“Sabed, pues, que a los gentiles
es enviada esta salvación de Dios; y ellos oirán” (Hech. 28:28).
Por Josué I. Hernández
Cuando Pablo estuvo en prisión en Roma, tuvo la
oportunidad de enseñar a los judíos de esa gran ciudad (Hech. 28:17-23).
Algunos fueron persuadidos, otros no (28:24). Sin embargo, discutieron entre sí
por el desacuerdo, sin que ninguno obedeciera (28:25). Antes de que partieran,
Pablo les aplicó la profecía del profeta Isaías, señalándoles como gente de duro
corazón (28:25-27) y concluyó su amonestación diciendo, “Sabed, pues, que a los gentiles es enviada esta salvación de Dios; y ellos oirán” (Hech. 28:28).
La mayoría, y quizá todos los lectores de este
breve artículo, son gentiles. Entonces, amigo lector, ¿estás entre aquellos de
quienes dijo el apóstol Pablo, “ellos oirán”? ¿O eres como aquellos judíos
obstinados y endurecidos de corazón para con el evangelio de Cristo?
La salvación que Dios ha provisto ha sido extendida
para todos. Esta salvación fue predicada por Pablo, Pedro, y los demás
apóstoles. Esta misma salvación sigue disponible hoy.
Todos deben aprender que Jesús es el Cristo, el
Hijo de Dios, el Salvador del mundo, y no hay otro (Hech. 4:12; 9:22). Todos los
pecadores deben arrepentirse de su maldad (Hech. 3:19; 17:30) para luego
bautizarse para el perdón de sus pecados (Hech. 19:5; 2:38; 22:16) y ser
miembros de la iglesia que Cristo estableció (Mat. 16:18; Hech. 2:47; 28:23).