Por Josué Hernández
Jehová dijo, “Pues yo pasaré aquella noche por la tierra de Egipto, y
heriré a todo primogénito en la tierra de Egipto, así de los hombres como de
las bestias; y ejecutaré mis juicios en todos los dioses de Egipto. Yo Jehová” (Ex. 12:12). Al tiempo de esto, el suegro de Moisés dijo,
“Ahora conozco que Jehová es más grande que todos los dioses; porque
en lo que se ensoberbecieron prevaleció contra ellos” (Ex. 18:11).
Ciertamente, las plagas sirvieron para destruir toda
confianza que se haya expresado a los ídolos de Egipto. Sin embargo, ¿qué hay
de los ídolos modernos a los que con tanta devoción nuestra sociedad sirve? Si
bien, en general, la gente no adora imágenes como los antiguos egipcios, hay mucha
idolatría en nuestro entorno. Por favor, deténgase a pensar como la presente
pandemia por el coronavirus ha destronado a los ídolos modernos.
Deportes
Muchas formas de competencia atlética no son pecaminosas
en sí mismas. Conozco a hermanos que practican algún deporte, y yo procuro ejercitarme
con mi familia. De hecho, el apóstol Pablo empleó imaginería deportiva de su
tiempo con el fin de ilustrar la vida de un cristiano fiel (cf. 1 Cor. 9:24-27;
2 Tim. 2:5), refiriéndose a sí mismo como uno que había acabado la carrera (2
Tim. 4:7).
No obstante, el deporte en nuestra cultura ha sido glorificado
y entronizado a un estado digno del éxtasis y la devoción, y los atletas han
sido exaltados como dignos de nuestra admiración y alabanza reverente. Y de
pronto, los grandes estadios, arenas, centros deportivos, y canales de
televisión, son despojados y reducidos por una fuerza mayor que los ha inutilizado.
Y los ídolos palidecen sin poder ni capacidad alguna.
Jesús dijo a Satanás, “Vete, Satanás, porque escrito
está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás” (Mat. 4:10).
Entretenimiento
El sabio admitió su afán por la diversión, “Dije yo
en mi corazón: Ven ahora,
te probaré con alegría, y gozarás de bienes. Mas he aquí esto también era vanidad…
Me amontoné también plata
y oro, y tesoros preciados de reyes y de provincias; me hice de cantores y
cantoras, de los deleites de los hijos de los hombres, y de toda clase de
instrumentos de música” (Ecles. 2:1,8).
La diversión por las estrellas de cine, los músicos y
cantantes, ocupan un lugar de devoción en muchos corazones. Las imágenes de los
ídolos del entretenimiento ocupan espacios singulares en muchos hogares. Y de
pronto, el éxito de taquilla tan esperado, los grandes escenarios y conciertos han
sido suspendidos.
El apóstol Pablo advirtió de aquellos que son “amadores
de los deleites más que de Dios” (2 Tim. 3:4).
Riqueza
El
dinero es necesario para proporcionar el sustento a la familia (1 Tim. 5:8,16),
ayudar a los necesitados (Ef. 4:28), y para promover la causa de Cristo (2 Cor.
9:6,7).
Sabemos
lo que Cristo nos enseñó, “Ninguno puede servir a dos señores; porque o
aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro.
No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Mat. 6:24).
Nos
asombra la avaricia que gobierna los corazones de la mayoría en nuestro entorno
más directo. Y de pronto, la economía se paraliza, el mercado de valores se
devalúa, y el empleo y las fuentes de ingreso se pierden.
Pablo
advirtió, “Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o
avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios” (Ef. 5:5).
Conclusión
David
escribió, “Te alabaré con todo mi corazón; delante de los dioses te cantaré
salmos” (Sal. 138:1). El apóstol Juan exhortó a sus lectores diciendo, “Hijitos,
guardaos de los ídolos” (1 Jn. 5:21).
Sólo
Dios merece nuestra total entrega y dedicación. Sólo Dios debe ser exaltado en
nuestros corazones para alabado y adorado, porque mientras los ídolos han sido
quitados, Dios vive y reina para siempre. “Y amarás al Señor tu Dios con
todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus
fuerzas. Este es el principal mandamiento” (Mar. 12:30).