“Las
palabras del chismoso son como bocados suaves, y penetran hasta las entrañas”
(Prov. 18:8).
Por Josué Hernández
El
chisme no es un problema nuevo. En el tiempo de Jeremías era un pecado común,
“Todos ellos son rebeldes obstinados que andan calumniando” (Jer. 6:28). Bajo
el Antiguo Pacto, Dios explícitamente lo prohibió en varias ocasiones, por
ejemplo, “No andarás de calumniador entre tu pueblo” (Lev. 19:16).
Cristo dijo, “de toda palabra vana que hablen los hombres, darán cuenta de ella en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado” (Mat. 12:36,37).
Cierta
viuda joven, de la alta sociedad, llegó a sufrir por los chismes más crueles
del pueblo, debido a que eventualmente era visitada por "tres misteriosos
hombres". Y sucedía que cuando llegaban aquellos varones a su casa, ella
sacaba a su hijo menor al patio, quedándose cierto tiempo a solas con los
extraños visitantes. La imaginación del pueblo voló por lo aires, hasta que al
tiempo se supo que uno de los varones era el hermano mayor de la viuda, otro
era un doctor, y el último era un abogado. La viuda sufría una enfermedad
terminal, y nos parezca sabio o no, ella pensó que era mejor ocultar a su
pequeño la gravedad de su enfermedad. El doctor ayudó lo más posible, mientras
el abogado alistó el testamento. El hermano de la viuda, la acompañó hasta el
final, y adoptó a su pequeño sobrino.
Hemos
fracasado horriblemente al no lograr saber algo de nuestro prójimo, no
soportamos tolerar ese vacío de información de alguna persona. Preferimos
llenar el vacío con cualquier historia que complete la idea, sin importar que
la mucha de esa información sea fruto de suposiciones maliciosas que afectan el
buen nombre de nuestro semejante. Con unos cuantos ladrillos de información
construimos toda una casa de especulación.
Esta es
nuestra más grande vergüenza. Hemos logrado conquistar todo nuestro entorno,
menos nuestra lengua. “Porque todo género de fieras y de aves, de reptiles y de
animales marinos, se puede domar y ha sido domado por el género humano, pero
ningún hombre puede domar la lengua; es un mal turbulento y lleno de veneno
mortal” (Sant. 3:7,8, LBLA). Pero, hay esperanza, porque “Si alguno no tropieza
en lo que dice, es un hombre perfecto, capaz también de refrenar todo el
cuerpo” (Sant. 3:2, LBLA).
Santiago
nos enseña que “el hombre de doble ánimo” (1:8) se revela así mismo por su
lengua. La quiere usar para enseñar (3:1) para bendecir (3:9), pero a la
vez para maldecir (3:9-10), para jactarse de grandes cosas (3:5), para inflamar
un conflicto (3:6) y para inyectar veneno mortal (3:8). Y, con el fin de
perfeccionar a estos cristianos (1:4) Santiago les exhorta a refrenar (3:2) y
domar su lengua (3:7-8) para que manifiesten así la consecuencia y la sabiduría
(3:9-12).
Se
sabe que en cierto pueblo, una señora chismosa gozaba inventando las historias
más fantásticas, hasta que aprendió la lección. Su lengua no tenía rienda.
Cualquiera podía ser víctima de su malicia. Un día ella soltó el rumor de que
el alguacil del pueblo se había emborrachado en la cantina del barrio, y esto
porque el carro del alguacil estaba estacionado casi al frente de la cantina.
Para la chismosa, un carro frente a la cantina, significaba que el conductor
era un borracho que se había detenido a satisfacer su vicio. El alguacil captó
la deducción de la chismosa, y entonces, fue y estacionó su carro toda la noche
frente a la casa de ella.
¿Qué es un chisme?
El chisme no es solamente el inventar una historia ficticia con pocos eslabones de información. Según la Real Academia Española, el chisme es toda “Noticia verdadera o falsa, o comentario con que generalmente se pretende indisponer a unas personas con otras o se murmura de alguna”. Larousse, define chisme como “Noticia verdadera o falsa con que se murmura o se pretende difamar”. Por lo tanto, el chisme es motivado por la intención de difamar, e indisponer.
En resumen, el chisme es la charla sobre los asuntos de otra persona, que aunque sean verdad, no tienen base ni provecho, pues son vanos e infundados.
Entonces,
un chisme:
1) No
tiene que ser mentira, puede ser verdad.
2) Es
información de segunda mano.
3) Resulta en una conclusión incorrecta.
3) Resulta en una conclusión incorrecta.
4) Es
potenciado por la malicia.
Dios condena severamente a los murmuradores y detractores: “murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres… los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican” (Rom. 1:30-32).
-- “murmuradores”
(gr. “psidsuristés”), uno que musita, chismoso secreto, que actúa
clandestinamente.
-- “detractores”
(gr. “katalalos”), un adversario que desacredita o difama (cf. 2 Cor. 12:20; 1
Ped. 2:1).
¿Qué opinión tiene Dios del chisme?
Para el Señor el chisme es peor que el robo, “Más vale el buen nombre que las muchas riquezas, y el favor que la plata y el oro” (Prov. 22:1). El chismoso ha robado a su prójimo algo más valioso que el dinero o las posesiones materiales.
Dios lo
aborrece, lo abomina, lo odia, “Seis cosas hay que odia el SEÑOR, y siete
son abominación para El: ojos soberbios, lengua mentirosa, manos que derraman
sangre inocente, un corazón que maquina planes perversos, pies que corren
rápidamente hacia el mal, un testigo falso que dice mentiras, y el que siembra
discordia entre hermanos” (Prov. 6:16-19).
El justo
lo aborrece porque teme a Dios, “SEÑOR, ¿quién habitará en tu tabernáculo?
¿Quién morará en tu santo monte? El que anda en integridad y obra justicia, que
habla verdad en su corazón. El que no calumnia con su lengua, no hace mal a su
prójimo, ni toma reproche contra su amigo; en cuyos ojos el perverso es
menospreciado, pero honra a los que temen al SEÑOR; el que aun jurando en
perjuicio propio, no cambia; el que su dinero no da a interés, ni acepta
soborno contra el inocente. El que hace estas cosas permanecerá firme”
(Sal. 15:1-5).
El chisme
es contrario a la enseñanza de Cristo, y nos manda que hagamos todo lo
contrario de lo que el chismoso haría vengándose de su enemigo, “amad a
vuestros enemigos y orad por los que os persiguen” (Mat. 5:44; cf. Rom.
12:14).
El chisme es contrario al ejemplo de Cristo, quien nos ha dejado ejemplo para que sigamos sus pisadas (Luc. 23:34; 1 Ped. 2:21-23) y quien es la imagen (“ícono”) a quien debemos imitar (Rom. 8:29).
En fin, el chisme es contrario al ejemplo de Esteban (Hech. 7:60). Contrario al ejemplo de Pablo (2 Tim. 4:16). El chisme nos mata (1 Ped. 3:9-12).
¿Cuál es la solución para los “chismes”?
….1) Rehusar escucharlos: “Sin leña se apaga el fuego, y donde no hay chismoso, cesa la contienda” (Prov. 26:20).
….2) Obtener los hechos de primera mano:
“¿Juzga acaso nuestra ley a un hombre si primero no le oye, y sabe lo que ha
hecho?” (Jn. 7:51).
….3) Refrenar la lengua: “El que anda en
chismes descubre el secreto; mas el de espíritu fiel lo guarda todo” (Prov.
11:13).
Sobre todas las cosas, la solución al chisme es el temor de Dios. David declaró, “Guardaré mis caminos, para no pecar con mi lengua; guardaré mi boca como con mordaza, mientras el impío esté en mi presencia” (Sal. 39:1), y luego añadió, “SEÑOR, pon guarda a mi boca; vigila la puerta de mis labios” (Sal. 141:3).
David
sabía que a Dios le importa lo que hablamos, y por esto rogaba, “Sean gratas
las palabras de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, oh SEÑOR,
roca mía y redentor mío” (Sal. 19:14).