Por Josué I. Hernández
Dos nuevas afirmaciones se oyen de
entre hermanos confundidos. Unos dicen que Dios no une en matrimonio a los
inconversos, pues la ley de Cristo es sólo para los cristianos, y los del mundo
debido a que no viven bajo la ley de Cristo no podrían ser unidos por Dios en
matrimonio. Otros afirman que Dios no casa a los cristianos que entran en el
vínculo matrimonial con inconversos, pues tales matrimonios son una maldad y
están prohibidos por Cristo, así que no serían jamás unidos por Dios en
matrimonio.
A pesar de la confusión anterior, Dios nos instruye
por medio de su palabra para que creamos que la ley de Cristo (1 Cor. 9:21;
Gal. 6:2) es obligatoria para toda la humanidad, y por lo tanto, la enseñanza
de Cristo respecto al matrimonio está en vigencia para todos, hasta el fin de
los tiempos. Luego, por la lectura cuidadosa de la sagrada Escritura, somos
informados que la palabra de Cristo ha de juzgar a todos (Jn. 12:48; Hech.
10:42; 17:30,31).
Aquellos que afirman que los inconversos están
libres de la ley de Cristo y que no son responsables de la enseñanza del Señor
respecto al matrimonio, repudio y segundas nupcias, contradicen al apóstol
Pablo (2 Tes. 1:8) y al apóstol Pedro (1 Ped. 4:17), dos hombres inspirados,
quienes argumentan de la obligatoriedad de la obediencia total al evangelio.
¿Por qué juzgaría Dios mediante el evangelio (Jn.
12:48) a quienes no son responsables del evangelio? Entonces, si el inconverso
no está bajo la ley de Cristo, ¿bajo cual ley está? Si no está bajo ninguna
ley, ¿por qué es un pecador? Y, ¿por qué necesita la salvación si no ha
infringido la ley de Cristo? En tal caso, ¿por qué predicar el evangelio a los
del mundo (Mar. 16:15,16)?
Dios une en matrimonio a todos quienes
cumplan los requisitos establecidos por él, y por lo tanto, cristianos o no
cristianos, quedan unidos por Dios en matrimonio si entran en el pacto
matrimonial según el plan de Dios (cf. Prov. 2:17; Mal. 2:14; Mat. 19:4-6).
En Mateo 19, Jesús no dijo que su palabra respecto
al matrimonio es solamente para los cristianos. En aquel momento Jesús no
trataba algún caso específico de cristianos, sino un caso general, y por lo
tanto no hablaba de la iglesia, ni de cristianos, sino de su doctrina para el
mundo.
Según aprendemos por la lectura cuidadosa en su contexto,
Jesucristo estaba respondiendo a judíos incrédulos que le tentaban (Mat. 19:3)
mientras sus discípulos oían la enseñanza (Mat. 19:10). Y Cristo no hizo
separación en su enseñanza para un grupo a diferencia de otro. Cristo dijo
“Cualquiera” (Mat. 19:9). Cuando los discípulos volvieron a preguntarle de lo
mismo al llegar a casa, nuevamente el Señor aplicó su enseñanza de manera
general, para todo el mundo, y dijo “Cualquiera” (Mar. 10:10-12). Si la
enseñanza era para un grupo particular, y no para el mundo, Jesús lo hubiese
especificado, pero no lo hizo. Al contrario, al llegar a casa, según el relato
de Marcos, Jesús enfatizó el alcance de su doctrina, la cual sería para todos,
quienes sean.
“Cualquiera” (cf. Mat. 19:9; Mar. 10:11) es una
generalización significativa, que por el contexto se aplica a todo aquel que
entre en el vínculo matrimonial. Leemos la misma expresión en otros pasajes de
Mateo (cf. Mat. 7:24; 10:32,33; 13:12; 16:24,25) donde siempre se aplica a todo
aquel, quien sea, todo aquel, es decir, cualquiera.
En su respuesta, Jesucristo indicó lo sucedido en
el Edén (Gen. 1 y 2) diciendo, “¿No habéis leído que el que los hizo al
principio varón y hembra los hizo…” (Mat. 19:4). Dando a entender que la ley
del Señor “desde el principio” (texto griego; Mat. 19:4,8) ha sido siempre así,
y lo será hasta el fin de los tiempos. Por lo tanto, desde el principio ha sido
así el caso entre “el hombre” y “su mujer” (Mat. 19:5). Y, la única excepción
de la ley de Cristo son los eunucos (Mat. 19:11,12).
Hermanos errados afirman que Jesús no
enseñó respecto al matrimonio entre mundanos, o entre un cristiano y un
mundano. Obviamente, la consecuencia de semejante doctrina es que tales
matrimonios en realidad no son un matrimonio, pues no están ligados o unidos
por Dios. Por lo tanto, pueden separarse, y volverse a unir con otros, cuantas
veces quieran, porque según esta conveniente doctrina no están pecando hasta
que lleguen a ser cristianos, porque no hay alguna ley que les gobierne, porque
supuestamente la ley de Cristo es sólo para la iglesia. Pero, el apóstol Pablo
no dijo tal cosa del cristiano casado con inconverso (1 Cor. 7:10-14), ni Pedro
lo dijo (1 Ped. 3:1). Según la inspirada doctrina apostólica, el matrimonio es
una institución en la cual pueden convivir un cristiano y una persona del mundo
bajo la ley de Cristo.
Conclusión
La confusión de algunos es por creer que la ley de
Cristo es sólo para el pueblo del pacto, la iglesia, y no para el mundo. Estos
hermanos creen y predican que los pecadores del mundo no son responsables al
evangelio de Cristo. No obstante, lo que Cristo dijo se aplica a todo caso de
matrimonio (“Cualquiera”, Mat. 19:9), a todo aquel que deje “padre y madre y se
une a su mujer” (Mat. 19:5).
El hecho de que serán condenados todos los que no “obedecen el
evangelio” (2 Tes. 1:8) significa que el evangelio es obligatorio para todo el
mundo, que es una ley vinculante para todos, y que todos nosotros somos
responsables ante él.