Por Josué I. Hernández
El clima religioso de nuestra sociedad
ve la libertad como absoluta. La idea de quedar restringido por reglas es un
concepto aborrecible. Llamar a la obediencia es volverse un paria legalista.
Después de todo, nos dicen, “Cristo se oponía a las instituciones establecidas”.
Sin embargo, la palabra de Cristo enseña repetidamente que la obediencia es necesaria
y fuente de grandes bendiciones.
Obedezca a sus
patrones
El apóstol Pablo enseñó que los
siervos deben obedecer a sus amos (Ef. 6:5-9). Actualmente, el principio
significa que los empleados deben obedecer a sus empleadores, y cumplir su
parte del pacto, o contrato, firmado con ellos. El punto sigue siendo el mismo.
Dios quiere que nos sometamos a las personas que tienen autoridad sobre nosotros.
Esto agrada a Dios. Por lo tanto, todos los obedientes serán bendecidos.
Lamentablemente, una interpretación
liberal del pasaje diría: “Obedece a tus empleadores sólo cuando te agrade y proporcione
beneficios inmediatos… y si no te gusta, reclama mediante una marcha pública…”
Fácilmente, algunos impulsan a la población a la rebeldía, y su mensaje es
atractivo para varios: “Si no tienes ganas de trabajar respetuosamente,
simplemente no lo hagas. No obedezcas. Que nadie se interponga en tu búsqueda
por la felicidad…”
Solamente una persona temerosa de Dios
y que respeta su palabra, la Biblia, podrá contemplar la gran bendición de
obedecer a los patrones: “Siervos,
obedeced en todo a vuestros amos terrenales, no sirviendo al ojo, como los que
quieren agradar a los hombres, sino con corazón sincero, temiendo a Dios. Y
todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los
hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque
a Cristo el Señor servís” (Col. 3:22-24).
Obedezca a sus
padres
Los
hijos deben obedecer a sus padres (Ef. 6:1-3). ¿Por qué? Porque hay un Dios en
el cielo que está tomando nota de las acciones individuales y dará el pago: “Honra a tu padre y a tu madre, que es el
primer mandamiento con promesa; para que te vaya bien, y seas de larga vida
sobre la tierra”. Hacer lo bueno siempre será una bendición, recibamos o no
una recompensa por ello.
No obstante, a la vez que mucha gente
religiosa está de acuerdo con esta ley de la palabra de Cristo, la ignoran.
Abundan los padres que han perdido la fe, y no siguen las reglas. Sus hijos
andan sin dirección por la vida, y luego buscan la manera de cargar esta
responsabilidad al Gobierno o a las instituciones. Incluso, no son pocos los
que esperan que la iglesia “enderece” a sus malcriados hijos.
No podemos esperar que los hijos nos
obedezcan cuando no hay reglas justas para obedecer. No podemos esperar que los
hijos nos obedezcan cuando nosotros mismos no respetamos la ley. Hemos creado
una generación sin dirección clara, una generación que no respeta la autoridad.
El problema comenzó cuando nosotros dejamos de respetar la autoridad, y ese
germen lo hemos transmitido a nuestros hijos.
A pesar de lo anterior, no todo está
perdido. Habrá bendición para los padres piadosos, y para los hijos obedientes.
Obedezca a su
esposo
La obediencia al marido no disminuye la
dignidad de la mujer. Más bien, la establece firmemente (cf. Ef. 5:33; Col. 3:18; Tito 2:5; 1 Ped. 3:6). ¿Por qué? Simplemente
porque Dios dijo que lo hiciera. Es lo correcto. Por lo tanto, conduce a la
dignidad.
El feminismo afirma que la mujer sometida a su marido
es una “mujer oprimida”, y que necesita salir de la casa, y “realizarse” como mujer. Pero, como
alguien debe quedarse en casa, entonces que se quede el marido con los niños, o
alguna otra mujer “indigna”. O mejor aún, que no se case y sea “libre de matrimonio y familia”.
A pesar de lo anterior, la palabra de
Cristo enseña que el marido tiene la obligación de sostener amorosamente a su
esposa (Ef. 5:25-32). Una esposa obediente, será una esposa feliz. Si su marido
es impío, ella tiene esperanza de llevarle a Cristo con su ejemplo sumiso (1 Ped. 3:1-5).
Las mujeres que respetan a sus maridos,
son temerosas de Dios, y serán bendecidas.
Obedezca a Cristo
Algunos afirman que no hay que hacer algo conforme a algún estándar
estricto para ir al cielo. Sin embargo, la Biblia dice que sólo los obedientes
serán bendecidos por Cristo: “y habiendo
sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le
obedecen” (Heb. 5:9).
Lo que la Biblia nos informa, es que la
obediencia a la ley de Cristo es esencial para la salvación eterna. Tal
obediencia debe ser de corazón (Rom. 6:16,17). La obediencia no es un mero acto
exterior, sino la humilde sumisión al Salvador (1 Cor. 9:21). Es respeto por su
total autoridad sobre nuestras vidas (Mat. 28:18). Su evangelio es la ley de la
libertad (Sant. 1:25) que nos libra del pecado (Jn. 8:32).
La obediencia al Señor trae
bendiciones, grandes bendiciones (Jn. 12:26). Las más grandes bendiciones de
Cristo son espirituales (Ef. 1:3), aunque habrá bendiciones terrenales también.
Vivir según los principios de la
palabra de Cristo es lo correcto. Rebelarse contra ellos es una ilusión de
libertad; un nocivo engaño que traerá maldición a la vida.
Las personas que respetan a Cristo y su
palabra serán bendecidas. Su obediencia al Señor será recordada en el día final
(Mat. 7:21-23; Jn. 12:48).