Encuentros y series para jóvenes, damas y varones organizados por una iglesia local



¿Puede la iglesia local organizarlos? 
¿Qué dice la Biblia al respecto?

Por Josué I. Hernández


Debemos hacer todo en el nombre del Señor (Col. 3:17) y como para él (Col. 3:23). Por lo tanto, debemos proceder conforme a la autoridad de nuestro Señor (Mat. 28:18; Hech. 2:36)

¿Del cielo, o de los hombres?

Jesucristo dijo que toda práctica religiosa o es “del cielo, o de los hombres” (Mat. 21:25). Por lo tanto, toda actividad religiosa o es de origen humano, o de origen divino. El hecho de que una mayoría lo apruebe y lo haga, no constituye permiso divino para practicarlo, tampoco lo es la “buena intención”  o la “sinceridad” de alguno. 

Por años hemos repetido, “Hablamos donde la Biblia habla, y callamos donde ella calla”, y hemos insistido en “libro, capítulo y versículo” para todo lo que decimos y hacemos (cf. 1 Cor. 4:6; 1 Ped. 4:11). Entonces, ¿por qué los encuentros organizados por alguna iglesia local estarían exentos de semejante escrutinio? ¿Hay base bíblica para estos encuentros? ¿Hay mandamiento, ejemplo aprobado, o implicación divina que los autoricen? ¿Sí o no? 

¿Por qué hacerlo?

Algunos hermanos están fallando en obedecer lo dicho en 1 Pedro 4:11 (“Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios…”), y están pensando “más allá de lo que está escrito” (1 Cor. 4:6), y están fomentando encuentros y series desconocidos en el Nuevo Testamento; cosas desconocidas para las iglesias de Cristo del primer siglo (cf. 1 Cor. 4:17). 

Al buscar con atención en el Nuevo Testamento, jamás veremos una iglesia de Cristo promoviendo algún encuentro, o serie bíblica, para hermanos de una edad específica, o clasificados según su género o región donde viven.

La pregunta correcta no es, “¿por qué una iglesia de Cristo no puede hacer una serie, o encuentro, para jóvenes, damas o varones?”. La pregunta correcta es, “¿por qué una iglesia de Cristo haría tal cosa?” “¿Tenemos autorización bíblica para hacerlo?”. No buscamos prohibición en la Escritura, sino aprobación para lo que hacemos, es decir, la autorización divina. Buscamos el “escrito está” (Mat. 4:4,7,10), y no nos conformamos con la popular frase, “la Biblia no dice que no se pueda hacer”.

¿Por qué un encuentro para un grupo específico de la hermandad?

La iglesia local es columna y baluarte de la verdad (1 Tim. 3:15), es la institución de Cristo para hacer la obra. Esta es la razón por la cual al obedecer el evangelio, los cristianos se responsabilizaron organizándose en congregaciones autónomas (cf. Hech. 2:42; 1 Cor. 4:17). Debido a esto, no hay nada más grande o más pequeño que la iglesia local, en el plan de Dios (cf. 1 Cor. 12:27). Resulta obvio, por lo tanto, que la iglesia local edifique a sus miembros, los cuales se distinguen por seguir la verdad en amor (Ef. 4:15,16).  

El Señor dejó la forma de perpetuar la enseñanza de generación en generación (2 Tim. 2:2). Y no hay otro patrón para la enseñanza (2 Tim. 1:13). Por lo tanto, cada iglesia local debe ajustarse al patrón de las sanas palabras (1 Tim. 6:3) respecto a cómo predicar la verdad. Para ello, el Nuevo Testamento basta (Jud. 1:3). Entonces, ¿de dónde toman autorización los ancianos, o varones, de alguna iglesia local para reunir en una serie a un tipo específico de miembros del cuerpo de Cristo?

A diferencia de las clases bíblicas que cada iglesia local hace, los encuentros o series para grupos específicos, son sumamente atractivos para congregar a un número más grande, donde cada cual sabe que además de la predicación de la palabra, habrá actividad social entre individuos. ¿No es esto lo que sucede mediante la serie o encuentro organizado por una determinada iglesia local? ¿Todos asisten solamente para oír la palabra de Dios? ¿No está adicionalmente en los planes, la reunión social de los asistentes mediante el encuentro o serie?

Nadie acusa que la iglesia esté financiando la actividad social, lo cual podría eventualmente suceder si la práctica se degenera. Sin embargo, tampoco se podría negar que la iglesia local, que organiza tal actividad, está agrupando a individuos del cuerpo de Cristo de una manera arbitraria, en un programa de enseñanza desconocido en el Nuevo Testamento, mediante el cual se producen divertidas actividades sociales, tratando a los miembros del cuerpo de Cristo como deficientes, que requieren un trato especial, como si el evangelio por sí mismo no llenase su necesidad.    

Problemas y daños colaterales de los encuentros para grupos específicos organizados por alguna iglesia local
  • Relacionar inevitablemente, lo social con lo espiritual, el evangelio con la recreación, lo cual sucede mediante estos encuentros o series.
  • Hacer diferencias que Dios no hace en cuanto a la responsabilidad en el cuerpo de cada miembro, enfocándose en grupos específicos para darles un trato especial desconocido en el Nuevo Testamento.
  • Despojar al evangelio de su poder para salvación y edificación de Dios para todas las personas, de todas las edades y regiones. Tratar al evangelio como ineficiente.
  • Dejar a la iglesia local como una institución aburrida e ineficaz, una organización que no puede edificar a los jóvenes, damas y varones, si no es mediante encuentros o series determinados para cada cual.
  • Confundir a los del mundo, a los miembros locales, y a los miembros del cuerpo de Cristo.
  • Mala disposición contra individuos del cuerpo de Cristo que no asistan, o desaprueben, a tales encuentros o series.
  • Crear eventualmente una relación orgánica entre congregaciones, para llevar adelante un proyecto común de series o encuentros que clasifican al cuerpo de Cristo, cosa que la ley de Cristo no contempla.