Por Josué Hernández
“Porque
para mí el vivir es
Cristo, y el morir es ganancia”
(Fil. 1:21).
¿Qué es la vida? La respuesta a semejante pregunta revela
nuestra actitud por la vida. La declaración de Pablo a los filipenses expresa su
actitud, o disposición, por la cual vivía. Pablo vivió para Cristo. Para él la vida y Cristo eran la misma cosa, “para mí el vivir es Cristo”.
Pablo hizo declaraciones similares en otras epístolas (cf. Col. 3:4; Gal. 2:20). Y recordamos que este buen cristiano escribió su epístola a
los filipenses mientras estaba confinado, sin libertad, prisionero en Roma.
Filipenses es una de las cartas de la prisión. Varias veces,
Pablo indicó tal encarcelamiento (Fil. 1:7,13,14,16; 3:14).
La vida de Pablo no fue fácil (2 Cor. 11:23-28), pero fue
maravillosa por el evangelio de Cristo, el cual es el tema de su epístola a los
filipenses:
- La comunión en el evangelio (1:5).
- La confirmación en el evangelio (1:7).
- El progreso del evangelio (1:12).
- La defensa del evangelio (1:17).
- Comportamiento digno del evangelio (1:27).
- La fe del evangelio (1:27).
- El servicio en el evangelio (2:22).
- Combatir juntos en el evangelio (4:3).
- El principio de la predicación del evangelio (4:15).
Pablo no tenía espacio suficiente en su
mente para consumirse por los problemas del pasado. Recordaba su vida pasada,
pero no era un esclavo de su pasado, “olvidando ciertamente lo que queda atrás, y
extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo
llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Fil. 3:13,14).
Pablo vivía el presente con gozo, mientras se extendía a
la eternidad con Dios. Cristo era el punto focal de su vida, el centro, la
base, el objetivo, su todo: “Por lo demás, hermanos, gozaos en el Señor… Regocijaos
en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!” (Fil. 3:1; cf. Col. 3:1).
Pablo no fue absorbido
por las circunstancias, sino por las cosas celestiales y eternas, “Por
tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va
desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. Porque esta leve
tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno
peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se
ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son
eternas” (2 Cor. 4:16-18).
Debido a todo lo anterior, el sufrimiento no derrumbó a Pablo,
“Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son
comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse”
(Rom. 8:18).
Si para nosotros el vivir es Cristo, debemos dejar el
pasado atrás, y consagrados al servicio del Señor Jesucristo, extendernos a la
eternidad con Dios.
“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde
también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el
cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria
suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas” (Fil. 3:20,21).