Por Josué I. Hernández
Escribo este artículo desde la vereda del dolor. Mi
esposa padece cáncer, y tenemos dos hijas pequeñas, la menor de dos meses. Cada
día he sido testigo del sufrimiento en la persona que más amo, y he presenciado
como este dolor ha afectado a toda la familia. Ha sido una dura prueba de fe,
una lucha en la arena de adversidad. Digo esto, porque soy compañero de todos
los lectores que ahora mismo están sufriendo y padecen dolor.
La pregunta común es, “Si Dios existe, ¿por qué
permite el sufrimiento?”. Como podemos leer, esta pregunta involucra un
poderoso aspecto sentimental, una carga emocional impregnada de duda. Y por lo
general, la pregunta misma se realiza para negar la existencia de Dios. Por
supuesto, varios pueden hacer la pregunta honestamente, intrigados por la
realidad del dolor y la tragedia.
Hay una diferencia entre el problema
emocional del sufrimiento y el problema intelectual del
sufrimiento. Ambos tratan con el sufrimiento, pero no son lo mismo.
Sin embargo, ¿cuál es la razón de este dilema? ¿Es
el dolor un impedimento a la fe? ¿Es el sufrimiento incompatible con la
existencia de Dios? ¿Estaremos más dispuestos a creer en Dios si la vida es
sólo placer, comodidad y diversión? ¿Por qué el placer es coherente con la
existencia de Dios y no el sufrimiento?
Simplemente, a nuestra sociedad no le gusta un Dios
que permita el sufrimiento. Pero, ¿tendrá Dios razones morales para
permitir el sufrimiento? ¿Tendrá Dios mejores planes?
En lugar de invalidar la fe en Dios, el dolor
indica que algo anda mal en el mundo… Imagine por un momento que todos
nosotros fuésemos incapaces de sentir dolor físico, ¿sería ésta la solución al
cuestionamiento sensual para quitar a Dios a menos que todo sea placer y
diversión?
Hay una enfermedad grave, rara, y poco conocida, la
Insensibilidad congénita al dolor con anhidrosis o CIPA (del inglés: Congenital
Insensitivity to Pain with Anhidrosis) la cual impide a quien la padece el
sufrir dolor. La persona puede pisar un clavo, quemarse una mano o sufrir un
corte grave, sin darse cuenta de ello. Pero, quienes padecen la enfermedad no
viven seguros y tranquilos, pues al no sentir dolor no saben si algo anda mal o
no en sus vidas.
Dios no es un tirano impersonal que se agrada de
vernos sufrir. Dios entró en la historia humana en la persona de Jesucristo,
quien sufriendo la cruz murió por todos nosotros. A pesar de ser inocente,
Cristo soportó el cruel castigo, la humillación y el sufrimiento para
salvarnos. La cruz de Cristo deja a nuestro sufrimiento en una perspectiva
diferente.
La Biblia dice que los cristianos son más que
vencedores en Cristo (Rom. 8:37), pues su poder se perfecciona en la debilidad
(2 Cor. 12:9).
La sangre de Cristo fue derramada para darnos lo
que realmente necesitamos “remisión de los pecados” (Mat. 26:28).
Por lo tanto, como dijo Salomón, “Teme a Dios, y guarda sus
mandamientos; porque esto es el todo del hombre” (Ecles. 12:13). ¿Por
qué? “Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa
encubierta, sea buena o sea mala” (Ecles. 12:14).