Por Josué Hernández
Según aprendemos en la ley de
Cristo, la ofrenda dominical es un asunto:
PERIÓDICO: Sea que
recibamos dinero diariamente, semanalmente, quincenalmente, o mensualmente. El
mandamiento es “Cada primer día de la semana” (1 Cor. 16:2). Alguno
dirá, ¿qué sucede si me pagan los fines de mes? La respuesta es sencilla: El
contrato de trabajo que usted tenga con su empleador no cambia el mandamiento
de Dios, porque siempre la Biblia dice “Cada primer día de la semana”.
No queremos altercar con Dios. El mandamiento es muy fácil de comprender y
aplicar.
PERSONAL: Este es un privilegio
individual de los miembros, “cada uno de vosotros” (1 Cor. 16:2), para
que la iglesia local haga su obra espiritual designada por Dios (1 Tim. 2:3,4; Ef.
4:12; 16:1,2).
PROPORCIONAL: La
responsabilidad existirá cuando el cristiano ha logrado prosperidad monetaria.
Lo que llamamos sueldo, salario, pago, ganancia, por el trabajo realizado: “según
haya prosperado” (1 Cor. 16:2). Cada uno debe considerar el dinero recibido
de la mano de Dios, para entregar “como propuso en su corazón” (2 Cor.
9:7) y “Cada primer día de la semana”.
PREVENTIVO: La iglesia
local tendrá dinero suficiente en su tesorería para hacer su obra si los
miembros obedecen lo que la ley de Cristo ha indicado: “guardándolo” (1
Cor. 16:2), así no se realizarían ofrendas fuera del orden establecido, “para
que cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas” (1 Cor. 16:2).
Pero, alguno dirá:
“no hemos podido congregarnos regularmente debido a las circunstancias de la
pandemia por el Covid-19”.
Respondemos:
Las circunstancias por la
pandemia varían según las regiones y los países, sin embargo, la iglesia local
no ha dejado de existir, y debe continuar trabajando como columna y baluarte de
la verdad lo mejor posible (1 Tim. 3:15; 1 Tes. 1:8). El hecho de que algunos
no pueden congregarse no significa que la iglesia local puede dejar de hacer su
obra espiritual. Cada iglesia local debe organizarse, a pesar de la pandemia,
para recaudar el dinero que los miembros prosperados tengan dispuesto
dominicalmente, exhortando a llevar adelante el patrón de Cristo.
Para hacer su obra, la iglesia
requiere del dinero en tesorería, y así podrá mantener su programa de
evangelización, edificación y benevolencia lo mejor posible (Ef. 4:12; 1 Cor.
16:1,2; 2 Cor. 9:1,12).
Ciertamente, la obra de la
iglesia será proyectada conforme a la capacidad monetaria que tenga. Bien
sabemos que el dinero en tesorería ha disminuido significativamente a
consecuencia de las dificultades económicas generales por la pandemia, y no pocas
congregaciones han tenido que ajustarse a ello, mientras los casos de necesidad
van en aumento. Sin embargo, cada cristiano prosperado debe guardar el dinero
que ha dispuesto en temor de Dios (1 Cor. 16:2) para que la iglesia local haga
su obra.
Si alguno enfermó, o ha quedado aislado
de sus hermanos, y no logró reunirse, debe guardar la suma que “propuso en
su corazón”.
Tengamos cuidado de olvidar, debido
a la pandemia, el privilegio de dar a Dios según hemos sido prosperados,
dejando de ofrendar a nuestro Dios de lo que pertenece a él (cf. 1 Cron. 29:14)
olvidando que “Dios ama al dador alegre” (2 Cor. 9:7).
¿Recuerda la reprensión a Israel
por el profeta Malaquías cuando el pueblo olvidó dar a Dios según el pacto (Mal.
3:8)? Las cosas que se escribieron antes nos enseñan (Rom. 15:4). Si el Señor demanda
que el cristiano “según haya prosperado” y “como propuso en su corazón”
ofrende monetariamente para que la iglesia local continúe con su obra, y no lo
hacemos debido a la pandemia, ¿no estaremos robando a Dios?