La cena del Señor es una conmemoración sencilla, en la cual los cristianos comen del pan sin levadura y beben del fruto de la vid, los cuales representan el cuerpo y la sangre del Señor (1 Cor. 11:23-26). Cristo mando su observancia hasta el fin del mundo (1 Cor. 11:24,25; cf. 4:17).
En el primer siglo, los cristianos eran congregados por Dios para observar este memorial “el primer día de la semana” (Hech. 20:7) y perseveraban en ello (Hech. 2:42) esperando el momento en que la iglesia local reunida facilitara a sus miembros el pasar a la mesa del Señor (1 Cor. 11:33).
El Nuevo Testamento enfatiza la importancia de seguir el patrón revelado por los apóstoles. Pablo dijo a Timoteo “Retén la norma de las sanas palabras que has oído de mí, en la fe y el amor en Cristo Jesús” (2 Tim. 1:13, LBLA), y las congregaciones eran instruidas a mantenerse firmes en lo aprendido de los apóstoles, “Así pues, hermanos, manteneos firmes y conservad las tradiciones que habéis aprendido de nosotros, de viva voz o por carta” (2 Tes. 2:15, JER).
Si algún hermano andaba desordenadamente y no según la tradición apostólica, debía ser disciplinado, “Hermanos, os mandamos en nombre del Señor Jesucristo que os apartéis de todo hermano que viva desordenadamente y no según la tradición que de nosotros recibisteis” (2 Tim. 3:6, JER). En fin, la instrucción apostólica instruía en todas partes y en todas las iglesias, “Y todo lo que hacéis, de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias por medio de El a Dios el Padre” (Col. 3:17, LBLA; cf. 1 Cor. 4:17). La razón es sencilla, “Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo. Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡Bienvenido! Porque el que le dice: ¡Bienvenido! participa en sus malas obras” (2 Jn. 9-11).
Al reconocer la autoridad de Cristo, y la necesidad de mantener el patrón doctrinal revelado en el Nuevo Testamento, hay directrices inequívocas que debemos mantener sobre la cena del Señor.