Por Josué I. Hernández
Mientras que la razón es obviamente vital
para nuestra existencia, no debe ser aplicada de manera irrazonable o
irracional. La filosofía de reducir la verdad solo a lo que se puede verificar
científica y empíricamente es un ejemplo
de esto, es algo ilógico e irracional. Los ateos tienden a hacerlo cuando
muestran a “la ciencia” como el “salvador de la humanidad”. Esta manera de
pensar se llama cientificismo, y es la creencia, o filosofía, de que la ciencia
es la única fuente de conocimiento y que todos los desafíos y acertijos de la
vida pueden ser explicados y manejados científicamente. No hay otro modo,
dicen, para lograr las respuestas a las máximas preguntas de la vida. Es más,
por esta creencia algunos ateos se comportan como “misioneros” que pretenden
liberar a la humanidad de la fe en Dios.
A pesar de su importancia, la ciencia no
puede someter al método científico las preguntas supremas de la vida. La
ciencia explica cómo funciona el mundo físico, y en el proceso investiga como
sembrar, curar, desarrollar, facilitar, conectar, etc. Sin embargo, la ciencia
no puede explicar algunos de los elementos más importantes de la existencia
humana, pues no todo está sujeto al método científico. Por ejemplo, escapan a
la ciencia: La ética y la moral, la lógica y las matemáticas, los juicios
estéticos y de valor. Incluso, debemos admitir, los hechos históricos en sí mismos
no pueden ser sometidos al método científico de laboratorio. El origen del
universo queda fuera del alcance de los métodos científicos, ya que no puede
ser observado y medido empíricamente.
La ciencia es beneficiosa, es una bendición
de Dios. Pero debemos respetar sus límites. La ciencia trata con las
observaciones de los sentidos, y está limitada a aquellas cosas que pueden
demostrarse por medio de los sentidos y para los sentidos, y por esto hay una
esfera de cosas donde la ciencia debe quedar muda, por ejemplo, la existencia de
Dios, el origen del universo y los milagros registrados en las sagradas
Escrituras, siendo el más maravilloso de ellos, la resurrección de Jesucristo.