El fracaso por la avaricia



Por Josué I. Hernández

La palabra de Cristo nos amonesta claramente contra la avaricia, prohibiéndola y descubriendo el daño que ocasiona, “Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora” (Heb. 13:5). 

La avaricia es lo apuesto al contentamiento. Sin embargo, y lamentablemente, lo que caracteriza a nuestra sociedad es la falta de contentamiento por la avaricia, el habitual amor al dinero. Esto no puede ser bueno, ni para el avaro, ni para su familia, Porque el amor al dinero es la raíz de toda clase de males (1 Tim. 6:10, NVI).

La persona no vale por lo que tiene, y el 
éxito no se limita a lo financiero. El éxito está determinado por la relación con Dios. Los avaros viven vidas miserables, y son los más grandes fracasados en cuanto a los tesoros celestiales (cf. Mat. 6:19-21; cf. Apoc. 3:17).

Tengamos cuidado con los avaros, ellos no soportan que usted no sea uno de ellos. Debemos cuidar con quienes nos asociamos. Como dijo el apóstol Pablo, “apártate de los tales” (1 Tim. 6:5). “No erréis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres” (1 Cor. 15:33).

No me malentienda, el problema no es el dinero mismo, sino “el amor al dinero”, el cual es raíz de toda suerte de males (1 Tim. 6:10).

La avaricia no es un problema solamente de los ricos (o quienes tengan más dinero que nosotros), es un problema en el corazón de toda persona que se haya enamorado del dinero, sea rico o no. En otras palabras, la avaricia es un problema en el corazón, independiente de la cantidad de dinero en el bolsillo. 

Piense detenidamente en lo anterior, al estudiar la historia del rico y Lázaro (Luc. 16:19-31). El Señor mencionó a dos ricos que interactúan, uno de los cuales era Abraham, pero solo uno de los ricos se caracterizó por ser un avaro. Así también, hay un mendigo, llamado Lázaro, quien llega a ser consolado en el seno de Abraham, y ambos, a pesar de haber pertenecido a estratos sociales tan separados lograron el éxito “para con Dios (Luc. 12:21).

No es difícil encontrar avaros quienes viven por el dinero y para el dinero. En realidad ellos no tienen dinero, sino que el dinero los tiene a ellos. Cada costumbre de sus vidas gira en torno a lo monetario, y no están contentos con lo que tienen, sino que siempre quieren más (cf. Luc. 12:16-21). Adoran el dinero, el cual es su dios, pues la avaricia “es idolatría” (Col. 3:5). Y por consiguiente su estado de ánimo depende del dinero, y toda su vida se consume en relación a la cantidad de dinero en su bolsillo, lo cual es notorio, ya que “de la abundancia del corazón habla la boca” (Mat. 12:34). 

Por supuesto, esto es totalmente contrario a la enseñanza de Cristo, quien dijo “Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee” (Luc. 12:15).