Por Josué I. Hernández
Buscar
a Dios es como ir a un Mall. Hay todo tipo de tiendas, y todo tipo de
productos. A algunas personas les gustan las tiendas especializadas, otros
buscan las ofertas. Cada cual se dirige hacia lo que le gusta. Los clientes son
reacios, y por lo tanto, hay que potenciar la publicidad con toda suerte de
ingenio que capte la atención. Si no, cambiar el formato, o estilo, de la
adoración. Todo esto porque para las “iglesias” el evangelio no es el poder de
Dios para salvación (Rom. 1:16).
El
problema ya no son la música al estilo del espectáculo, oradores motivacionales,
y un sinnúmero de actividades recreativas. Las denominaciones están perdiendo
membresía, y por lo tanto, incluso, están dispuestos a renunciar a su pervertido
“plan de salvación” y convicciones más básicas y transversales. La recreación y
entretenimiento están a la vanguardia, y la palabra de Dios es insuficiente.
Así, pues, cuando alguno quiere buscar a Dios, el mercado de la religión se presenta ante sus ojos como un Mall.
Como
pueblo de Dios tenemos que cuidarnos de la tentación del diablo. No podemos
pensar que debido a números estancados podemos imitar a las denominaciones. El
pueblo de Dios no debe imitar a los del mundo (cf. 1 Sam. 8:5,20). Nuestro
deber sigue siendo predicar la verdad (1 Tim. 3:15). Algunos vendrán a la luz
para ser salvos (Jn. 3:19-21; Mat. 7:13,14). No hay otra forma de salvación
para los pecadores (Rom. 6:17; 1 Ped. 1:22).
El
culto a Dios no es como ir a un Mall (Hech. 2:42; 20:7; Ef. 5:19; Col. 3:16). Cuando
leemos nuestras Biblias, aprendemos que en todas partes, y en todas las
iglesias, se predicó y practicó lo mismo (1 Cor. 4:17). Nunca un apóstol de
Cristo enseñó que cada cual adorase a Dios según su gusto o inclinación. Nunca
los cristianos eligieron la manera de servir a Dios. Ellos sabían que sólo hay
un evangelio, y cualquier otra cosa es pecado (Gal. 1:6-9).
Que
adoremos a Dios en espíritu y en verdad (Jn. 4:23,24). Manteniendo la
convicción de que el evangelio no denominacional de Cristo, traerá al reino a
buenos y honestos corazones (Jn. 6:44,45).