Los seguidores de Diótrefes


Por Josué Hernández


En su tercera epístola, el apóstol Juan advirtió acerca de cierto Diótrefes, denunciando su ejercicio de preeminencia, su primacía sobre la iglesia, y los problemas que causaba. Y todo esto lo hemos estudiado; sin embargo, no solemos hablar de los seguidores de Diótrefes. En esta ocasión, veremos la otra cara de la moneda, y nos enfocaremos, no en Diótrefes, sino en sus seguidores.

Yo he escrito a la iglesia; pero Diótrefes, al cual le gusta tener el primer lugar entre ellos, no nos recibe. Por esta causa, si yo fuere, recordaré las obras que hace parloteando con palabras malignas contra nosotros; y no contento con estas cosas, no recibe a los hermanos, y a los que quieren recibirlos se lo prohíbe, y los expulsa de la iglesia (3 Jn. 9,10)

¿Cómo sabemos que Diótrefes tenía seguidores?

Podemos asumir que Diótrefes tenía seguidores porque le gustaba “tener el primer lugar”, ser el primero entre ellos (LBLA), ejercer la primacía entre los demás (VM). Entendemos la diferencia entre “desear el primer lugar” y “tener el primer lugar”. El pecado de Diótrefes no fue el desear la primacía, sino tenerla y ejercerla. Obviamente, para que Diótrefes tuviese el primer lugar hubo hermanos que estaban dispuestos a que él ejerciera tal puesto, de lo contrario lo hubiesen reprendido (Ef. 5:11) y señalado para apartarse de él (Rom. 16:17,18; Tito 3:10,11).

Diótrefes no era digno de la comunión de los hermanos, por varias razones: no aceptaba la doctrina apostólica (2 Tes. 3:6), difamaba a fieles hermanos (Rom. 3:8) y expulsaba a los fieles. Diótrefes se había extraviado (2 Jn. 9-11) y andaba en tinieblas (1 Jn. 2:11; 3:15).

El hecho de que Diótrefes todavía gozaba del compañerismo de los hermanos, y ejercía tanta influencia, muestra que él tenía varios seguidores. El apóstol Juan no indicó cuáles fueron los motivos de los seguidores de Diótrefes, no obstante, hay varias razones plausibles por las cuales algunos seguirían a un jefe como Diótrefes. Y debemos agregar algo más, las mismas razones que tenían los seguidores de Diótrefes las podríamos encontrar hoy en quienes están dispuestos a seguir a algún jefe con el espíritu y poder de Diótrefes.

Entonces, ¿por qué alguno seguiría a Diótrefes?

La inteligencia: “Diótrefes es inteligente, y muchas veces ha demostrado su sobresaliente capacidad y comprensión bíblica, ¿por qué desconfiar de él?”. ¿No es esta una razón que hemos oído en la actualidad? Sin embargo, es totalmente inadecuado poner nuestra confianza en hombres falibles (cf. Jer. 17:5; Sal. 118:8). El ejemplo de alguno será digno de imitar, sólo si él sigue primeramente a Cristo en todo (1 Cor. 11:1), sin embargo, siempre hemos de gloriarnos en el Señor (1 Cor. 1:31; 2 Cor. 10:17).

El carisma: “Diótrefes es tan simpático, carismático, buen amigo, generoso, una figura paternal, etc., ¿por qué perder mi buena relación con él?”. Pero, ¿no dijo Cristo que él debe ser primero en nuestro corazón (Mat. 10:34,35)? No podemos elevar a los hombres por sobre lo que está escrito (1 Cor. 4:6), ni preferir mantener buena relaciones antes que obedecer al Señor (cf. Luc. 6:46; Jn. 12:42).

La comodidad: “Con Diótrefes no tengo que estudiar la Escritura diligentemente, él no se equivocará en su enseñanza, sólo debo creer lo que él dice”. Esta clase de flojera es fatal. Dejar que otro interprete la Biblia por uno, y seguirlo a él. La comodidad de oír a otro en lugar de oír la voz de Cristo. Dios no alaba la desidia y negligencia de quienes rehúsan estudiar las Escrituras y examinarlas con cuidado y reverencia (cf. Hech. 17:11; 1 Tes. 5:21). Debemos seguir al Señor, no a los hombres (1 Cor. 1:12). La responsabilidad de comprender las Escrituras es algo personal e intransferible (Ef. 3:4; 5:17).

El engaño: “Diótrefes tiene toda la razón, sus palabras me han convencido, no tengo más nada que aprender”. Debemos recordar que Diótrefes usó de “palabras maliciosas” que engañaron a muchos. El enemigo no tiene la fama de decir la verdad. Hermanos ingenuos cayeron en la trampa (cf. Rom. 16:17,18). Siempre debemos permanecer velando (1 Ped. 5:8) porque Satanás tiene sus ministros (2 Cor. 11:14,15). La obra de Satanás es el engaño (cf. Jn. 8:44; 2 Cor. 11:3; Apoc. 12:9).

El temor a ser rechazado: “Diótrefes es conocido y respetado por muchos hermanos. Si yo señalo su pecado y procuro corregirle seré rechazado también”. Siempre será tentador usar de hipocresía para no ser rechazados (cf. Gal. 2:12,13). No obstante, debemos agradar al Señor primeramente (Gal. 1:10) y reconocer el verdadero estándar de conducta (2 Cor. 10:12).

El temor a ser expulsado: “Otros que se opusieron fueron expulsados de la iglesia. No me conviene desobedecer a Diótrefes”. El temor de ser estigmatizado y quedar con los despreciados es poderosa barrera psicológica, “…dijeron esto porque tenían miedo a los judíos; porque los judíos ya se habían puesto de acuerdo en que si alguno confesaba que Jesús era el Cristo, fuera expulsado de la sinagoga” (Jn. 9:20-23; cf. 12:42,43). Sin embargo, no debemos temer (1 Ped. 3:14) el quedar solos, el Señor no abandona a sus siervos (2 Tim. 4:16,17).

Mantener el "status quo": “No conviene hacer alguna cosa. Siempre lo hemos hecho así. Debemos seguir la tradición de la iglesia”. Las practicas acostumbradas no serán malas en sí (cf. 2 Tes. 2:15) a menos que contradigan la palabra de Dios (Mat. 15:3,9). Debemos siempre estar dispuestos a cambiar para arrepentirnos (Apoc. 2:5), para crecer (Ef. 4:15), y para ser de bendición a otros (1 Cor. 9:20-23), dejando toda tradición religiosa que contradiga la verdad de Cristo (Jn. 8:32).

Conclusión

Si no debemos ser fieles a hombres como Apolos o Pedro (1 Cor. 1:12), ¿por qué debiésemos ser fieles a un hombre como Diótrefes?

Debemos ser fieles a Cristo, incluso si nuestra fidelidad al Señor signifique ganarnos la oposición de Diótrefes y sus seguidores.

No sucumbamos ante la intimidación (Fil. 1:28; 1 Ped. 3:14). Amado, no imites lo malo sino lo bueno. El que hace lo bueno es de Dios; el que hace lo malo no ha visto a Dios (3 Jn.11).



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