Por Josué Hernández
¿Cómo la iglesia obtiene la necesaria
“autorización” para lo que afirma y practica? No son pocos los que dicen que la
iglesia es la autoridad final en la tierra. Afirman que Dios ha autorizado a la
iglesia para que decida la doctrina. La tradición de la iglesia, por lo tanto,
es tan autoritativa como la revelación bíblica, según esta popular noción.
En la lucha por “quien tiene la verdadera
religión”, algunos han decidido que la verdad debe residir en la iglesia más
antigua. Para ellos, es como un tipo de herencia. Pueden, supuestamente,
rastrear como en un árbol genealógico, la conexión con los apóstoles a través
de la historia. Lo cual los hace originales.
Cierto leñador que presumía poseer un hacha
de setenta años de antigüedad, la cual se veía como nueva. Un joven sorprendido
le preguntó que cómo era posible que su hacha, con setenta años de uso, luciera
como una nueva. El leñador contestó que con el paso de los años solamente
había tenido que cambiar la cabeza tres veces y el mango cuatro veces. Así,
también, las organizaciones religiosas de la llamada cristiandad han reemplazado
la cabeza y el mango de la verdad muchas veces. Pueden decirnos que tienen la
misma hacha. Esto no es así.
La afirmación del
catolicismo
La Iglesia Católica afirma que su Papa es
sucesor del apóstol Pedro. Ellos se basan en una interpretación equivocada de
Mateo 16:18,19; pasaje en el cual a Pedro se le conceden las llaves del reino.
Entonces, Pedro fue el primer Papa, y la iglesia fue construida sobre él, por
lo tanto, la iglesia reside sobre la plataforma papal. Cada Papa, por lo tanto,
es de un linaje inquebrantable de sucesores desde Pedro hasta la actualidad.
Teólogos católicos dibujan este linaje real
de Papas desde Pedro al presente ofreciendo fechas para cada uno. Pero, aquí
hay un problema. Se duda que Saint Urban hay existido (Catholic
Encyclopedia, Vol. XV, p. 209). No hay ningún papa en la lista del 304 al
308. Es más, el catolicismo oficial afirma que “muchas de las biografías de los
predecesores de Anastasio II están llenas de errores que son históricamente
insostenibles” (Ibíd., Vol. IX, p. 224).
Otro problema se presenta con el carácter
hereje, de varios de los Papas. San Liberio (352-366); Honorio (625-638); Juan
XXII (1316-1334); Gregorio XII (1406-1416) quien fue culpable de mentir y
cometer perjurio (Catholic Encyclopedia, Vol. VII, p1). Un caso emblemático es
el de Pablo V (1605-1621), quien condenó a Galileo por su teoría heliocéntrica,
que ahora es aceptada como un hecho científico, incluso por los católicos (Ibíd.,
Vol. VI, p544). Si por la acusación oficial Galileo fue un hereje, Pablo V
tenía "razón", pero si Galileo ha resultado estar en lo cierto,
¿quién es el hereje?
En la línea de sucesión de Papas, las
interrupciones sobresalen una y otra vez, ya sea por espacios en blanco, como
por herejes que no podrían ser sucesores de Pedro.
La afirmación
bautista
Algunos bautistas afirman la sucesión de la
autoridad de la Iglesia Bautista desde los tiempos apostólicos. Entonces, donde
los católicos usan una línea de sucesión papal, los bautistas usan una línea de
sucesión congregacional. Afirman que la Iglesia Bautista se remonta, de
congregación en congregación, al primer siglo.
Mirando hacia atrás en la historia, uno
claramente ve que esto es evidentemente falso. El término “bautista”, no es
aplicado a ninguna persona antes del 1641. Todo intento por retroceder buscando
un “bautista” antes de ese año es una lucha inútil.
La verdad sobre Mateo
16:18,19
Este pasaje no señala ni sucesión de Papas,
ni sucesión de iglesias. Ningún tipo de sucesión desde el primer siglo es considerada.
El contexto no trata de Pedro, sino de Jesucristo. El centro de la narración no
es Pedro. El tema es la identidad de Jesucristo. En Mateo 16:13-17, Jesús
preguntó a sus discípulos acerca de su identidad. Luego, en los versículos 18 y
19, en el contexto de su identidad, prometió edificar su iglesia.
En consideración de una lectura cuidadosa, la
“roca” no es “Pedro”. La roca indicada en el relato es la persona de Cristo. Gramaticalmente
no podemos enlazar a “Pedro” con aquella “roca”.
“Yo también te digo que tú eres Pedro, y
sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán
contra ella. Yo te daré las llaves del reino de los cielos; y lo que ates en la
tierra, será atado en los cielos; y lo que desates en la tierra, será desatado
en los cielos”
(Mat. 16:18,19).
“Y yo también te digo, que tú eres Pedro” (del griego “petros”,
es decir, un trozo de roca, una piedra, un peñasco suelto, o canto).
“y sobre esta roca” (del griego “petra”,
es decir, una masa de roca). Esta roca fundamental, o plataforma rocosa, es la
confesión hecha por Pedro de que Cristo es el Hijo de Dios. “Respondiendo
Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mat. 16:16).
La Biblia es elocuente al señalar a
Jesucristo como el fundamento. Lo cual fue profetizado por Isaías (Is. 28:16),
proclamado por Pedro (cf. Hech. 4:11,12; 1 Ped. 2:6-8), y enseñado por Pablo (cf.
1 Cor. 3:11; Ef. 2:20).
Comenta Wayne Partain (Notas sobre Mateo):
1.
Si Jesús hubiera querido decir que la iglesia sería
edificada sobre Pedro, habría dicho, “Tú eres Pedro y sobre ti edificaré mi
iglesia”. Sólo le recuerda del apodo “Pedro” que le había dado (Jn. 1:42, su
nombre es Simón), para referirse al carácter que tendría después, no perfecto
sino sólido.
2.
Mat. 18:1-35, “En aquel tiempo los discípulos
vinieron a Jesús, diciendo: ¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?” Si
Cristo pensaba elegir a Pedro como príncipe de los apóstoles, habría contestado
que Pedro era el mayor en el reino.
3.
Hch_8:1-40, “Cuando los apóstoles que estaban en
Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron allá a
Pedro y a Juan”. ¿Enviaron al “Papa”?
4.
Hech. 11:1-30, “Y cuando Pedro subió a Jerusalén,
disputaban con él los que eran de la circuncisión, diciendo: ¿Por qué has
entrado en casa de hombres incircuncisos, y has comido con ellos?” ¿Discutieron
con el “Papa”? ¿No sabían que él era infalible?
5.
Cuando se reunieron los apóstoles y ancianos para
examinar la controversia acerca de imponer la ley de Moisés sobre los hermanos
gentiles (Hech. 15:1-41), sin duda alguna Pedro habría presidido, o mejor,
habría de una vez resuelto la cuestión sin necesidad de tal asamblea.
6.
Gal. 2:1-21, “Pero cuando Pedro vino a Antioquía,
le resistí cara a cara, porque era de condenar”. ¿Pablo se habría atrevido a
reprender públicamente al “Papa” de la iglesia?
7.
Al escribir dos cartas, Pedro no escribió como el
“Papa”.
8.
Rom. 1:1-32, “Porque deseo veros, para comunicaros
algún don espiritual, a fin de que seáis confirmados”. Si Pedro era el “Papa de
Roma” ¿por qué necesitaba Pablo ir a Roma para comunicarles algún don para
confirmar a los hermanos?
9.
Ef. 2:1-22, “edificados sobre el fundamento de los
apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo”.
Los apóstoles y profetas forman parte del fundamento porque, siendo hombres
inspirados, entregaron el evangelio de Jesús, pero Jesucristo es la piedra
principal del ángulo sobre la cual las dos paredes se juntan y sobre la cual
son sostenidas.
Compárese Mat. 21:1-46, “La piedra que desecharon
los edificadores, Ha venido a ser cabeza del ángulo”. Esta profecía, cumplida
en Cristo, presenta la imagen de un grupo de hombres tratando de construir una
casa pero rechazando la principal piedra del ángulo y, por eso, no pudieron
construirla.
“iglesia”.
El sustantivo
“iglesia” lo obtenemos del vocablo griego “ekklesia” (“ek”, fuera de, y “klesis”,
un llamamiento, de “kaleo”, llamar). Se usaba entre los griegos de un cuerpo de
ciudadanos reunido para considerar asuntos de Estado (cf. Hech. 19:39), siempre
indicando a “personas” reunidas en asamblea o congregación, en este caso, el
cuerpo de los salvos, el pueblo de Dios. Cristo no indicó un grupo de
congregaciones, sino el grupo de los salvos.
“y las puertas del
Hades no prevalecerán contra ella”.
El Hades es el
receptáculo de los espíritus de los difuntos. No es el infierno. El infierno es
el lugar creado como castigo para el diablo y sus ángeles (Mat. 25:41). Cristo
no enseñó que determinada “estructura religiosa” no podría desaparecer por
algún tiempo del escenario terrenal. Él habló de su pueblo, el cuerpo de los
salvos. La idea aquí no es que la iglesia dejaría una sucesión directa, y
rastreable, desde el primer siglo.
La muerte no podría
frustrar el establecimiento de la iglesia, ni podría retener en su poder a los
ciudadanos del reino de los cielos.
La autoridad de la
iglesia
La visión sectaria de
ubicar una cabeza terrenal para la iglesia (Papa, Presidente, Convención, Sínodo,
etc.) es totalmente desconocida en las páginas del Nuevo Testamento. El texto
inspirado ubica la cabeza de la iglesia en el cielo, “y él es
la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito
de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia” (Col. 1:18). “y
sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las
cosas a la iglesia” (Ef. 1:22).
Jesucristo ejerce
toda su potestad sobre la tierra, y sobre su iglesia, mediante su palabra (cf.
Jn. 12:48; cf. Sal. 110:3). Este concepto es atacado no sólo por el ateo, sino
también por el “clero”.
Los apóstoles
Las mismas llaves que
fueron dadas a Pedro (Mat. 16:19) también fueron dadas a los demás apóstoles
(Mat. 18:18). Ningún apóstol ejercería potestad sobre los demás (Luc. 22:25-30).
El mensaje de los
apóstoles no es la palabra de hombres respaldada por Dios, sino la palabra de
Dios predicada por los hombres (cf. 1 Tes. 2:13). Prestar atención al mensaje
apostólico es asunto de vida o muerte (cf. 1 Jn. 1:1-4; 4:6; Jud. 17).
Conclusión
La iglesia en el
primer siglo no poseía autoridad legislativa, sino que existía y operaba bajo
la autoridad de Jesucristo. La iglesia no tenía órganos rectores, consejos,
sínodos, episcopados, etc. Los primeros cristianos entendían que Jesús es la
única cabeza de la iglesia que él había construido.
La iglesia debe tener
a Cristo como su única cabeza, emulando el ejemplo de los primeros cristianos.
Este es el rasgo distintivo de legitimidad.
Procurar rastrear un
linaje desde el principio no nos hará verdaderos cristianos. La lealtad
absoluta, y la obediencia fiel, legitimarán nuestra afirmación de ser miembros
de la iglesia de Cristo.