¿Quién crees que es Jesús?



Por Josué Hernández


Cierta encuesta se realizó solicitando al público una respuesta directa a la pregunta “¿Quién crees que es Jesús?” y hubo un amplio abanico de respuestas. Algunos dijeron que Cristo fue un filósofo antiguo. Otros dijeron que Jesús fue un poderoso líder religioso o un reformador social muy influyente. Algunos incluso llegaron a negar que Jesús hubiese existido.

Es interesante notar que Jesús llevó a cabo su propia encuesta al preguntar a sus discípulos “¿Quién dice la gente que soy yo?” (Luc. 9:18), incluso en ése entonces hubo un amplio rango de respuestas, pero Jesús estaba más interesado en lo que sus seguidores pensaban de Él, así es que les preguntó “¿Y vosotros, quién decís que soy?” (Luc. 9:20). Así también nosotros iniciamos esta lección preguntando a usted lector “¿Quién crees que es Jesús?”.

Jesús (Dios el Hijo) ha existido desde la eternidad con Dios el Padre y Dios el Espíritu Santo. La Biblia dice “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios… Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” (Jn. 1:1, 14). 

Jesús muchas veces hizo alusión a su existencia eterna, por ejemplo: “Y Jesús les respondió: Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo. Por esto los judíos aun más procuraban matarle, porque no sólo quebrantaba el día de reposo, sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios” (Jn. 5:17-18). También Jesús dijo “De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy” (Jn. 8:58). En otra ocasión, la noche que fue traicionado, Jesús oró diciendo “Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese” (Jn. 17:5).

Ahora mismo, en éste preciso instante, Jesús está en el cielo reinando a la diestra del Padre celestial (Hech. 2:30-36; Heb. 1:3).

Estamos más familiarizados con la vida terrenal de Cristo, pero la Biblia demanda que miremos más allá y contemplemos la eternidad de Jesús: “el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre” (Fil. 2:6-11).

Aunque Jesús estuvo en la tierra en forma humana, Él siempre fue completamente divino, él se despojó de su gloria celestial pero jamás de su divinidad: “Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (Col. 2:9). “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (Heb. 13:8). El Padre celestial dio testimonio público de la divinidad de Cristo al levantarlo de los muertos como nuestro Salvador eficaz, así es como Cristo “fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos” (Rom. 1:4). En éste sentido Jesucristo fue engendrado, al ser resucitado por el poder de Dios, como el apóstol Pablo explicó “Y nosotros también os anunciamos el evangelio de aquella promesa hecha a nuestros padres, la cual Dios ha cumplido a los hijos de ellos, a nosotros, resucitando a Jesús; como está escrito también en el salmo segundo: Mi hijo eres tú, yo te he engendrado hoy” (Hech. 13:32-33).

Cristo cumplió la palabra que antes de su muerte había dicho “Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre” (Jn. 10:17-18). Jesús dijo “¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?” (Luc. 6:46).

Para que Cristo sea el Señor de nuestra vida debemos obedecer sus mandamientos e imitar su conducta. Jesús dijo: “Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella” (Mat. 7:13). “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mat. 7:21).

Para que seamos “salvos” (Hech. 2:40) necesitamos más que meros sentimientos, ¡Jesús exige obediencia! Cualquier persona puede limitarse a decir que es un “cristiano”, “Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos” (Sant. 1:22). Cristo dijo: “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Jn. 14:15).