¿Cantando profesionalmente?



Por Josué I. Hernández


Hay quienes resultan afectados por el “talento” que se ejerza al cantar alabanzas a Dios por voces “bien entrenadas”, y algunos han manifestado lo sublime que fue a sus oídos al sentirse elevados oyendo a quienes sí poseen la técnica a la hora de “cantar como se debe”. Sencillamente, el mundo del espectáculo está afectando a algunos hermanos impulsándolos a que aprecien lo que suena bien y conmueve las emociones, y a que menosprecien lo que no se conforma con este criterio.
 
Con semejante estándar secular, con el cual se exalta el talento y la ejecución espectacular, el canto de unos pocos santos “sin talento” será a los oídos de algunos algo totalmente deprimente e indeseable de oír.  Sin embargo, la destreza y la técnica vocal para cantar profesionalmente, no es algo que la ley de Cristo requiera.

El estándar de Dios es totalmente diferente. Él no se impresiona por alguna técnica vocal distintiva. Nuestro Dios apreció el canto de corazones sinceros como los de Pablo y Silas en una celda de Filipos (Hech. 16:25,26).  

Es bueno procurar decencia y orden en todo lo que hacemos (1 Cor. 14:40) y dar lo mejor al Señor (Col. 3:23,24), y ser diligentes en nuestros esfuerzos cuando debemos aprender y mejorar (Rom. 12:11). Pero, establecer un estándar secular para medir el canto del pueblo de Dios es algo desconocido en las páginas de la Biblia. 

Dios requiere que su pueblo cante con gracia, meditando en el mensaje espiritual que se expresa para adoración y edificación, lo cual requiere buen uso del instrumento designado: el corazón. 

“hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones” (Ef. 5:19).
 
“La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales (Col. 3:16).