“¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?”(Gen. 4:9)


Por Josué Hernández


Esta fue la forma de responder de Caín al cuestionamiento de Dios. Ciertamente es una pregunta reflexiva, pronunciada por un malo, pero que nos amonesta a que seamos lo contrario de él. Es decir, no debemos ser como Caín. 
“Entonces el SEÑOR dijo a Caín: ¿Dónde está tu hermano Abel? Y él respondió: No sé. ¿Soy yo acaso guardián de mi hermano?” (LBLA). La respuesta divina es elocuentemente implicada. Caín había matado a su hermano porque Dios había aceptado la ofrenda de Abel, pero había rechazado la ofrenda suya (Gen. 4:3-8; cf. 1 Jn. 3:11,12).
Podemos hacer una aplicación directa a nuestro caso en nuestra responsabilidad para con nuestros hermanos en Cristo. ¿Somos nosotros acaso guardas de nuestros hermanos? ¿Hemos asumido la responsabilidad de cuidarnos los unos a los otros? El Nuevo Testamento deja claro que cada cristiano tiene la responsabilidad sagrada de ser un guarda de sus hermanos en Cristo. De hecho, muchos pasajes enfatizan nuestra responsabilidad de ser guardianes de nuestros hermanos.

El cristiano es responsable de ser un guardián de sus hermanos. Y este punto no es difícil de establecer, porque debemos amarnos los unos a los otros, así como lo ordenó el Señor Jesús (Jn. 13:34,35; 15:12,17). Como lo enseñó Pablo (Rom. 13:8; 1 Tim. 4:9). Como lo enseñó Pedro (1 Ped. 1:22). Como lo enfatizó Juan (1 Jn. 3:11,12,23; 4:7-12; 2 Jn. 5). 
El amor aquí señalado no es el de la simpatía por afectos mutuos, o el que naturalmente expresamos por parentesco. Aquí estamos estudiando acerca de la buena voluntad activa, según la cual el fiel discípulo amará procurando el bien del ser amado sacrificándose por el bien del otro (cf. 1 Cor. 13:4-7). Este amor lo aprendemos de Dios (1 Jn. 4:7-12). 
El cristiano como guardián de sus hermanos, ama a sus hermanos velando activamente por su bienestar. Amarnos los unos a los otros significa que debemos recibirnos los unos a los otros (Rom. 15:7), amonestarnos los unos a los otros (Rom. 15:14), edificarnos los unos a los otros (Rom. 14:19), servirnos los unos a los otros (Gal. 5:13), sobrellevar las cargas los unos de los otros (Gal. 6:1,2), perdonarnos los unos a los otros (Ef. 4:32), someternos los unos a los otros (Ef. 5:21), exhortarnos los unos a los otros (Heb. 3:12,13), considerarnos los unos a los otros (Heb. 10:24,25), hospedarnos los unos a los otros (1 Ped. 4:8-10). 

Evaluando nuestra responsabilidad como guardianes de nuestros hermanos. La evaluación personal es necesaria. Pablo dijo por el Espíritu, “Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe” (2 Cor. 13:5). 
En consideración de aquello, y procurando una sincera evaluación, cuando llega un nuevo hermano a la familia, ¿Lo recibimos o los ignoramos (Rom. 15:7)? ¿Sabemos sus nombres? ¿Sabemos su número telefónico? ¿Sabemos su dirección? ¿Oramos por ellos? ¿Les animamos? ¿Procuramos su edificación (Rom. 14:19)? ¿Ponemos el ejemplo en palabras y actitud? ¿Nos sometemos a ellos o queremos manipularles (Ef. 5:21)? ¿Les servimos en amor o esperamos que ellos nos sirvan (Gal. 5:13)? ¿Les demostramos hospitalidad (1 Ped. 4:8-10)? Ciertamente, podemos hacernos varias preguntas. 
Y cuando alguno es sorprendido en alguna falta (Gal. 6:1), ¿le consideramos (Heb. 10:24,25)? ¿Estamos dispuestos a aceptar sus cargas (Gal. 6:1,2)? ¿Procuramos restaurarle con espíritu de mansedumbre? ¿Le exhortamos para no se endurezcan por el engaño del pecado (Heb. 3:12-14)? ¿Estamos dispuestos a perdonarle si se arrepiente (Ef. 4:32)? 

Entonces, ¿soy yo acaso guarda de mis hermanos? ¿Estoy plenamente identificado como un guardián de mis hermanos en Cristo? Si no es así, ¿no debo arrepentirme? 


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