Por Josué Hernández
El libro “Cómo ganar amigos e
influir sobre las personas” es un best-seller escrito por Dale Carnegie, publicado
por primera vez en 1936, y que ha vendido más de 15 millones de ejemplares en
todo el mundo. Esta y otras varias publicaciones son apetecidas por quienes buscan la manera de “ganar amigos” y ser uno “del cual todos hablen bien”,
con tácticas para incrementar la aceptación, la popularidad, la influencia y el prestigio. Sin embargo, Jesucristo dijo:
“¡Ay de vosotros, cuando todos los
hombres hablen bien de vosotros! porque así hacían sus padres con los falsos
profetas” (Luc. 6:26).
No es malo en sí mismo el que se
hable bien de nosotros, pues las virtudes de los cristianos serán reconocidas por los de corazón noble (Mat. 5:13-16; cf. 1 Ped. 2:12). El problema es cuando
“todos” hablan bien de nosotros, lo cual indicaría que nos hemos rendido a la
corriente general de agradar a todos y en todo (Mat. 5:11,12; cf. Luc. 6:26).
El evangelio de Cristo no contiene palabras de elogio hacia el esfuerzo por agradar a los hombres antes que a Dios (2 Cor. 5:9; Col. 1:10), por ejemplo, usando “suaves palabras” y “lisonjas” (Rom. 16:18; 1 Tes. 2:5), algo tan comúnmente usado para complacer.
Si bien debemos esforzarnos por agradar a otros renunciando a nuestros
derechos y libertades “para que sean salvos” (1 Cor. 10:32,33; cf. Rom.
1:16), nunca debemos comprometer la verdad (cf. Gal. 1:10; 4:16; Ef. 5:11) y la relación con Cristo (cf. Mat. 10:37-39) por la amistad del mundo (Sant. 4:4).
La situación difícil del cristiano perseguido (Fil. 1:27; cf. Luc. 6:22; 1
Ped. 3:14; 4:4; Jn. 15:18-21) es “indicio de salvación” (Fil. 1:28). Le ha sido concedido padecer “a causa de Cristo” (Fil. 1:29), es uno más de los “tenidos por dignos del reino de Dios, por el cual asimismo padecéis” (2 Tes. 1:5; cf. Hech. 5:41). En otras palabras, aunque no todos hablan bien del cristiano, e incluso, le vituperan, le persiguen y dicen cosas malas contra él, el cristiano se puede gozar de estar en la mejor compañía, “así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros” (Mat. 5:11,12).
Sencillamente, no existe algún cristiano del cual
“todos hablan bien”. Si alguno ha logrado complacer a todos, ya no es un cristiano.