Por Josué I. Hernández
Son varios los
países, entre ellos los Estados Unidos el más sobresaliente, en los cuales se ha
levantado un fuerte debate por las políticas de inmigración. Algunos están
presionando mucho para que las leyes de inmigración sean más sueltas, más
relajadas, más permisivas; mientras que otros anhelan leyes más estrictas. Como
de costumbre, la brecha está determinada por
definidas líneas ideológicas (liberales y conservadores), con el
argumento de liberales de izquierda presionando a favor de políticas de
inmigración más abiertas. Naturalmente, los extranjeros ilegales también abogan
por normas legales más relajadas, para lograr así establecerse junto a su
familia en el país deseado.
Curiosamente, la
religión ha surgido recientemente como una fuerza adicional que se ha unido al
debate. Algunos religiosos hacen un argumento a favor de leyes de inmigración
más abiertas, afirmando que Estados Unidos tiene una obligación moral de
admitir extranjeros en su país, especialmente aquellos que enfrentan duras
pruebas sociales en sus propios países. Ciertos pasajes de la Biblia se están
utilizando para hacer avanzar el argumento liberal de fronteras más abiertas;
pero, como veremos, estos pasajes se están torciendo y se están aplicando fuera
de su contexto. Para empeorar la situación, varios otros pasajes de la Biblia,
con principios claramente aplicables se están ignorando adrede. Sin embargo,
algunas cosas básicas deben ser entendidas.
En
primer lugar, la Biblia reconoce el principio de identidad y soberanía nacional.
En el día de Pentecostés, después de la resurrección y ascensión de Cristo,
mencionado en Hechos capítulo 2, judíos devotos “de todas las naciones bajo el cielo” se congregaron en Jerusalén
(Hech. 2:5; cf. Apoc. 1:7; 5:9). El sustantivo “nación” (gr. “ethnos”) hace una
clara distinción de las personas sobre la base de la lengua, la cultura y la
ubicación geográfica. Dios mismo proveyó el catalizador de las identidades
nacionales propias cuando confundió las lenguas (Gen. 11:1-9). Unido por su
propio lenguaje peculiar, cada pueblo migró para encontrar su región de
asentamiento donde desarrolló su cultura distintiva. Conforme a Romanos 13:1-4,
la principal función ordenada por Dios para el Gobierno es proteger a sus
ciudadanos de los malhechores. Esto incluiría, obviamente, y lógicamente,
resguardar primeramente las fronteras nacionales. Romanos capítulo 13 autoriza
a una nación a desarrollar sus propias reglas y directrices de admisión a los
extranjeros. Por lo tanto, en lugar de citar de manera tan pésima las sagradas
Escrituras, los religiosos liberales deben considerar lo expresado de manera
explícita e implícita en Romanos 13:1-4 y 1 Pedro 2:13-15.
En segundo lugar,
debemos admitir que gran parte de la controversia por la inmigración se debe a
refugiados de países predominantemente musulmanes. Cabe señalar que, para que
una inmigración sea adecuada y conforme a las leyes de orden civil, los
inmigrantes deben estar dispuestos totalmente a adherirse a las leyes del país
al cual desean entrar. De no hacerlo, el ingreso de refugiados daría lugar al
caos y la anarquía, lo cual es la condición opuesta a lo que Pablo describe en
1 Timoteo 2:2 y Romanos 13:1-4. Debido a que el Islam no es un simple religión,
sino más bien una ideología religiosa, ningún musulmán estará absolutamente de
acuerdo con todas las leyes constitucionales de un dado país, sea Estados
Unidos o Chile. El Corán está repleto de enseñanzas que contradicen los
derechos fundamentales protegidos por nuestra Constitución. Para el verdadero
musulmán, el Corán es la Constitución. Esta es la razón por la cual la ley sharia
es practicada en muchos países culturalmente islámicos.
En tercer lugar,
ciertamente uno debe amar a su prójimo, y ayudar a los heridos (cf. Luc. 10:30),
practicar la hospitalidad, y socorrer a los necesitados (Mat. 22:39; Rom.
12:13; Heb. 13:1,2). Pero, no es simple “hospitalidad” cuando un Gobierno toma
dinero de algunos ciudadanos arbitrariamente para darlos a otro grupo de su
predilección. Las instrucciones de estos pasajes bíblicos no son para los
gobiernos, sino para los individuos. Si quitar dinero a unos para darlo a otros
es “hospitalidad”, los ladrones son los más hospitalarios de la tierra.
Por último, los que
están a favor del aborto y el matrimonio homosexual, no pueden usar la Biblia
contra aquellos que defienden la identidad nacional, el respeto a la
Constitución y la defensa de la soberanía del país. Es una hipocresía tal
proceder. Si realmente están preocupados por los derechos humanos, será bueno
que condenen con vehemencia el asesinato de aquellos más vulnerables de nuestra
sociedad, los no nacidos que son abortados.