Por Josué Hernández
Cuando Satanás tentaba al santo Hijo de Dios,
citó la Escritura, el salmo 91. En su relato del evangelio, Mateo registra lo
sucedido con las siguientes palabras: “Entonces el diablo le llevó a la
santa ciudad, y le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo
de Dios, échate abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti,
y, en sus manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra. Jesús le dijo: Escrito está también: No
tentarás al Señor tu Dios” (Mat. 4:5-7).
Al decir “también”, el Señor indicó que “además”
de la revelación en el salmo 91 había más revelación por examinar. La respuesta
de Cristo nos enseña que un pasaje de la Escritura no agota todo lo que Dios ha
dicho sobre un tema, y que será necesario estudiar toda la revelación de Dios
acerca de algún asunto o materia para formarnos una opinión adecuada.
A la vez, por la respuesta de Cristo, aprendemos
que una opinión que no considera la revelación completa de Dios en la Escritura
es una opinión que guía al pecado. Es imprescindible respetar, por lo tanto, todo
lo que Dios ha dicho acerca de un tema dado para formarnos una creencia bíblica
consistente. No queremos ser reprendidos por el Señor por no usar “bien la
palabra de verdad” (2 Tim. 2:15). No queremos torcer las Escrituras para
nuestra perdición (2 Ped. 3:16) y la de quienes nos oigan (1 Tim. 4:16).
Toda la Escritura es
inspirada por Dios
La Biblia no se contradice, se armoniza. Por esta
razón, todos los pasajes que traten alguna materia han de ser armonizados. Las
promesas de Dios no contradicen sus mandamientos. Satanás citaba el salmo 91 contradiciendo
a Deuteronomio (Mat. 4:5-7).
Los ejemplos aprobados e implicaciones divinas
son tan vinculantes como los
mandamientos directos y las declaraciones expresas de Dios en su palabra. Como
dijo el salmista: “La suma de tu palabra es verdad, y cada una de tus justas
ordenanzas es eterna” (Sal. 119:160, LBLA).
El apóstol Pablo dijo a Timoteo, “Toda
Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir,
para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto,
equipado para toda buena obra” (2 Tim. 3:16,17, LBLA).
Cuando Pablo escribió “Toda la Escritura”, el
indicó a la totalidad de ella, aun cuando faltaban libros del Nuevo
Testamento por escribirse. Entonces, un determinado mandamiento no devalúa a un
ejemplo aprobado o a una implicación divina, porque todos ellos son inspirados
por Dios.
Armonizando toda la Escritura
Varios ejemplos podemos citar para establecer
este punto. Queremos de Dios el pan de cada día (Mat. 6:11), pero debemos
trabajar por ese pan (1 Tes. 4:11,12). Rogamos ser librados de la tentación
(Mat. 6:13), pero debemos resistirla con fe (Sant. 1:12). Anhelamos ser
perfeccionados a la imagen de Cristo (Rom. 8:28), pero debemos soportar las
pruebas que nos moverán a ello (Sant. 1:2-4; 1 Ped. 1:7). Queremos siempre usar
nuestros miembros para servir a nuestro Señor (Rom. 12:1; 1 Cor. 6:19), pero
debemos cuidar de nuestra salud (Mat. 9:12; 1 Cor. 6:20).
Dios no solo ha revelado promesas sino
también mandamientos. La gracia de Dios no se alcanza sin el esfuerzo de fe. Josué,
y los hombres de guerra con él, debían seguir instrucciones específicas para
que cayeran los muros de Jericó (Jos. 6:1-21). La promesa no se cumpliría sin
la obediencia persistente. Lo vemos una y otra vez en la historia bíblica, por
ejemplo, en el caso de Noé (Gen. 6:14-22), de Naamán (2 Rey. 5:1-14), del ciego
de nacimiento (Jn. 9:1-7), de los piadosos en el día de Pentecostés (Hech.
2:37-41).
Obedeciendo toda la
revelación
Dios había prescrito en su ley que los panes
de la proposición debían comerlo Aarón y sus hijos (Lev. 24:5-9), pero, también
mandó el hacer bien a los hijos de tu pueblo (Lev. 19:18). Entonces, ¿debían
negarse tales panes a David y sus hombres que hambrientos huían por sus vidas?
Dios había ordenado a su pueblo guardar el
día de reposo (Deut. 5:1,2,3,12), para que no trabajaran en él por ganancia
material (Ex. 20:9,10; 34:21; 35:2), pero también había ordenado que los
sacerdotes debían trabajar ese día en el templo (Num. 28:9,10). Entonces, ¿eran
culpables de pecado los sacerdotes que profanaban el día de reposo en el templo?
Lea con cuidado Mateo 12:1-8. El santo Hijo
de Dios nos da la respuesta a estas preguntas. Tenemos de él ejemplo aquí para
seguir sus pisadas. El enseñaba a estudiar y aplicar toda la revelación de
Dios. Para Cristo no basta un “escrito está” si hay un “escrito está también”
que debe ser considerado.
Conclusión
Los mandamientos de Dios no son gravosos (1
Jn. 5:3). Ninguno de ellos es una carga pesada de un tirano que nos quiera
hacer sufrir. Dios es amor (1 Jn. 4:8), y sus mandamientos son para nuestro
bien.
No debemos tener mandamientos preferidos y
mandamientos despreciados. No debemos pensar que un mandamiento directo o
declaración expresa de Dios en su palabra, anula o invalida, los ejemplos
aprobados por él o sus implicaciones reveladas para que deduzcamos. Toda la
Escritura es inspirada por Dios.
Que no seamos tan rápidos para citar la
Escritura sin haber considerado la suma de la revelación divina respecto a un
tema particular. Cuando venga un pasaje a nuestra mente, pensemos si hay un “escrito
está también” que se deba examinar.