Por Josué I. Hernández
En 1 Samuel 25
leemos acerca de David, quien siendo fugitivo para salvar su vida, protegió a
los pastores de Nabal, y luego vemos que les pidió comida para él y su
compañía. Sin embargo, Nabal siendo perverso, odioso y egoísta, se negó a dar
ayuda a David. La reacción de David fue matar a todos los varones de la casa de
Nabal (1 Sam. 25:21,22). Entonces, la esposa de Nabal, Abigail, lo interceptó,
y rogó a David que se volviera de hacer tal cosa, ofreciendo a la vez comida y
bebida.
Abigail dijo: “entonces, señor mío, no tendrás motivo de
pena ni remordimientos por haber derramado sangre sin causa, o por haberte
vengado por ti mismo. Guárdese, pues, mi señor, y cuando Jehová haga bien a mi
señor, acuérdate de tu sierva” (1 Sam. 25:31). En otras palabras, Abigail
amonestó a David a que dejase que el Señor pelee sus batallas, y no su ira y
violencia. Ella tuvo razón. Entonces, David se apartó del mal que pensaba
hacer, y Dios tomó venganza en su favor. Cuando Abigail informó a Nabal lo que
hizo a favor de David, “desmayó su
corazón en él, y se quedó como una piedra. Y diez días después, Jehová hirió a
Nabal, y murió” (1 Sam. 25:37,28).
Hay momentos
en los cuales nos sentimos severamente ofendidos por alguien, y nuestros
instintos básicos entran en acción. Queremos venganza, y presentar represalias.
Queremos atacar y rectificar el mal. Sin embargo, las acciones de venganza
personal resultan en fuente de mayor amargura y dolor.
La palabra de
Cristo instruye: “No paguéis a nadie mal
por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres. Si es posible, en
cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. No os venguéis
vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito
está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor” (Rom. 12:17-19).
Cuando somos
maltratados por otros, confiemos en la justicia y poder de Dios. Esto no
significa que no podamos defendernos, y proteger nuestra reputación y bienestar
física o financiero. Esto no significa que las autoridades civiles no puedan
ser informadas del mal que estamos sufriendo para que nos protegan. Lo que sí
significa es que no podemos tomar venganza personal como contraataque.
En esta vida
no habrá perfecta justicia. No obstante, Dios rectificará todas las cosas en el
día final, y para siempre. “Mía es la venganza,
yo pagaré, dice el Señor”.