Me gozo porque Cristo es predicado



Por Josué Hernández


Luego de saludar a los filipenses (1:1,2), de expresar una acción de gracias por ellos (1:3-8) y de orar por ellos (1:9-11), el apóstol Pablo manifestó su gozo en circunstancias que a muchos nos dejarían abatidos, desmoralizados, deprimidos.

¡Hay buenas noticias!

Pablo era un prisionero (Fil. 1:7,16) y los filipenses estaban al tanto de su tribulación (4:14). Sin embargo, los filipenses podían gozarse con el apóstol por el progreso del evangelio (1:12). Aun cuando el apóstol sufría muchas dificultades, había buenas noticias que compartir.  

A pesar de su arresto domiciliario (Hech. 28:16,30,31), la palabra no estaba presa (cf. 2 Tim. 2:9). Su encarcelamiento no era “normal”. Pablo no había cometido algún crimen. De seguro su situación despertaba el interés, tanto así que “todo el pretorio” oyó el evangelio y “todos los demás” de igual forma (Fil. 1:13). Aún en la casa de César había ingresado la palabra de Dios (4:22).

El ejemplo de Pablo motivaba a otros a la acción, los cuales cobraban “ánimo en el Señor” (Fil. 1:14). En fin, el evangelio se estaba difundiendo y estas buenas noticias las debían conocer los filipenses.

¡Hay buenas noticias, a pesar de la persecución!

No todos estaban contentos con la buena influencia del apóstol, Algunos, a la verdad, predican a Cristo aun por envidia y rivalidad… aquéllos proclaman a Cristo por ambición personal, no con sinceridad, pensando causarme angustia en mis prisiones (Fil. 1:15-17, LBLA).

Sin embargo, había buenas noticias que los filipenses debían saber. Primeramente, no se podía obviar a la “mayoría de los hermanos” que cobraron ánimo con el ejemplo de Pablo (1:14), quienes predicaban la palabra “de buena voluntad” (1:15) y “por amor” (1:17). Pablo sabía que no era el único fiel, porque estaba bien acompañado de muchos más (cf. “solo yo he quedado”, 1 Rey. 19:10,14).  

A pesar de la persecución, las buenas noticias continuaban. Aquellos predicadores ambiciosos, que competían por superar a Pablo, siempre estaban predicando el evangelio: ¿Entonces qué? Que de todas maneras, ya sea fingidamente o en verdad, Cristo es proclamado; y en esto me regocijo, sí, y me regocijaré (Fil. 1:18, LBLA).

Conclusión

Para el apóstol Pablo, la proclamación de Cristo era su meta, su propósito, y su mayor alegría. Siempre podría gozarse cuando tal cosa estuviese ocurriendo (cf. 3 Jn. v.4).

Podemos sufrir enfermedades, situaciones laborales complejas, problemas familiares, e incluso la persecución de hermanos ambiciosos, pero siempre podemos gozarnos de que Cristo es predicado.

Si el Señor pudo usar a maestros con motivaciones imperfectas para el progreso de su evangelio, ¿no podrá usar a fieles con habilidades imperfectas?