Por Josué Hernández
Esta es una frase común, “vestirse para
matar”. Y, la falta de pudor puede “matar” al prójimo. Este asesinato es uno en
primer grado, en el sentido espiritual, al hacer tropezar a otros para que
caigan.
La moda de la mayoría arrastra con su fuerza,
y la corriente es poderosa. La tendencia es producir codicia, flirtear, jugar
con la sensualidad, ser abiertamente sexuales, al “vestirse para matar”.
Dios aprecia la
modestia
Aprendemos sobre el pudor (vergüenza, recato)
en varios lugares de la sagrada Escritura (ej. 1 Tim. 2:9). Dios ha sido elocuente,
esperando nuestro recato al vestir. Expresamente lo ha requerido, e
implícitamente lo ha demandado. Obviamente, Dios está preocupado por el uso que
demos a nuestros cuerpos, los cuales tienen un propósito espiritual (cf. 1 Cor.
6:19,20). Por lo tanto, no es extraño leer como Dios nos enseña elocuentemente lo
que él considera desnudez (Gen. 3:7-10; Ex. 28:42, 20:26, Is. 47:2-3).
Las sagradas Escrituras nos enseñan que la
ropa que usemos no está desligada de nuestro carácter y relación con el
propósito de Dios para nuestras vidas.
Actualmente, muchos que un día observaron el
pudor y la modestia han perdido la fe, seducidos por una cultura que procura
desnudarnos para lucir nuestros cuerpos desvergonzadamente. Esta falta de pudor,
o recato, (gr. “aidos”), indica una conciencia endurecida (1 Tim. 4:2; Jer.
6:15).
No obstante, por el adecuado sentido de
vergüenza, todo aquel que esté desnudo experimentará el deseo intenso de
ocultar su desnudez (Gen 3:7,10; cf. Apoc. 3:18). Dios cubrió la desnudez de Adán y Eva con prendas
adecuadas para sus cuerpos desnudos (Gen. 3:21).
¿Soy responsable de
los pensamientos de otros?
Cristo dijo, “Pero yo os digo que todo el
que mire a una mujer para codiciarla ya cometió adulterio con ella en su
corazón” (Mat. 5:28, LBLA). Pero, también nos advirtió, “Es inevitable que vengan tropiezos, pero ¡ay de aquel por quien
vienen! Mejor le sería si se le colgara una piedra de molino al cuello y fuera
arrojado al mar, que hacer tropezar a uno de estos pequeños.” (Luc. 17:1,2, LBLA).
Somos responsables cuando provocamos la
lujuria usando prendas de vestir que lucen el cuerpo, ayudando a otros a que
pequen y/o se confundiendo al prójimo para que no logre distinguir el uso
adecuado del cuerpo y la ropa que ha de cubrirlo.
Que tengamos cuidado para nunca vestirnos
para “matar”, manteniendo así la conciencia limpia de homicidios espirituales.