Por Wayne Partain
En el mismo texto donde Cristo pide la unidad, explica la base de la
unidad. Jn. 17, “8 porque las palabras que me diste,
les he dado; y ellos las recibieron, y han conocido verdaderamente que salí de
ti, y han creído que tú me enviaste … 14 Yo les he dado tu palabra; y el
mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo”.
Antes de pedir la unidad, El dijo que había dado a sus apóstoles la Palabra de
Dios, para que sobre esta base todos pudieran estar unidos. No hay otra base de
unidad.
1
Cor. 1, “10 Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor
Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros
divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un
mismo parecer”. Pablo no sólo enseña la unidad, sino que les dice cómo se puede
efectuar: “que habléis todos una misma cosa”, y obviamente esa “una misma cosa”
tiene que ser la Palabra de Dios. Según Juan (3 Jn 4), los hijos de Dios deben
andar en la verdad; los que lo hacen estarán unidos.
Efes.
4, “3 solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la
paz; 4 un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en
una misma esperanza de vuestra vocación; 5 un Señor, una fe, un
bautismo, 6 un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por
todos, y en todos”. Esta es la verdadera plataforma de la unidad.¿Qué
tanta diversidad hay en estas siete unidades? Como hay un solo Padre, un solo
Cristo, un solo Espíritu Santo, y una sola esperanza, también hay un solo
cuerpo, una sola fe, un solo bautismo. La unidad requiere que entendamos la
voluntad de Dios. Efes. 5, “17 Por tanto, no seáis insensatos, sino
entendidos de cuál sea la voluntad del Señor”, y habiendo entendido la verdad,
es necesario que estemos firmes en la verdad. Efes. 6, “13 Por tanto,
tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y
habiendo acabado todo, estar firmes”; Fil. 1, “27 Solamente que os
comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que o sea que vaya a
veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo
espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio”. Todos los cristianos
deben estar “solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la
paz”. Esto significa esfuerzo. Todos deben querer la
unidad y procurarla.
Según los sectarios, los hermanos liberales (institucionales) y los nuevos
promotores de la “unidad en la diversidad” entre hermanos que profesan ser
conservadores, no puede haber unidad si insistimos en
apegarnos al patrón bíblico, pero escuchemos al apóstol Pablo: “13 Retén
la forma de las sanas palabras que de mí oíste, en la fe y amor que es en
Cristo Jesús” (2 Tim. 1:13). La palabra forma es HUPOTOPOSIS, “una delineación, bosquejo
… se usa metafóricamente para denotar una pauta, ejemplo” (WEV).
La “unidad en la diversidad” que tantos hermanos quieren no es la unidad
bíblica, sino el compromiso con el error. Los promotores de la “unidad en la
diversidad” quieren comprometer la verdad -- modificarla, ajustarla,
debilitarla y acomodarla al error para que sea más aceptable entre hermanos
infieles y aun entre sectarios y mundanos.
Cuando Jesús rogó al Padre que sus discípulos seamos uno, El no pidió la unidad
en la diversidad. El ya había dicho que habría división por causa de su
enseñanza (Mat. 10:34-38). También Pablo habla sobre esto en 1 Cor. 11,
“19 Porque es preciso que entre vosotros haya disensiones, para que se
hagan manifiestos entre vosotros los que son aprobados”. También 1 Jn. 2,
“19 Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen
sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se
manifestase que no todos son de nosotros”. Aparentemente algunos piensan que si
hay división todos están mal (que la división en sí es mala), pero según estos
textos es algo necesario. Tarde o temprano el error se descubre y entonces ¿qué
harán los fieles? Lo corregirán si es posible y si no posible, habrá separación
de alguna clase. Aplicarán los textos que hablan de no tener comunión con el
pecado y el error doctrinal (Mat. 18:15-17; Rom. 16:17; 1 Cor. 5; 2 Tes. 3) o,
en algunos casos los fieles tienen que salir. Esto sucedió muchas veces durante
las décadas de los 1950 y 1960 cuando estaba cristalizando la división sobre la
iglesia patrocinadora, instituciones y el evangelio social.