Rom. 6:17-18). Entonces, las
expresiones “conocer la verdad” y “obediencia a la verdad” (conocer y obedecer)
están estrechamente relacionadas pues son análogas.
6. Por último, hay varias otras
consideraciones bíblicas respecto a la “verdad”, tanto positivas como
negativas. Por ejemplo, el fiel cristiano es aquel que ha llegado a
ser establecido (confirmado) en “la
verdad” (2 Ped. 1:12) y no es
obstaculizado en obedecerla (Gal. 5:7). El fiel cristiano aprende y “usa bien la palabra de verdad” (2 Tim. 2:15) para seguir “la verdad en amor” (Ef. 4:15) para permanecer “andando en la verdad” (2 Jn. 1:4; comp. 3 Jn. 1:3). El
fiel cristiano se esfuerza en la promoción de “la
verdad” pues sabe que ella es
el bien más preciado (3 Jn. 1:8).
Por otro lado, el fiel
cristiano no es obstáculo para la verdad (Rom. 1:18) ni tampoco la resiste (2
Tim. 3:8) pues no tiene su atención en “hombres
que se apartan de la verdad” (Tito
1:14). El cristiano sabe que las acciones contrarias a la verdad invitan
al desastre.
Conclusión
Una investigación
cuidadosa de las Sagradas Escrituras ofrece un antídoto poderoso contra la confusión
posmoderna, la cual alega que la verdad es subjetiva, difícil de alcanzar y
efímera. Todo lo contrario, la verdad es objetiva, absoluta, gloriosa y
exigente. La verdad es la norma con la que todos seremos juzgados cuando
nos encontremos con el Creador del universo.