Legalista



Por Josué Hernández

  
El epíteto de “legalista” se ha usado extensamente para condenar y ridiculizar a los cristianos que se esfuerzan por tener un “escrito está” para todo lo que dicen y practican (cf. Mat. 4:4,7,10). Comúnmente ha sido usado por quienes no tienen convicciones, o simplemente, están mal informados respecto a la importancia de la obediencia en el plan de salvación de Dios (cf. Rom. 1:5; 2:7,8; 10:16; 15:18; 16:26).

No son pocos los que suponen que la gracia de Dios excluye la ley de Dios. Por lo tanto, según este razonamiento, los que hablen de obedecer y de perseverar en fidelidad serán legalistas que ignoran, o menosprecian, la gracia de Dios.

Vivimos bajo la ley de Cristo

Debemos recordar que la ley de Cristo nos rige a todos nosotros. El apóstol Pablo, un hombre inspirado, dijo a los corintios, “Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los que están sujetos a la ley; a los que están sin ley, como si yo estuviera sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo), para ganar a los que están sin ley” (1 Cor. 9:20,21; cf. Rom. 8:2; Gal. 6:2).

Pablo no vivía en anarquía, sino bajo el gobierno de Cristo. Aunque no estaba bajo la ley de Moisés, sí vivía bajo una ley, la ley de Cristo.

Pasajes tales como Romanos 7:6, no dicen que vivimos en anarquía. El contexto trata de la libertad de la antigua ley, para vivir subordinados a Cristo. La ley mosaica fue ineficaz, por no hacer posible el perdón real de los pecados (Heb. 10:1-4).

La gracia y la obediencia

Los mandamientos de Dios no son gravosos (1 Jn. 5:3). Si no es necesario obedecer a Dios, ¿serán salvos los desobedientes?

La Biblia nunca condena la obediencia como una cosa que estorbe la gracia de Dios. La ley de Cristo proporciona todos los medios para la eliminación de los pecados (Heb. 10:10; Mat. 26:28). Y Cristo, es autor de salvación eterna para todos los que le obedecen (Heb. 5:9).

Obedecer de corazón al patrón doctrina de Cristo es requerido para ser libertados del poder del pecado (Rom. 6:17,18), esta es la condición de Dios para conferirnos el don de la vida (Rom. 6:3,4,23).

Las obras de ley que se condenan en el Nuevo Testamento son el intento de ganar o comprar la salvación por un sistema aparte del evangelio y por méritos propios (cf. “no por obras”, Ef. 2:9; Tito 3:5). Estas “obras” son diferentes a “las obras” de obediencia que Dios demanda (Sant. 2:24-26; Gal. 5:6).

Cuando alguno se imagina heredero de la salvación por obras aparte del evangelio, excluyendo a Cristo y su sacrificio por nuestros pecados, vive como ganando la salvación, como mereciéndola, a la vez que vive en desobediencia ante la soberanía de Jesucristo (cf. Mat. 28:18).

En el día final, una cosa será tomada en cuenta, la cual es, si hemos obedecido, o no, a la voluntad del Padre que está en los cielos (Mat. 7:21-23).

El Padre ha sido muy claro al enfatizar que debemos prestar toda atención a lo que demanda su santo Hijo, quien es la última y más grande voz de la profecía, la palabra viva, quien nos trajo la revelación completa y final: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd” (Mat. 17:5).

El autor a los hebreos agregó, “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo” (Heb. 1:1,2).

La gracia es conferida por el evangelio

La gracia es conferida por la obediencia al evangelio (Rom. 10:16; 2 Tes. 1:8; 1 Ped. 4:17). Debido a tal cosa, el evangelio es llamado, evangelio de la gracia de Dios (Hech. 20:24) y la palabra de su gracia (Hech. 20:32).

En consideración de lo anterior, entendemos que obedecer un evangelio diferente hace imposible que Dios confiera su gracia (Gal. 1:6-9; 5:4). He ahí la urgencia de predicar el evangelio a todas las naciones (Mat. 28:19,20), es decir, a toda criatura (Mar. 16:15,16). Nunca hay caso en el registro inspirado de salvación por gracia, sin la predicación y recepción del evangelio (cf. Hech. 2:37,38,41,47).

En conclusión, no hay salvación por gracia para los desobedientes al evangelio (2 Tes. 1:8; Rom. 10:16; Heb. 5:9), mientras que los que subordinan a la ley de Cristo reciben la gracia y el don de la justicia (Rom. 5:17).