La distinción entre evangelio y doctrina



Por Josué Hernández 


¿Hay alguna diferencia entre evangelio y doctrina? Algunos rápidamente afirmarán que sí, y presentarían una distinción ingeniosa entre “evangelio” y “doctrina”, tratándoles como dos cuerpos de información exclusivos y mutuamente excluyentes. 

Se está promoviendo que la doctrina es una información que debe ser enseñada a los cristianos, y que el evangelio es una información que debe ser predicada a los inconversos, y ya que el evangelio salva al pecador, por lo tanto, el evangelio sería más importante que la doctrina, lo cual permitiría el extender la comunión a pesar de las diferencias doctrinales si las partes involucradas participan del “evangelio”. 

Evidentemente, la consecuencia de semejante distinción arbitraria es un permiso para recibir en comunión al falso maestro si este a lo menos predica “el evangelio”. Luego, si algún grupo predica lo que se consideren elementos centrales del “evangelio”, a pesar de ser incluso una denominación, podría extenderse la comunión a ellos, debido a que ellos predican y obedecen lo que se considera “evangelio” a pesar de que no enseñan ni practican “la doctrina”. Es cosa de tiempo para que se manifiesten las consecuencias de abrazar el error. La apostasía no se detiene. 

Esta particular distinción entre evangelio y doctrina no es nueva, desde el siglo pasado ha sido promovida por quienes pretenden la comunión con hermanos liberales, e incluso, con denominaciones. A su vez, ahora mismo hay hermanos muy entusiastas que están hablando de lo que no entienden al hacer una distinción entre evangelio y doctrina, y entre predicación y enseñanza. 


¿El evangelio más importante que la doctrina?


Se afirma que el evangelio es más importante que la doctrina, y que el evangelio involucra solamente tres elementos. Es decir, según esta enseñanza, el evangelio está constituido de tres hechos históricos que se deben predicar. Citan 1 Corintios 15:1-4, donde dicen leer que el evangelio es solamente la muerte, la sepultura y la resurrección de Cristo. Sin embargo, Pablo no dijo que el evangelio es solamente aquellas tres cosas, como tampoco afirmó que el evangelio es más importante que la doctrina. 

Por una lectura cuidadosa de 1 Corintios 15:1-6 aprendemos que Pablo no indicó tres cosas ¡sino cuatro! El apóstol dijo, 1) “Que Cristo murió…”, 2) “que fue sepultado”, 3) “que resucitó…”, y 4) “que apareció”. Las apariciones del Cristo resucitado son la demostración de la deidad de Jesús de Nazaret, y una parte esencial del evangelio como los otros tres puntos también lo son. 

A la vez, leyendo cuidadosamente 1 Corintios 15, somos enseñados que Pablo no dijo que el evangelio (1 Cor. 15:1) sea una información más importante que la doctrina (2 Jn. 9) o la fe de Jesús (Apoc. 2:13; 14:12). Cuando Pablo dice a los corintios “Porque primeramente os he enseñado”, él simplemente indicó lo que en primer lugar les predicó al llegar a Corinto (cf. 1 Cor. 2:2; Hech. 18:5-8). Es decir, Pablo les recordó de la primera información que les enseñó en Corinto, pero nunca dijo que ésta fue la única información, o la más importante información, que predicó les enseñó. 

El adjetivo griego “prótos”, se debe entender como “primeramente”, “ante todo”, “primero”, “en primer lugar”. Este adjetivo no indica que lo que va delante sea más importante que aquello que viene después. Simplemente, “prótos” señala que una cierta cosa se ha puesto en la delantera, o primer lugar, respecto a lo que va en la retaguardia, o en segundo lugar. Un ejemplo claro de esto se lee en Génesis 33:2, donde la Septuaginta usa el mismo adjetivo griego, “Y puso las siervas y sus niños delante, luego a Lea y sus niños, y a Raquel y a José los últimos”. ¿Quiénes eran más importantes para Jacob, los que iban delante o después? Decir que siempre lo que va delante es más importante es un afirmación sin prueba, y que no respeta el contexto en estos casos. 

Decir que el evangelio es más importante que la doctrina, y que podemos tener buen compañerismo a pesar de la doctrina diferente, es algo que no concuerda con el contexto de 1 Corintios 15, ni con el contexto de la Biblia. Enseñar como doctrinas mandamientos de hombres hace del culto tributado un culto vano (Mar. 7:6). El que se extravía de la doctrina de Cristo no tiene a Dios (2 Jn. 9). Está prohibido enseñar doctrina diferente (1 Tim. 1:3; 6:3; Heb. 13:9; Rom. 16:17,18). La doctrina es igual de importante que el evangelio. Es más, la doctrina y el evangelio son lo mismo. 

¿Hay distinción entre enseñanza y predicación?

La Biblia no hace una distinción entre enseñar y predicar como se afirma cuando se insiste en que el evangelio se predica a los inconversos y la doctrina se enseña a los creyentes. Jesús hacía ambas cosas, y en un mismo lugar, sin clasificar a unos para la enseñanza y a otros para la predicación. “Cuando Jesús terminó de dar instrucciones a sus doce discípulos, se fue de allí a enseñar y a predicar en las ciudades de ellos” (Mat. 11:1; cf. Luc. 20:1). 

Nunca Jesús “predicaba” solamente a los no creyentes, o “enseñaba” solamente a sus discípulos. Jesús enseñaba también a quienes no eran de sus discípulos. “Y llegado el día de reposo, comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos, oyéndole, se admiraban, y decían: ¿De dónde tiene éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es esta que le es dada, y estos milagros que por sus manos son hechos?” (Mar. 6:2,6; cf. Mar. 4:1; 6:34). 

En la comisión limitada los apóstoles usaron de enseñanza y predicación. “Y saliendo, predicaban que los hombres se arrepintiesen… Entonces los apóstoles se juntaron con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho, y lo que habían enseñado” (Mar. 6:12,30). 

Cristo no sólo predicó el evangelio. También lo enseñó a sus discípulos. “Y comenzó a enseñarles que le era necesario al Hijo del Hombre padecer mucho, y ser desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y ser muerto, y resucitar después de tres días” (Mar. 8:31; cf. 9:31). 
Según Hechos capítulo 4, Pedro y Juan, apóstoles de Cristo, enseñaron a inconversos acerca de la muerte y resurrección de Cristo (versículos 2,10). Luego, fueron acusados de su enseñanza (v.18). En el capítulo 5 los apóstoles fueron sorprendidos enseñando al pueblo (v.25) y fueron reprendidos por enseñar (v.28), sin embargo, esta era la voluntad del Señor (v.20). Dios quería que ellos enseñaran al mundo ¡y ellos lo hicieron! 

Los hebreos fueron amonestados porque debían participar nuevamente de la enseñanza en cuanto a los primeros rudimentos de las palabras de Dios (Heb. 5:12). ¿Qué eran esos rudimentos? ¿Eran evangelio o doctrina? Si eran evangelio, ¿por qué se les debía enseñar y no predicar? 

Una y otra vez leemos que se enseñaba a inconversos (Hech. 4:1,2; 5:21,28,42; 13:12; 17:10,11; 18:25; 28:30,31) y que se predicaba a la iglesia (Hech. 20:7,9; Rom. 1:15-17; 2 Cor. 11:4). La enseñanza no es ajena de la predicación, ni la predicación de la enseñanza. Ambas acciones están presentes al momento de exponer las sagradas Escrituras (2 Tim. 3:16,17). 

Evangelio y Doctrina

El evangelio y la doctrina son una misma cosa. El evangelio se obedece (2 Tes. 1:8) y también se obedece la doctrina (Rom. 6:17), es decir, la fe (Hech. 6:7). El evangelio y la doctrina permiten la libertad del pecado y ser hechos siervos de la justicia. El evangelio debe predicarse a los cristianos (Rom. 1:15) y la doctrina debe enseñarse a los inconversos (Hech. 5:28; 13:12). En el primer siglo los cristianos no hicieron distinción entre enseñar la palabra y predicar el evangelio (cf. Hech. 5:20,25,28,42). 

Falsos maestros judaizantes enseñaban la circuncisión y el guardar la ley como requisitos adicionales al evangelio (Hech. 15:1,5) y fueron acusados de inquietar con palabras y perturbar almas (Hech. 15:24) aunque estos falsos maestros no ponían en duda la muerte, la sepultura y la resurrección de Cristo. Luego, Pablo les señaló por enseñar un evangelio diferente (2 Cor.11:4). Si hay diferencia entre evangelio y doctrina, y el evangelio es más importante que la doctrina, ¡Pablo no lo dijo! En el primer siglo, el pueblo de Dios no estaba dispuesto al compañerismo con los falsos maestros y sus seguidores. Y los errores doctrinales fueron tratados como un atentado contra la verdad del evangelio (Gal. 2:5). 

El evangelio, la fe, la verdad, la palabra de Dios, la doctrina de Cristo, ha de predicarse, y ha de enseñarse, a inconversos y cristianos: El evangelio (Mar. 16:16; Rom. 1:15). La fe (Hech. 6:7; Jud. 3). La verdad (1 Ped. 1:22; Ef. 4:15). La palabra de Dios (Sant. 1:18; 1:21; 2 Tim 4:2-4). La doctrina (Rom. 6:17; Tito 2:1). 

Sólo una doctrina es de Dios (1 Tim. 6:1; Tit. 2:10; Jn. 7:17) del Señor (Hech. 13:12) y de Cristo (2 Jn. 9; Mat. 7:28; 22:33; Mar. 4:2; 11:18; Heb. 6:1). Las otras doctrinas son de demonios (1 Tim. 4:1), de los fariseos (Mat. 16:12), de Balaam (Apoc. 2:14), de los nicolaítas (Apoc. 2:15). Aquí tenemos una clasificación de doctrinas, ¡pero nunca tenemos una clasificación entre evangelio de Cristo y doctrina de Cristo como dos cuerpos de información diferentes! 

El evangelista (“pregonero del evangelio”) debe predicar la palabra (2 Tim. 4:2) ¡y no sólo predicar algún evangelio que no involucra doctrina! El verdadero evangelista no está limitado a predicar solamente la muerte, la sepultura y la resurrección de Cristo (cf. 2 Tim. 4:2-5). El cuerpo entero de información del Nuevo Testamento es el evangelio de Cristo, y debe enseñarse tanto a los inconversos como a los cristianos. ¡Qué maravilloso sería para algunos un evangelio sin las condiciones de obediencia requeridas por Dios (cf. Mat. 28:20; Jn. 17:20)! Al hacer una diferencia entre evangelio y doctrina, y entre predicar y enseñar, se hace una diferencia entre evangelista y predicador, ¡pero no hay tal diferencia (2 Tim. 4:2,5)! 

En Hechos 8:12 leemos, “Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres”. El “nombre de Jesucristo” es lo que él demanda, lo que él ha autorizado. Esto lo aprendemos por la palabra del evangelio (1 Ped. 1:25) la cual el Señor predicó y enseñó (Luc. 20:1) y que enseñaban todos los santos fieles en el primer siglo, como Pablo y Bernabé (Hech. 15:35). Este evangelio no es solamente acerca de la muerte, sepultura y resurrección de Cristo. Este evangelio, es decir, las “buenas nuevas” (Luc. 1:19) es también las palabras de Lucas 1:13-17 (cf. Mar. 1:1) e involucra la enseñanza acerca de la iglesia, la cual es el “reino de Dios” (Hech. 8:12; Col. 1:13). 

La manera en la cual el cristiano ha de vivir es parte del evangelio, “Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio” (Fil. 1:27). El evangelio enseña y demanda una forma de vida particular. 

Conclusión

La gracia de Dios tiene una palabra (Hech. 14:3; 20:32) la cual es el evangelio (Hech. 20:24), y esta palabra debe ser predicada (2 Tim. 4:2), lo cual indica la enseñanza de todo el consejo de Dios (cf. Hech. 20:27). 

Predicando el evangelio, el apóstol Pablo comunicaba la palabra de Dios (Hech. 13:5), la fe (13:8), los caminos rectos del Señor (13:10) y la doctrina del Señor (13:12). 

No hay distinción entre evangelio y doctrina, ni entre predicación y enseñanza. Nunca algún autor inspirado definió el evangelio como solamente la muerte, la sepultura y la resurrección de Cristo.