Resoluciones para este nuevo año


Por Josué I. Hernández


Por lo general, cuando la gente hace propósitos para el año nuevo, afirman cosas como las siguientes: "Empezaré a hacer más ejercicio", "dejaré de fumar", mejoraré mis hábitos de consumo", etc. Entonces, en resumen, ellos saben que hay cosas que comenzar, cosas que mejorar y malos hábitos que detener.

Ahora bien, a medida que crecemos y maduramos, es bueno que vayamos mejorando todas las áreas de nuestra vida, dando un énfasis especialmente importante a lo que Dios demanda de nosotros.  “Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor” (Fil. 2:12).

COMIENCE

Comience su vida en Cristo. La decisión más importante de la vida es el decidir ser un discípulo de Cristo. Si aún usted no es un cristiano, tener a Cristo como maestro es la prioridad más importante de la vida. Las Escrituras son claras, para estar en comunión con Cristo es necesario que el pecador arrepentido sea bautizado en Cristo (Rom. 6:3-4; Gal. 3:27). Si usted cree que Jesús es el Cristo el Hijo de Dios (Mar. 16:16), confiesa su fe en la deidad de él (Hech. 8:36-37) y se arrepiente de sus pecados (Hech. 2:38) esperando la salvación que Cristo provee (1 Ped. 3:21), entonces debe lavar sus pecados en las aguas del bautismo cuando antes (Hech. 22:16).

Comience a vivir como un verdadero cristiano. Tristemente, muchos llamados “cristianos” desobedecen el evangelio de Cristo pretendiendo vivir con un pie en el mundo y otro en la iglesia del Señor (la cual es el grupo de los santos y fieles). Sin embargo, la Escritura es muy clara, los cristianos hemos de ser diferentes a los del mundo (Rom. 12:2; 1 Ped. 4:3-4). Los que nos conocen debieran distinguir claramente una diferencia entre la forma de vivir nuestra y la forma de vivir de los del mundo. Respecto a esto, el apóstol Pedro escribió: “Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma, manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras” (1 Ped. 2:11-12).  Por lo tanto, si usted es un cristiano falso, que vive como los del mundo, necesita cuanto antes arrepentirse y comenzar a vivir de tal manera que pueda decir con Pablo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” (Gal. 2:20).

Comience a ser un miembro activo y fiel de una congregación de Cristo. Cuando Saulo apenas había obedecido el evangelio “trataba de juntarse con los discípulos” (Hech. 9:26), es decir, trataba de ser miembro cuanto antes de una congregación local.  La membresía en una iglesia de Cristo es un asunto crucial, y que trae grandes responsabilidades y privilegios, como por ejemplo el estar continuamente congregándose para la adoración y la edificación mutua (1 Cor. 14:40; Heb. 10:23-25). Hay mucho trabajo que hacer como miembro de una congregación de Cristo.  Para más información sobre éste punto, consulte las obras “Lo que es una iglesia local” y “La obra de la iglesia local en el ámbito de la evangelización”.

DETÉNGASE

¡Alto! ¡Deténgase! Deje el pecado. El apóstol Pablo escribió: “Velad debidamente, y no pequéis; porque algunos no conocen a Dios; para vergüenza vuestra lo digo” (1 Cor. 15:34).  Cristo dijo: “vete, y no peques más” (Jn. 8:11).  A pesar de esta clara enseñanza, demasiados cristianos (y hasta predicadores de “experiencia”) tienen la mala idea de que deberíamos resignarnos al hecho de siempre vamos a pecar.  Es verdad que tenemos del mundo una experiencia con el pecado (Rom. 3:23) y la posibilidad de pecar está ahora presente (1 Jn. 2:1), pero no debemos pensar que el pecado es aceptable o natural al cristiano. “¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde?” (Rom. 6:1). Por lo tanto: “No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias” (Rom. 6:12). Recuerde lo que dijo el apóstol Juan: “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis” (1 Jn. 2:1). Recuerde lo que enseñó el apóstol Pablo al señalar que Dios dará con cada tentación una vía de escape: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar” (1 Cor. 10:13). Debemos perfeccionarnos (cf. Mat. 5:48; Fil. 3:15). Por lo tanto, si hay pecado en su vida, sea lo que fuere, no trate de justificarlo diciendo “somos humanos”, “todos lo hacen”, “mi caso es especial”, etc.  Más bien, “Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón” (Hech. 8:22).

Deje de compararse con los demás.  Pablo escribió por el Espíritu: “Porque no nos atrevemos a contarnos ni a compararnos con algunos que se alaban a sí mismos; pero ellos, midiéndose a sí mismos por sí mismos, y comparándose consigo mismos, no son juiciosos” (2 Cor. 10:12). En otras palabras, los cristianos no deben compararse con los demás como una forma de justificación o para menospreciar a otros. El ser “mejor” que los demás no nos salvará eternamente.  Los fariseos se enorgullecían de ser mejores que otros (cf. Luc. 18:9-12), sin embargo, Jesús dijo: “Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” (Mat. 5:20). Nuestro estándar no está basado en el comportamiento de nuestro prójimo, sino la palabra de Dios (Jn. 12:48). Puede ser fácil el compararnos con la gente del mundo o con otros cristianos que nosotros consideramos tibios e indiferentes, pero hay que resistir la tentación de hacer esto como medio de justificación personal.  Jesús es nuestro patrón de conducta, debemos conformarnos con vivir de acuerdo a su ejemplo (1 Ped. 2:21-22).

Deje de servir a los ídolos del mundo. Juan cerró su epístola con éstas palabras: “Hijitos, guardaos de los ídolos. Amén” (1 Jn. 5:21). Un ídolo no es solamente una “imagen” (Ex. 20:4). Un ídolo es cualquier cosa que tenemos como prioridad antes que Dios. Por ejemplo, el apóstol Pablo dijo que la “avaricia… es idolatría” (Col. 3:5). Tenemos que estar seguros de que tenemos nuestras prioridades en orden: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mat. 6:33). Las cosas espirituales debe ser de primordial importancia para nosotros: “Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Mat. 6:24). Si usted tiene algún ídolo en su vida, debe dejarlo ahora para servir al Señor de todo corazón.

MEJORE

Mejore su conocimiento y comprensión de la palabra de Dios. “Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo…” (2 Ped. 3:18). Nuestra sociedad pone mucho énfasis en la educación secular. Si bien ésta es útil, sólo sirve para ésta vida, en comparación con el conocimiento de Dios (Rom. 1:16; Jn. 6:68). Obviamente, nuestro conocimiento y comprensión de las sagradas Escrituras no aumentará por accidente: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad” (2 Tim. 2:15). Debemos hacer de la lectura de la Biblia un hábito regular, y ser perseverantes en ello. No podemos defender lo que no conocemos (1 Ped. 3:15).

Mejore su capacidad de enseñar. Cuando el escritor a los hebreos reprendió a los cristianos por su falta de comprensión de la palabra de Dios, dijo: “Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido” (Heb. 5:12).  El objetivo de nuestro crecimiento en el conocimiento de la palabra de Dios no es sólo para que podamos servir al Señor, sino para que también podamos llevar a otros a los pies de Jesucristo. Si bien no todos los cristianos serán maestros (Sant. 3:1), todos los cristianos han de enseñar a otros el conocimiento de la verdad (cf. Hech. 8:4; 1 Ped. 3:15). Siempre habrá espacio para mejorar nuestra capacidad de predicar el evangelio de Cristo.

Mejore su hábito de la oración. A menudo, los cristianos hacen resoluciones para orar con mayor perseverancia y quieren dedicar más tiempo a la oración. Ciertamente, no hay nada de malo en esto. Después de todo, la Biblia dice: “constantes en la oración” (Rom. 12:12) y “Orad sin cesar” (1 Tes. 5:17). Pero, debemos también mejorar la calidad de nuestras oraciones. Siempre debemos orar “con fe” (Sant. 1:6) y conforme a la voluntad de Dios (1 Jn. 5:14-15), recordando que la voluntad de Dios se revela en su palabra (1 Cor. 2:10-13).  Debemos esperar que la voluntad de Dios se haga antes que la nuestra (cf. Mat. 26:39).

CONCLUSIÓN

Obviamente, hay muchas otras cosas que podríamos añadir a nuestro listado.  Pero, lo anterior ofrece la idea bastante instructiva para estimularnos a ser más fieles y dedicados en el servicio de Cristo. Tome éstas ideas, y añada las suyas que encontrará meditando en las Escrituras, y afirme sus pasos en el camino a la vida eterna.

“Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado; como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo. Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación” (1 Ped. 1:13-17).