Por Josué Hernández
De todas las cosas que no debemos olvidar, hay una en la que muchos no quieren pensar. La realidad de la propia muerte (Sal. 39:4; 144:4; Ecles. 6:12; 8:8).
No estaremos para siempre en este mundo. Debemos admitirlo, aceptarlo y dejar de intentarlo.
Debemos aceptar nuestra vida limitada y buscar a Dios.
La solución a la brevedad de la limitada vida humana es Dios (Sal. 90:1,12), y lo que necesitamos es su perdón (Sal. 90:8), porque nuestro problema es el pecado y Dios nos llama a la conversión (Sal. 90:3).