Por Josué I.
Hernández
La creencia de algún tipo de
“iluminación del Espíritu Santo” para comprender el texto de la Biblia es muy
popular en el mundo denominacional. Incluso esta creencia ha ido permeando como
levadura a más de algún cristiano mal informado.
La teoría de la iluminación del
Espíritu Santo hace burla de 2 Timoteo 3:16-17, y de varios otros pasajes que
demandan que el hombre lea la Escritura para comprenderla, como veremos más
adelante.
Esta creencia sugiere que el
mensaje de la Escritura no puede ser comprendido a fondo sin la intervención
personal y sobrenatural del Espíritu Santo.
En fin, esta teoría afirma que debe haber un trabajo directo del
Espíritu Santo en el corazón del estudiante de la Biblia, efectuándose así una
“iluminación” que trae la claridad del significado del texto sagrado, la
Biblia.
La historia de
esta doctrina
La “iluminación del Espíritu
Santo” no es una doctrina nueva, en realidad se trata del residuo de la antigua
doctrina hereje que afirma que la raza humana está irremediablemente
corrompida, en virtud de la caída de Adán. Por lo tanto, se afirma
equivocadamente, que las Escrituras son incomprensibles para la deteriorada
mente depravada por el pecado original.
Este dogma (producto de la sabiduría humana) fue sistematizado y
popularizado por Juan Calvino (1509-1564 D.C.), aunque, Calvino no fue el
primero en afirmar la depravación total del hombre.
Algunos de los llamados “padres
de la iglesia” también afirmaron algún tipo de depravación hereditaria, la cual
sería, supuestamente, el resultado de la culpa del pecado de Adán hacia sus
descendientes.
Tertuliano (150-222 D.C.) sostuvo
que una persona hereda su cuerpo y su espíritu de sus padres. Agustín de Hipona (354-430 D.C.) enseñó una
idea similar (y recuérdese que Agustín fue quien originó el llamado “bautismo
infantil” para quitar el supuesto “pecado original”). Cipriano (200-258 D.C.) predicó que los
recién nacidos heredan la infección de la muerte antigua de Adán. Orígenes (185-254 D.C.) pensaba que un niño
está contaminado con el pecado, aunque su vida sea tan breve como de un día
sobre esta tierra; por esta razón Orígenes argumentaba que era malo para un
cristiano celebrar su día de nacimiento (cumpleaños).
Entonces, debido a la supuesta
“naturaleza corrompida” el hombre no puede entender las Escrituras sin la
supervisión del Espíritu Santo. Incluso, para apoyar esta desafortunada
doctrina humana, Calvino citaba la declaración del apóstol Pablo “nadie
puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo” (1 Cor. 12:3).
Juan Calvino (como todo falso
maestro) torció las Escrituras, Pablo no habló de la “iluminación del Espíritu
Santo” para comprender el texto sagrado.
El apóstol argumentó en contra de personas que reclamaban ser guiados
por el Espíritu Santo, y él dijo que si en realidad lo eran, el ejercicio de su
don siempre los llevaría a llamar a Jesús Señor (al someterse a su voluntad),
¿por qué? Porque el Espíritu Santo es la fuente de tal mensaje.
Sugerir que cada individuo necesita
la obra iluminadora del Espíritu Santo es hablar de lo que la Biblia no habla
(1 Cor. 4:6; 1 Ped. 4:11).
Juan Calvino tomó prestada la
teoría de la “iluminación” de su antecesor Agustín de Hipona. Agustín afirmaba que el Espíritu Santo es el
agente a través del cual recibimos la revelación de Dios y quien ilumina y
confirma la verdad.
Otros reformadores, por ejemplo,
Lutero y Zwinglio, enseñaron ideas análogas. Ellos estaban en común acuerdo de
la necesidad de un poder especial del Espíritu Santo para que el hombre
depravado e incapaz comprendiera las Escrituras.
La creencia en la “iluminación
del Espíritu Santo” es tan común en el mundo denominacional, que no es difícil
oír argumentos como los siguientes: “La iluminación del Espíritu Santo se le
concede a cada creyente para comprender la revelación que Dios ha hecho de sí
mismo en las Escrituras”.
Pero, ¿por qué se afirma
semejante cosa? Porque, “el cristiano debe aprender del Espíritu Santo para
tener una visión correcta de las Escrituras”.
Entonces, nuevamente preguntamos, ¿por qué se afirma tal cosa respecto
al Espíritu Santo? Porque, “El Espíritu
Santo no sólo ha revelado la Escritura sino que también es su expositor
supremo”.
A la luz de las Escrituras, la
doctrina de la “iluminación del Espíritu Santo” es totalmente inadecuada y
desconocida en el plan de salvación de Dios. Jamás Cristo, ni alguno de sus
apóstoles (u otro hombre inspirado) prometieron tal “iluminación” sobrenatural
para comprender las Escrituras.
Análisis crítico
de la “iluminación del Espíritu Santo”
Los pasajes que son citados para
probar la existencia de algún tipo de “iluminación” sobrenatural para
comprender la Biblia siempre son sacados de su contexto por los que abogan a
favor de esta doctrina herética. En
esto, las suposiciones que se argumentan son injustificadas, y todo estudiante
sincero y dedicado lo podrá comprobar. Es más, la frase “iluminación del
Espíritu Santo” no se encuentra en las Escrituras, ni siquiera es implicado
algún tipo de iluminación para comprender la Biblia.
Consideremos lo que dice Juan
16:13 “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la
verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que
oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir”.
Es evidente que esta promesa fue
dada a los apóstoles, quienes se encontraron con Cristo la noche en que fue
instituida la cena (vea Mat. 26:20). Más
que “iluminación”, lo que Cristo prometió a sus apóstoles fue la revelación de
“toda la verdad”. De esta revelación es
que tenemos el Nuevo Testamento.
Esta promesa del Señor no tiene
una aplicación directa a los cristianos de hoy (Jn. 14:16-17, 24; 15:26-27;
16:12-16). Fue a los apóstoles (Mat. 10:2-4) a quienes se les prometió la
revelación directa de “palabra y sabiduría” que no podría ser contradicha (Mat.
10:19-20; Luc. 21:14-15).
Si el Espíritu Santo “ilumina” la
mente del estudiante cristiano, ¿es el Espíritu Santo tan infalible como
“expositor” así como lo ha sido de “autor”?
Si no, ¿por qué no? ¿A caso se
equivocaría el Espíritu Santo en su “iluminación”?
Y, lo debemos preguntar, ¿cómo se
sabe si alguno es, o no, un “iluminado” para comprender las Escrituras? Porque si alguno ha sido iluminado para la
comprensión de un pasaje ¿podrá luego cambiar su punto de vista respecto a
algún texto en particular? Si esto es así, entonces ¿anteriormente el Espíritu
Santo le había desviado de la verdad?
Si alguien ha sido “iluminado por
el Espíritu”, ¿todos los demás están en el error? Si no, ¿por qué no? Si dos personas que afirman una experiencia
de iluminación difieren en su interpretación, ¿cómo podemos saber cuál de los
dos está en lo correcto? Ahora bien, si
el Espíritu Santo no podría hacer clara su exposición en la primera sesión de
“iluminación”, ¿cómo puede uno estar seguro de que podría hacerlo la segunda
vez? ¿Acaso el proceso de la iluminación está sujeto a error?
En todo esto debemos considerar
lo que afirman los eruditos protestantes, como por ejemplo Roy Zuck, quien
enfáticamente manifiesta que el papel del Espíritu Santo en la iluminación “no
quiere decir que las interpretaciones de uno sean infalibles”. Esto, claro
está, es una falacia porque contradice la concepción más básica de la llamada
“iluminación del Espíritu Santo”, según la cual el Espíritu Santo sería el
“Revelador” y el “Expositor” de la Biblia.
El lector puede darse cuenta, nuestro sentido común nos dice que algo
está seriamente mal con esta doctrina.
Si el Espíritu Santo proporciona
la “iluminación” a los hombres de hoy (y Dios no hace acepción de personas,
Hech. 10:34-35), ¿por qué los estudiosos, suscritos a esta ideología, deben
escribir tantos libros para instruir a la gente en cuanto a la interpretación
de la Biblia? Tantos libros no serían necesarios para quien accede a la
iluminación sobrenatural del Espíritu. Oh, por supuesto, Roy Zuck mismo nos ha
dicho que estos esfuerzos no son de valor para el creyente que no tiene
“capacidad espiritual para dar la bienvenida y apropiarse de las verdades
espirituales”.
Un ejercicio totalmente honesto y
coherente se podría hacer. Seleccionar a dos personas “cristianas espirituales”
y llevarlas a dos salones separados indicándoles un texto bíblico difícil de
entender el cual es igualmente desconocido por ambas. Una de estas personas
tendría en su salón una biblioteca completa con obras de referencia, en cambio
la otra persona sólo tendría sobre la mesa una Biblia. Luego, permitir a ambas un tiempo prolongado,
suficiente para la concentración. Al final del ejercicio, se solicitará que
pongan por escrito la explicación detallada del texto.
Si la “iluminación del Espíritu
Santo” es cierta, se podría garantizar que la persona con acceso a la
biblioteca tendrá una comprensión inferior del pasaje difícil de entender, en
cambio, la persona sujeta a la “iluminación del Espíritu” podría dar una
explicación certera y precisa del pasaje bajo consideración.
Una falsa doctrina
La doctrina de la “iluminación
del Espíritu Santo” es una contradicción del claro testimonio de la
Escritura. La Biblia misma afirma que es
comprensible a los que aman la verdad y son devotos en el estudio. Simple y
llanamente, Dios reveló su palabra para que la entendamos: “leyendo lo cual
podéis entender cuál sea mi conocimiento en el misterio de Cristo” (Ef.
3:4), y Él manda que entendamos “Por tanto, no seáis insensatos, sino
entendidos de cuál sea la voluntad del Señor” (Ef. 5:17). Estos dos textos
bastan para establecer el punto. El apóstol Pablo, lleno del Espíritu Santo, da
a conocer que la espera de alguna iluminación del Espíritu es innecesaria para
la comprensión de las Escrituras.
Dios en su gracia bendice a los
que buscan (Mat. 7:7) todos los que se esfuerzan por agradar a Dios aprenderán
la voluntad del Señor (Jn. 7:17; 10:34-35).
Ahora bien, si la teoría de la
“iluminación del Espíritu Santo” es cierta, y determinado estudiante de la
Biblia no comprende jamás el mensaje de Dios, la responsabilidad recaería sobre
el Espíritu Santo y el hombre “corrupto por naturaleza” quedaría sin culpa, el estudiante
no podía entender la sagrada Escritura mientras no fuera iluminado.
Como dijimos al principio, la
teoría de la iluminación del Espíritu Santo hace burla de 2 Timoteo 3:16-17, “Toda
la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para
corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea
perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”. Según este pasaje, la Escritura es
suficiente, y el Espíritu Santo, quien la reveló, ya lo sabe.
Conclusión
No hay duda de que muchos
defensores de la teoría de la “iluminación del Espíritu Santo” son
sinceros. Pero, la sinceridad no es garantía
de agradar a Dios (cf. Hech. 23:1; 26:9).
La conciencia no es guía
infalible (Prov. 14:12). La salvación no
es cuestión de sinceridad sola, sino de obediencia sincera (Mat. 7:21-23; Heb.
5:9), y la supuesta “iluminación del Espíritu Santo” impide que el hombre sea
salvo en Cristo.