Por Josué I. Hernández
En
la parábola de los talentos, el Señor Jesús ilustra la consideración divina por
la cual seremos juzgados (Mat. 25:14-30). Él nos provee de oportunidades
conforme a nuestras habilidades (Mat. 25:14,15), y depende de nosotros ejercitarlas
(Mat. 25:16-18). El Señor volverá un día, y pedirá cuentas de lo que se nos
confió (Mat. 25:19-30). Somos responsables.
Las
habilidades varían de una persona a otra. Algunos tienen grandes habilidades y
oportunidades en consecuencia. Las personas con mayor capacidad no reciben las
oportunidades de aquellos con menor capacidad, o viceversa.
Las
personas con mayores capacidades deben ejercerlas, pues serán juzgadas por
esto. Sin embargo, esto no fue el punto de Cristo. El foco de la parábola es
que aquel que tiene poca capacidad y no aprovechó la oportunidad que se le
brindó, fue irresponsable, y dará cuentas de ello.
A
veces, quienes poseen habilidades limitadas hacen excusas, y piensan tener
razones muy plausibles para no obedecer lo que Dios les ha encomendado. Pero, a
Dios no le convence la irresponsabilidad. La negligencia no recibe alabanza de
Dios (cf. Rom. 12:11).
Las
oportunidades que tenemos son dadas por el Señor, quien tiene pleno
conocimiento de nuestras habilidades. Si no somos diligentes, él no se agradará
de nosotros: “Siervo malo y negligente”
(Mat. 25:26).
Cada
miembro del reino, tiene algo que ofrecer, ya sea poco o mucho. Por una parte,
no debe existir la rivalidad, los celos o la arrogancia (1 Cor. 12:21). Además,
tampoco debe existir la excusa, o el menosprecio (1 Cor. 12:14-16).
Todos los
cristianos debemos hacer nuestra parte para el progreso de la causa de Cristo,
ya sea que tengamos pocos, o muchos, talentos.