Por Josué I. Hernández
"que prediques la palabra; que instes a tiempo y
fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina.
Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo
comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias,
y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas" (2 Tim.
4:2-4).
"Porque para Dios somos grato olor de Cristo en
los que se salvan, y en los que se pierden; a éstos ciertamente olor de muerte
para muerte, y a aquéllos olor de vida para vida. Y para estas cosas, ¿quién es
suficiente? Pues no somos como muchos, que medran falsificando la palabra de
Dios, sino que con sinceridad, como de parte de Dios, y delante de Dios,
hablamos en Cristo" (2 Cor. 2:15-17).
Cuando quienes profesan ser cristianos dejan de
insistir en la autoridad de las Escrituras para todo lo que decimos y hacemos
(cf. Col.3:17), y buscan predicadores que les quiten la comezón de sus oídos,
entonces añaden “pecado sobre pecado” (cf. Is. 30:1,9,10).
La actitud comprometida de aquellos que hablan de “amor”, pero que a la vez se niegan a predicar un mensaje que señale el pecado por temor a que algunos se enojen, sólo tiene como efecto el permitir que almas vayan con muy buen humor al infierno.
La actitud comprometida de aquellos que hablan de “amor”, pero que a la vez se niegan a predicar un mensaje que señale el pecado por temor a que algunos se enojen, sólo tiene como efecto el permitir que almas vayan con muy buen humor al infierno.