Por Josué Hernández
Hermanos sinceramente equivocados, están
citando textos bíblicos fuera de su contexto en una postura indiferente, e
incluso, irresponsable, frente a la pandemia del Covid-19.
Es más, varios tipos de bromas (memes) han
sido publicados en las redes sociales por “cristianos”, haciendo burla de una
tragedia sin la menor consideración y sobriedad. Hermanos en Cristo han
olvidado que somos la sal de la tierra y la luz del mundo (Mat. 5:13-16), y han
publicado su burla de la manera más evidente sin consideración de amor. Cuando
otros sufren no es momento de reír (Rom. 12:15).
No debemos
preocuparnos
Los cristianos “no debemos preocuparnos”, dicen
algunos, y citan pasajes de la Biblia, que no aplican en su contexto, jugando
con el sustantivo “preocupación” y el verbo “preocuparse”, para luego abogar
por algún tipo de cuidado providencial que librará a todo cristiano del peligro
y que nos permite criticar al mundo desde nuestra calabacera (Jon. 4:1-11).
Cuando estudiamos las Escrituras, aprendemos de
cristianos que sufrieron enfermedad y dolor (cf. 2 Cor. 12:7; 1 Tim. 5:23; 2
Tim. 4:20). Dios no ha prometido en su palabra que los cristianos serán librados
de la muerte (Hech. 12:2; Rom. 8:36).
Debemos preocuparnos por nuestros hermanos (1
Cor. 12:25) siguiendo el ejemplo de Timoteo, “pues a ninguno tengo del mismo
ánimo, y que tan sinceramente se interese por vosotros” (Fil. 2:20). Pablo
recomendó a Timoteo la medicina más adecuada porque Timoteo le preocupaba (1
Tim. 5:23). Timoteo no podría esperar ayuda de Dios sin hacer su parte. El buen
samaritano aplicó medicina en su preocupación por su prójimo herido (Luc. 10:34).
Los enfermos necesitan médico (Mat. 9:12). Si podemos ayudar, debemos hacerlo
(Hech. 28:8).
La reacción primaria del santo fiel es la
oración (2 Cor. 12:8) por la confianza en la voluntad de Dios (2 Cor. 12:9,10).
No nos afanaremos en ansiosa inquietud si seguimos las recomendaciones de
nuestro amoroso Dios en su palabra (Fil. 4:5-7; 1 Tes. 5:15-28), mientras
aceptamos la carga del afán cotidiano dejando el mañana a nuestro Padre que
está en los cielos (cf. Mat. 6:34). Dios no hará por nosotros lo que debemos
hacer por nosotros primero.
Todo lo puedo en
Cristo
Pero, “el apóstol Pablo escribió todo lo
puedo en Cristo”, han dicho algunos hermanos con cierto aire de indiferencia.
Preguntamos, ¿el “todo” de Filipenses 4:13 significa que puedo ir contra las
sabias medidas recomendadas ante la pandemia del Covid-19? ¿Puedo reaccionar
irresponsablemente dejando que Dios haga “todo” por mí? ¿No soy como cristiano
el que debe marcar la pauta de sabiduría, sobriedad y fe?
Mientras el pánico es la reacción natural del
incrédulo frente a este azote, el pueblo de Dios ora con fe y vive confiado
(Fil. 4:6,7).
Todas las cosas nos
ayudan a bien
Alguno a dicho sin detenerse a pensar
demasiado, “al cristiano todas las cosas le ayudan a bien”. Preguntamos, ¿a qué
“bien” se refiere Pablo en Romanos 8:28? Luego, ¿de qué tipo de “cosas” está
hablando en el pasaje? ¿Nos hemos detenido a pensar en el contexto (entorno) que
rodean las declaraciones del apóstol cuando escribió a los romanos?
Aquellas “cosas” de las cuales Pablo escribió
provienen de, o son permitidas por, Dios (v.32,37). Estas “cosas” incluyen el
padecimiento (v.17), la tribulación y la angustia (v.35), y la muerte (v.36). Cosas
difíciles ante las cuales no podríamos ser indiferentes. Sin embargo, también
hay cosas maravillosas como la morada del Espíritu (Rom. 8:11-15), la esperanza
de la gloria eterna (v.17,25), la intercesión del Espíritu (v.26), y el amor de
Cristo (v.35).
El “bien” bajo consideración es el ser hechos
conformes a la imagen del santo Hijo de Dios (v.29). Pablo no dijo que el
cristiano está exento del sufrimiento. El apóstol inspirado exhorta a sufrir
con esperanza mientras esperamos con paciencia a nuestro Señor (Rom. 8:25).
Prontos para hablar y
tardos para oír
Somos rápidos para “hablar”, pero tardos para
“informarnos”. Tenemos dos orejas y una boca, pero usamos poco los recursos de
información seria para reaccionar responsable, sobria y calmadamente. Nos gusta
hablar, pero no nos gusta oír. Qué tragedia. Fácilmente hablamos del
sufrimiento sin pensar con sobriedad (cf. Luc. 13:1-5; Jn. 9:1-3). Queremos
tener la razón, y ser los primeros con nuestras opiniones. Poco nos importa
nuestro prójimo si estamos reaccionando así.
Ciertamente, el pánico por la falta de fe no
es la reacción que Dios espera en su pueblo, como tampoco lo es el presionar a
la indiferencia. Ambas posturas desequilibran y empeoran el problema.
Es totalmente inadecuado el juzgar la
reacción de comunidades sumidas en un entorno (contexto) diferente, e incluso, inferior,
al nuestro. Qué fácil es criticar sin informarse del contexto de algún país, o
región, y sin usar “bien la palabra de verdad” (2 Tim. 2:15).
Orar, orar, orar
No hay reacción tan saludable como el orar (Luc.
18:1-8). Más aún si entendemos que Dios ya sabe lo que necesitamos antes de que
se lo pidamos (Mat. 6:8,32). Al orar así, con tal comprensión, demostramos
nuestra fe y dependencia del cuidado providencial y voluntad amorosa de nuestro
Padre (cf. Mat. 7:7-11; Luc. 11:5-13).
Podemos orar por los que sufren y hacer lo que
podamos por ellos (Hech. 28:8; Luc. 10:33-35). Podemos orar por nuestros
gobernantes y conciudadanos (1 Tim. 2:1-4). Mientras agradecemos el mucho bien que
estamos recibiendo de Dios aun en medio de las dificultades (1 Tes. 5:17,18).