Reuniones de Damas de la Iglesia de Cristo



Por Josué I. Hernández


Una reunión de cristianas de diferentes congregaciones en sí no es mala, pero la organización y ejecución de semejante “reunión de damas” corresponde a las mujeres mismas, actuando como individuos, y no a una iglesia, o a varias iglesias, actuando corporativamente. Sería incorrecto, por lo tanto, llamar a dicha asamblea “reunión de damas de la iglesia de Cristo”, como un título oficial de la reunión. La iglesia en su sentido universal no tiene alguna reunión que hacer, y las iglesias locales no tienen alguna función orgánica que realizar.
 
Debido a que las iglesias de Cristo no fueron diseñadas para realizar alguna obra conjunta, no leemos de eventos a nivel de hermandad en el Nuevo Testamento. Por lo tanto, no corresponde que una iglesia de Cristo organice y ejecute tal encuentro, ni que facilite su edificio de reuniones, u otros recursos, para ello. Sencillamente, las iglesias del Señor no tienen alguna obra colectiva que realizar. Cristo no las organizó.
 
Las hermanas no tienen autorización divina para organizar una actividad como obra de la iglesia, porque éste no es su rol (cf. 1 Cor. 11:3; 14:34; 1 Tim. 2:12,15). Tampoco deben involucrarse en organizar una actividad a nivel de hermandad. 
 
Si hermanas quieren reunirse, y estudiar la Biblia juntas, y disfrutar de un convivio, deben usar sus propios recursos para ello. Tal actividad de algunos individuos, específicamente, hermanas en Cristo, no es obra de la iglesia.
 
Buscando la autorización
 
Debemos buscar la autorización de Dios para todo lo que creemos y practicamos. Las buenas intenciones, la sinceridad, y el fervor, son insuficientes. Debemos buscar el permiso del Señor, el “escrito está” (cf. 1 Cor. 4:6; Col. 3:17,23).
 
Toda actividad religiosa pertenece a una de las dos categorías posibles: “Del cielo, o de los hombres” (Mat. 21:24). Si no hay autorización bíblica para determinada actividad religiosa, tal acción no es de origen celestial, sino terrenal.
 
En las páginas del Nuevo Testamento no leemos acerca de encuentros de damas de la iglesia de Cristo, encuentros de varones de la iglesia de Cristo, o de reuniones de jóvenes de la iglesia de Cristo, etc. Sabemos que algunos individuos cristianos viajaron por el mundo conocido y buscaron a sus hermanos (cf. Hech. 9:26-29; Rom. 16:1,2; Fil. 2:25; 2 Tim. 1:17), pero nunca leemos de esfuerzos por activar a la iglesia del Señor a nivel regional o nacional, ni mucho menos, a nivel internacional con encuentros sociales. 
 
La “autonomía” no es una licencia para que una iglesia actúe fuera del patrón de las sanas palabras (1 Cor. 4:17; 1 Tim. 6:3; 2 Tim. 1:13) organizando encuentros regionales, o nacionales, a nivel de hermandad.
 
Conclusión
 
Este no es un asunto de simple nomenclatura y semántica, es un tema que debe ser estudiado cuidadosamente, no solo para ser precisos en la manera de expresar la divina verdad, sino para agradar al Señor en todo lo que hacemos como miembros de su cuerpo (cf. Ef. 1:23; 5:23).
 
Debemos contentarnos con la sencillez y suficiencia de la iglesia local. No permitamos que la iglesia cargue con deberes que no le corresponden, que la distraen de su misión, y frustran su trabajo.