Hoy es "viernes", pero el "domingo" se acerca



Por Josué I. Hernández 


Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos”  (Luc. 22:31-32).

Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga. No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar”  (1 Cor. 10:12-13).

“Pero id, decid a sus discípulos, y a Pedro, que él va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis, como os dijo”  (Mar. 16:7).


Un “viernes” en la vida de Pedro

Era temprano, en la madrugada del viernes, cuando Pedro siguió a Jesús desde lejos.  Demasiadas cosas abrumadoras habían sucedido en tan poco tiempo. La comida pascual, la institución de la cena del Señor, la discusión entre los apóstoles sobre quién sería el mayor en el reino, el lavamiento de los pies de los discípulos por el propio Cristo quien les enseñó sobre el servicio humilde.

Luego de la oración agonizante en Getsemaní, todo lo que sucedió se tornó negro, como la más oscura noche.  Jesús había sido traicionado por Judas con un beso hipócrita, y luego había sido llevado delante del Sanedrín para responder a varias acusaciones que pesaban contra él. La acusación más grave era la de blasfemia, y por lo tanto fue condenado a muerte. Luego, los honorables miembros del Sanedrín, demostraron cuan malvados pueden ser los miembros fanáticos de una religión cuando le escupieron en el rostro, y le dieron de puñetazos, y otros le abofeteaban” (Mat. 26:67).

Me pregunto cómo es que Pedro se sentó con los alguaciles, para ver el fin” (Mat. 26:58) los cuales, junto a los siervos, “habían encendido un fuego; porque hacía frío, y se calentaban; y también con ellos estaba Pedro en pie, calentándose” (Jn. 18:18), y todo lo anterior, a la vez que el Señor era juzgado hipócritamente en la farsa más grande de la historia de la humanidad.   

Pedro totalmente convencido había dicho: “Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré” (Mat. 26:33), “Aunque me sea necesario morir contigo, no te negaré” (Mat. 26:35).   Pero, Cristo le había declarado lo que él realmente haría: “Pedro, te digo que el gallo no cantará hoy antes que tú niegues tres veces que me conoces” (Luc. 22:34).

Nos preguntamos: ¿Qué estaba pensando Pedro mientras se calentaba en el fuego del patio (Luc. 22:55)? No tenemos respuesta, no sabemos cuáles fueron sus muchas reflexiones silenciosas, pero sí sabemos de la interrupción de la criada: “También éste estaba con él”  (Luc. 22:56).  Y el resto de la historia bien la conocemos. Pedro negó la afirmación de la mujer, y respondió: “Mujer, no lo conozco” (Luc. 22:57). Luego, mientras Pedro aún se abrigaba de pie frente al fuego, cierto hombre pariente de Malco, le dijo “Tú también eres de ellos” y Pedro contestó “Hombre, no lo soy” (Luc. 22:58; Jn. 18:25).  

La Escritura nos informa el trágico desenlace: “Como una hora después, otro afirmaba, diciendo: Verdaderamente también éste estaba con él, porque es galileo” (Luc. 22:58), a lo que Pedro respondió “Hombre, no sé lo que dices” (Luc. 22:60). “Entonces él comenzó a maldecir, y a jurar: No conozco a este hombre de quien habláis” (Mar. 14:71). ¿Qué sucedió? Usted bien lo recuerda ¿verdad? En ése mismo momento “mientras él todavía hablaba, el gallo cantó” (Luc. 22:60). “Entonces, vuelto el Señor, miró a Pedro; y Pedro se acordó de la palabra del Señor, que le había dicho: Antes que el gallo cante, me negarás tres veces” (Luc. 22:61).

¡Qué momento más espantoso! ¡Qué montaña de emociones habrá embargado el corazón de Pedro en aquel mismo instante! El doctor Lucas dice: “Y Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente” (Luc. 22:62). 

Sin duda alguna, ése fue el peor “viernes” en la vida de Pedro. La cobardía, la debilidad, la falta de fe, colmaron aquel “viernes” de la vida de Pedro. ¿Cuáles habrán sido sus pensamientos en el resto de aquel día durante la flagelación, la crucifixión, la muerte y sepultura del Señor Jesús? No lo sabemos, pero sí creo que el sábado no fue un mejor día para Pedro.

Pero entonces, llegó el domingo. María llegó con las noticias “Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto” (Jn. 20:2). Sabemos, lo que luego ocurrió cuando Pedro y Juan corrieron a la tumba (Jn. 20:2-10). No es difícil imaginar con cuán grande peso de pensamientos y emociones corrió Pedro hacia el sepulcro. 

Ese mismo domingo de la resurrección del Señor (Luc. 24:1, 21; Jn. 20:19), cuando ya era de noche “vino Jesús, y puesto en medio, les dijo: Paz a vosotros” (Jn. 20:19). ¡Fueron palabras pronunciadas por el mismo Señor luego de su resurrección! ¡Él no estaba muerto, había resucitado! De este modo comenzó la restauración de Pedro.

Los “viernes” de mi vida

Al meditar en este difícil episodio en la vida de Pedro, pienso en los “viernes” difíciles que he vivido, y en los cuales no estuve firme y me faltó la fe y fui débil presa de las circunstancias. Pienso en los “viernes” en que defraudé a mi Señor, ya sea en hechos o pensamientos, ocasiones en las que debía haber hablado pero escogí callar. ¿No ha vivido usted algún “viernes” en el cual no se comportó a la altura?

A la luz de las Escrituras, la historia de Pedro me da la confianza y la ciertísima esperanza de una mañana mejor. No es necesario entregarse al pecado ¡La redención está cerca! La restauración de la santidad está a la vuelta de la esquina. ¡El domingo está cerca y pasaré del “viernes” al “domingo”, es decir, del pecado a la comunión con Dios! 

En la presencia del Señor encontraré la paz, el perdón y la esperanza que he perdido. Puedo empezar de nuevo, viviendo una vida santa (1 Ped. 1:16) en la cual no practicaré el pecado nunca más (1 Jn. 3:8). 

Aplicaciones

Hoy es “viernes”, pero estoy agradecido de que el “domingo” se acerca. Porque siendo cristianos, sabemos que: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Jn. 1:9). Y tenemos las palabras del mismo apóstol Pedro, quien dijo a Simón, un cristiano que necesitaba el perdón: “Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón” (Hech. 8:22).

Hermano en Cristo ¿no le da gozo saber de que nuestro Padre celestial nos perdonará si obedecemos su evangelio?

Si usted aún no es cristiano: ¿Por qué no obedece a Cristo hoy mismo? Jesús dijo “El que creyere y fuere bautizado, será salvo” (Mar. 16:16), éste bautismo no es denominacional, sino el “un bautismo” (Ef. 4:5) en el plan de salvación del evangelio. Éste bautismo bíblico es precedido por la fe y el arrepentimiento sinceros (Hech. 2:38) y la confesión de la deidad de Cristo (Hech. 8:37). Éste único bautismo bíblico es para el perdón de los pecados (Hech. 2:38) y para entrar en la iglesia del Señor (Hech. 2:41) a la cual el Señor mismo nos añade (Hech. 2:47) cuando le obedecemos.